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Lydda Franco Farías
Una poesía donde la razón esclarece la irreverencia, y la transparencia incita la valentía y la ironía.
María Cristina Solaeche Galera |
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Cómo van a verme buena
si me truena la vida en las venas
¡si toda canción
se me enreda como una llamarada!
y vengo sin dios y sin miedo
¡Si tengo sangre insubordinada!
y no puedo mostrarme
dócil como una criada
mientras tenga
un recuerdo de horizonte,
un retazo de cielo
y una cresta de monte
María Calcaño Lydda Franco Farías, es una de las más vitales voces de la poesía venezolana de la beligerante década de los años sesenta; nace el 3 de enero de 1943, en la Sierra de Coro o Sierra de San Luis, zona pródiga en bellezas generosas, donde se encuentran los lagos subterráneos más extensos del país, cuevas con grandes salas, simas y galerías. Estudia primaria en su pueblo natal, y los estudios secundarios los realiza en el Liceo Cecilio Acosta de la ciudad de Coro. Comienza a escribir desde la adolescencia en 1958 y posteriormente, colabora en los diarios La Mañana de Coro y Panorama de Maracaibo, entre otros. A partir de 1963, se radica definitivamente en Maracaibo, Estado Zulia, Venezuela. En la Universidad del Zulia, trabaja de bibliotecaria en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Allí nos narran algunos compañeros, sus protestas por el asesinato de Jorge Rodríguez, por el golpe de estado en Chile contra el presidente Allende, sus discusiones sobre las tendencias del MAS, sobre los “perros” y los “patriotas”… hasta que llegó el día, que renunció a todo partidismo político, abandonó totalmente la militancia activa, y a partir de allí, se dedicó a escribir, decisión que nos permite deleitarnos con su legado poético: si tengo que ceder hasta quedar desprovista de vanidad si nada tengo y esa nada me es arrebatada (…) si he dejado de creer en líderes si la dialéctica se pudre en las cabezas de todos ellos (y en la mía por supuesto) si la unidad es un sofisma si el partido deviene tertulia de burócratas y afines (…) si hasta aquí me trajo el río entonces tendré que contradecir al río y seguir aferrada a mis convicciones aun en contra de mi pequeñez. 9 Un esfuerzo mayéutico para no abortar al hombre un esfuerzo violento, definitivo para que nazca íntegro.1 En una cultura masculina desde sus cimientos, la poetisa desenfada, con una conmoción de la conciencia y los sentidos, cantando en cada verso, para poder respirar a pulmón pleno cada palabra e intentar enmendarlas con su propio ser, crea hendiduras para quebrantar y escapar de ese enrarecido mundo que la asfixia, y evadirse a través de las grietas como la hembra que seduce con lo femenino, con sus lecturas, su mirada y su poesía: adentro hay una mujer que monta guardia a fuerza de balancear las caderas se ha convertido en péndulo y gravita sobre las cabezas de los que todavía no comprenden la magnitud del encantamiento11 Un mundo hecho de voces que se tejen y destejen entre variados tonos genéricos, juega para crear o crea para jugar conservando el espíritu crítico que siempre la ha catapultado a un país donde las mujeres eran sólo un murmullo. Alberto Hernández ___________ No nací para ocupar un espacio y nada más. Ignoro cuál será mi participación. Me tocó ser mujer y no me quejo, me tocó caer en la humedad del tiempo, en la inhóspita sequedad de los caminos, pero aquí me quedo entre escombros y desperdicios. Destruyan mi epidermis resentida, despedacen mis sueños, mi alegría, aniquílenme porque un día aparecí sobre la tierra y tuve voz y grité1 No pudieron moldearme a su antojo, ni darle la forma requerida a mis palabras, ni templar los metales de mi risa con sus martillazos de odio, ni siquiera lograron meterme de cabeza en un canon infesto1 Una poesía definida por diversas líneas de significación, entre las que destacamos dos en este ensayo: la enunciación de lo femenino y el erotismo femíneo, como elementos fustigadores de cuestionamientos que atraviesan entre otros y todos, la totalidad de su obra y es, efecto fundamental para la disposición de una imagen cambiante y compleja que da cuenta de lo que son las configuraciones actuales de la mujer, entendida como minoría social-cultural; con un ars poética que hace libre el coloquio consigo misma, con el lector