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Poemas y más poemas
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Óscar Pérez Garviso

 

 

Piedad
 
Lo que tuvo la piedra hecha escultura,
lo que tuvo el suicida que dejó una carta
y el príncipe que olió la salvación del reino
y al decir Dinamarca la envolvió en locura.
Eso te pido yo, trémolo, aciago,
lampiño de mi sed, crótalo en agua,
basalto de tu amor, tierno terruño,
que me ves acezar y me cierras las puertas.
Confiscas mi dolor en tu aduana de olvido,
secretas un sabor que no logra aterirme,
no es sexo, es el corcel de los amores rientes
que si ya no se galopan dejaron su herradura.
Carcomes mi color como a la luz la noche
o al ahogado las olas que lo esquilman en la playa,
bien sabes mi secreto, que te besa poderoso,
que te bala como al lobo en que devoras mi artimaña,
mi insigne y libre amor, hecho por ti un gran obelisco,
del que una madre brota asiendo a su hijo muerto.

Piedad te pido yo o un abismo para siempre,

donde los dioses crueles borren al menos tu memoria.

 

13 11 11

 

El homicida

 

Didáctica es la luz que juega con tu cuello,
no así la mano ajena que escruta su tersura,
tan mía fuiste ayer que no comprendo el gesto
de ese hombre que hoy te ama sin más lección que mi odio.

Fantasma fue tu amor, un truco indescifrable

de cuya manga cuelgan vueltos sangre tantos ases.

Con contemplar tu fuga se entiende el laberinto,

más tarde aprenderé todo el color de la locura.

 

13 11 11

De un gran hastío

 

Después de todo el tema es que estoy solo,

sin piel ni novedad, sin ojo mío,

más que éste sin cristal en cuyo río

se ahogan los recuerdos que yo inmolo.

 

Y sólo porque sí, porque el gladiolo

se fue de mi jardín tras otro avío,

su aroma me dejó muerto el estío

y a pedradas volcó el carro de Apolo.

 

Ella será feliz, de polo a polo

es lo que pido a Dios, que mi vacío

por su felicidad cobre y mi dolo.

 

Después de todo ni me hiela el frío,

más bien despierta en mi tras el tremolo

la cierta novedad de un gran hastío.

 

13 11 11

 

 

De un vano empeño

 

En verdad, esperanza, te comprendo,

qué más pedir de ti si nada diste,

si lo que hay que entender es cómo huiste

sin ni siquiera estar cuando me ofrendo.

 

O sea nunca fue, y no me sorprendo,

lo tuyo es sólo un plan que a solas viste

de estar para no estar, cual ya viviste

un medio centenar de años durmiendo.

 

Por eso las tardanzas e ir bebiendo

son todo lo que queda en tu hora triste

para no ir más allá de un ir muriendo.

 

Sabiéndolo mi amor dijo resiste,

pero es vano el valor de ir persiguiendo

lo que nunca serás pues nunca fuiste.

 

13 11 11

 

 

La costura
 
No me pueden tus piernas dar el paso,
tu boca tal vez sí, las alas de tu ojo,
allí donde el histrión vence al cobarde
y muerde el lacrimal el lago por no hundirse.
Si no quieres llorar, si no permiten
tu orgullo y tu obsesión tender el puente,
entiende que son mías esas huellas en tu pecho,
entiende que en redondo te escapas de mis labios.
 

13 11 11

 

 

El canto de las lágrimas

 

Me interrogan las lágrimas que lloro,
por qué y por qué se dicen mientras ruedan,
por qué -ruegan los ojos- no se quedan
en vez de sin más ir cayendo a coro.
 
Misterios del Señor, no hay más tesoro
que verlo sollozar mientras se enredan
sus lágrimas al río en que procedan
sus ímpetus a echarlas como al oro.
 
Allá un charco es el mar y no hay decoro,
el hombre se estremece sin que puedan
sus lágrimas hallar mejor meteoro.
 
Ya basta, me diré, dicha me vedan,
mas no voy a llorar por lo que adoro
y ustedes a callar y retrocedan.

 

13 11 11

 

 

No más dolores

 

Demasiado he llorado, mis señores,
qué lágrimas son estas que no acaban,
qué sangre queda ya que no desclavan
mi Cristo de esta cruz de salteadores.
 
Es casi una costumbre de estertores,
volcán y río de horas que no acaban,
diluvios de las noches que faltaban,
océanos de témpanos y horrores. 
 
No quiero más llorar, yo quiero amores
y no morirme en lagos que me entraban,
ni en playas de una pena sin colores.
 
Mi llanto secar ya y en donde anclaban
los hilos del dolor sembrar fervores
y un cielo en que entren ya los que no entraban.

 
10 11 11

 

 

Perdido en la dolencia

 

Sobre la cuerda floja, sobre el filo
de tu olvido, tu adiós y de tu ausencia,
me paro, me equilibro, me doy ciencia
para al fin subsistir ya sin tu asilo.
 
Pero tiemblo, resbalo, ya vacilo
entre amar o evitar la inteligencia
de que no hay más aquí de tu presencia,
salvo el dolor que muelo y que vigilo.
 
Difícil aceptar que en ti jubilo,
ya no mirar tu voz ni ver tu audiencia,
que todo ya es pesar lo que perfilo.
 