y con la lectora, por medio de una oralidad discursiva, en textos que a veces, afloran con el formato de la prosa continua sin el deslinde de los versos, con el encabalgamiento intrincado de dispersión de la colmada entropía: nadie verá el estante vacío. el montón de ropa sucia libros viejos y maltratados por mis notas al margen. por mis subrayados imprevisibles. por mis oh y mis coños admirativos. soy posesiva, no lo niego. mi única propiedad son libros casi libros. palabras no correspondidas pero útiles e igualmente equívocas. pero abajo. en el sótano, eres débil, cabizbaja. se diría que ciega. asustada. no entienden porque has hecho lo posible por enajenarte en lo cotidiano y ridículo (…) no te entienden porque no aceptas vivir parcelada (…) tu ternura es clandestina. no colma. tu deseo es quizás lo único humano capaz de retener una sombra . tu estallido nocturno.4 Procedimientos verbales e imaginativos, a través de los cuales, Lydda crea e irrumpe en un espacio que conmueve, apasiona, forcejea y sobresalta, en un horizonte femenino que pasa inadvertido para el hombre, anquilosado en la rutina de los gestos, los desempeños, los pensares, aciertos y desaciertos, carencias y despropósitos concebidos por él, para la vida de la mujer. Más allá de su tono irónico, la poetisa se rebela contra toda mansedumbre impuesta desde el androcentrismo, sin disgresiones, se autoriza a sí misma al goce de invadir una “comarca” donde solamente existe un “rey”, el hombre, y con irreverencia e inspiración, se lo apropia en cada verso suyo: voy a desayunarme la claraboya de la mañana voy a atragantarme periódico con tus crónicas violentas voy a tener noticias del mundo hasta la ingesta de par en par ventanas muéstrenme lo que sin mi despierta sacúdete ropa inmunda los dobleces espanta con lejías la penumbra soliviántate plancha aplasta en un desliz las pérfidas arrugas a volar escoba sin bruja que respire el polvo dancen muebles al ritmo que los aviente púlete piso en redención de no empañado espejo arde sin paz cocina del infierno tápate olla impúdica cuece a la sazón luego evapórate suenen cubiertos en estampida muda a fregarse platos les llegó su hora la carta por favor quiero probar el albedrío11 En cada palabra no vamos a decir “intenta”, no, no lo intenta, lo consigue, con vehemencia, con transparencia abate contra la mecanicidad y el letargo paralizante de lo cotidiano y los en un cuasi infinito plural, lastres con los que la humanidad (léase el hombre) a retenido el cuerpo y la mente, y por ende, la espiritualidad de la mujer, reduciendo a un único dislate su existencia: el ancestro se adueña del perfil de la mujer agobiada y displicente que yace en la umbelas a medio dormir indócil en el registro11 Su antiritualidad trasvasa su poética partiendo de la cosmogonía de una existencia que exige, que enrumba su creación hacia el territorio del reclamo, del reverso de la mujer ante el anverso del hombre, y lo hace, con un humor corrosivo, ácido, agudo y exquisito: de sobra sabes que me avergüenzo de ese otro ser que me esquilma y me avasalla de repetir hasta borrarme el gesto heredado de pálidas enhiestas amas de casa remotísimas pero hay un rótulo en la sangre una danza del vientre una marca rotunda ten en cuenta muchacho de las cavernas que he ido ganando el derecho a perder de igual el paraíso la paciencia a compartir la cama el santo y seña el mundo fifty fifty o no hay trato vete acostumbrando hombre voraz mujer no es sólo receptáculo flor que se arranca y herida va a doblarse en el florero al fondo de la repisa entre santos y candelabros y trastos de cocina11 En eso basa ella el vigor existencial y la singularidad de sus versos, en templar al máximo el arco de la letra, la palabra, el verso, el poema, para que resulten, no sólo un reflejo crítico de lo social, sino también, un verbo fustigador y lúcido, asumido siempre desde el sarcasmo como un tropo, a partir de su incisivo estilo para desahogarse del hastío, girando y girando en hipérboles. ___________ Ana María Romero ___________ Polifónico el arreglo al mostrarse su “yo” plural, donde la ceremonia poética se posesiona de su condición de ser femenino, siempre al lado de los rituales absorbentes de nuestra sociedad, y fuertemente asida de la mano de las herencias atávicas que tiranizan a la mujer, en un cimbrado hilarante e ingrato: quedé