Quizás hablar me libre en la inclemencia,
pido perdón por este triste estilo,
no puedo más, perdido en la dolencia.

 

11 11 11

 

 

Amor

 

Sólo cierro mis ojos para verte,
sólo digo tu nombre para hablarte,
y al llorar yo me río, que a olvidarte
no me enseñan tu adiós ni el no tenerte.

 
Amor, sigues en mi y en mi entenderte,
y en mi espera de un día para hallarte,
no tengo más excusa al yo buscarte
que el que sepas quién soy para quererte.

 
Tú dices que es mi error, que no soy fuerte,
que nada queda aquí para encontrarte,
que todo sucedió sin otra suerte.

Mas te juro que yo sólo sé amarte
y una cosa de ti no he de creerte
y es que esperes mi huir y mi dejarte.

 

11 11 11

 

 

En la neblina

 

Sonámbulo en el queso y las tostadas,
famélico en la calle y la rutina,
fantasma en el deber y la cocina,
endeble en el dolor y las quijadas.
 
Contemplo sin pasión las alboradas,
la risa de los niños, la vecina,
la noche que hace brindis en la esquina,
la forma de tu adiós en las almohadas.
 
Y entiendo que no soy sin tus miradas
que el no vivir contigo me asesina,
que el mundo se quedó sin ensenadas.
 
Naufragio pues yo soy en la neblina,
mi cuerpo ya rodó por las quebradas
y mi alma es sólo un mar que no camina.

 

11 11 11

 

 

No te rindas
 
Sé que quieres creer que no me quieres,
sé que al menos comprendes que yo te amo,
lo que te pido pues con mi reclamo
es que me des lugar y que me esperes.
 
Sé de todo el dolor y sus ujieres,
que acomodan las sombras como un ramo,
sé que juzgan espinas si te aclamo
y no ven el color que les confieres.
 
Sé que hay un apellido para un Pérez
y un cielo de los dos por el que clamo,
donde yo soy feliz cual tú lo eres.
 
Sé que quieres huir, pero proclamo
que no te rindas mas ni desesperes,
pues yo sigo por ti y por eso llamo.

 

12 11 11

 

 

El gran banquete
 
Es perfecto el dolor, huele a sandía,
de aquella que al partirla se derrama,
chorreando todo el cielo y en la cama
vertiendo roja pulpa, suave y fría.
 
La pruebo, la comparto cada día,
mordiscos yo le doy a su oriflama,
desnuda no es mejor ninguna dama,
ni más sabrosa en piel ni en compañía.
 
De un reparo tener sólo diría
que nace del saber que él ya no me ama
y que es mi corazón lo que mordía.
 
No hay fruta pues mejor que la que exclama
venid todos a mi, que hay fiesta hoy día
banquete es mi dolor y él ya no llama.

13 11 11

 

 

Del corazón de jaguar

 

“Si vivir con tristeza y con despecho
confronta en el espejo mi dilema,
la mártir ilusión de mi poema
se rinde ante la gloria de tu lecho.”

Corazón de jaguar

(A una sola voz)

 

 

Si vivir con tristeza y con despecho
confronta en el espejo mi dilema,
la mártir ilusión de mi poema
se rinde ante la gloria de tu acecho.

 

Nunca más volveré a tu triste lecho,

ni a tu condenación ni a tu anatema,

que te extrañe no cambia la diadema

que se lleva el turbión en su desecho.

 

Búscala tú, si quieres, yo el derecho

que tuve lo jugué en tu estratagema,

pero perdí y lo asumo satisfecho.

 

Todo lo di, la paz es hoy mi gema,

no hay guerra ni dolor más que en el trecho

que va de mi al olvido que te quema.

 

13 11 11

 

 

Año tras año

 

Yo no puedo decir que no me dueles,

yo no puedo decir que no te extraño,

pero no puedo más cargar el daño

del juego al que egoísta jugar sueles.

 

Tú juegas a escapar cual mil peleles

que siempre están buscando otro peldaño,

que dejan un disfraz en cada escaño,

que actúan el mejor de los papeles.

 

Qué día te verás sin que te vueles

de ti, de tu verdad, del triste engaño

de en todo ir por delante con lebreles.

 

No ser, eso eres tú, y en tal me empaño

de amarte aún tras ver cómo demueles

tu propia eternidad año tras año.

 

13 11 11

 

 

La sensación del olvido

 

Algo me duele, Dios, y sé que duele

por la forma en que en me entra en los pulmones,

por las sombras que llenan mis cajones,

por la fe que me exige que yo vele.

 

Y quiero que no duela, pero suele

la vida suceder sin mis patrones,

sin más que obedecer a las visiones

que obligan al amor que nos desvele.

 

No quiero así vivir, pero me impele

la fuerza superior de mis ficciones,

el sueño que no fue más que un pelele.

 

Lo digo sin rencor, quiero esos dones

del que nada sintió, por más que vuele

todo mi amor por ella y sus traiciones.

 

13 11 11


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Escritor chileno


Mi nombre es Óscar Pérez Garviso. Nací el 16 de enero de 1964, en San Felipe, quinta región de Chile, vivo en Santiago desde los 80, soy profesor y siempre la escritura me ha acompañado por todos los caminos.



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