para ser la última invitada estoy alegre de las botellas sordas puedes beberme soy todos los licores no distingo y si respondo es para ligar placeres inimaginables contra el tiempo a una temperatura en que tampoco sabes lo que haces2 Ella es su poesía, su poesía es ella, briosa, sensible, mordaz y laudante, que se empeña en perseguir mundos mejores en sus temibles alocuciones poéticas: mientras dormía me crecieron alas al principio ni yo misma lo creí hice cálculos sobre las ventajas y desventajas de este suceso inesperado decidí ensayar un vuelo corto tropecé contra los vidrios de las ventanas no me di por vencida llegué a libélula fui uno que otro pájaro ave de rapiña mi ambición no tuvo fronteras fui escalando jerarquías hasta agotarlas todas ahora soy un ángel y me aburro11 Y en el amor, dulce, seductora y erótica, canta desde sus más añejas raíces, trepando por su tronco, sus hojas, hasta llegar a sus flores en arco iris que regala a la vida, en un soflama reverberante con sus requiebros, impregnado de simbolismos que expresan las vivencias amorosas del cuerpo en la relación afectiva entre dos seres humanos, escrito desde su visión femenina extraordinaria, respirando visceralmente cada grafema, cada aliento de palabra y con la depuración del verso: una trepa la desnudez de otro cuerpo una encuentra la rama dorada y la codicia abre las puertas de otro reino inaugura otra carencia una se deja llevar por sacudimientos extremos8 Echar raíces florecer sobre tu cuello enredadera1 Ascenderé por los tallos transformada, me sentirás como nunca, palpitante, en el latido de las hojas y en el crujir voluptuoso de las ramas.1 tu boca resguardada por dragones por la antropófaga inocencia de tus dientes bosque de menta la saliva picor de orégano la lengua succión y mordedura tu boca laberinto de mis cosquillas8 La lluvia canta afuera su canción, la miro con ojos sorprendidos y pienso en unas bodas bajo el agua, que un novio vegetal me acaricie, que sienta el perfume silvestre de mis manos, mi cálida ternura abierta en gajos.1 Lydda es esencial, de gran vitalidad, luchadora incansable, defensora de lo femenino y del amor, de hermosísima pluralidad semiótica, plétora de expresividad, álgida, irreverente, en ausencia de rima y con el uso del hipérbaton invirtiendo el tradicional orden del discurso poético, y las anáforas que incitan provocando con la repetición: con papel de lija froto la piel donde alguna vez estuvo tu tibieza parpadeante me estoy quedando en cueros y sin vos e n los puritos huesos y sin vos esqueleto ambulante y sin vos (…) y sin vos con el alma en un hilo y sin vos ay y sin vos y sin voz y sin voz11 los amantes precisan largas vueltas y nada es comparable a este final sin trampas y nada se parece a tu cuerpo y al mío me refiero a los muslos fosforescentes no a la piel sedosa y repetida no estamos dentro ni fuera y es falso que desprendo de tu voracidad mis latidos bajan cautelosamente para que sepas que voy que siempre voy ya puedes descubrirme y patinar en el aire rígido cuando abras los ojos y desvíes el aliento2 Con miradas envolventes de los vestigios humanos del placer y del amor, la lucidez, el tiempo y la fusión de géneros: tu cabeza en mi almohada el sol para nosotros deshaces sombras antiguas vienes de la calle hacia el gesto buscas / deshaces reparo en el caracol algo furtivo tus manos exhibiendo excavaciones hacen de claustro refugio ardo junto a ti2 cuando la boca hace su trabajo de orfebre en sabbat en oriflama de entre tus muslos sale un vellocino de oro una serpiente emplumada un vendaval de helechos una larga vocal impronunciable8 con obstinada delicadeza se fabrica en la piel se hace patio en la memoria ojo de agua con altos y bajos puente entre dos sangres diatriba amorosa blindada huella indeleble que nos filtra9 William Estany, refiere, que hasta el último momento la poetisa Lydda Franco Farías, estuvo activa: Invitada especial en la Semana Internacional de la Poesía. A pesar de encontrarse delicada de salud, siempre siguió escribiendo… Allí se presenta, a las 7:00 de la noche, el jueves 22 de julio del 2004, al Recital Internacional de Poesía, en homenaje a Eugenio Montejo, en la que sería su última lectura en público, ante más de 400 personas, con una hermosa manta guajira de soberbio colorido, un cabestrillo en un brazo y apoyada en su bastón, participa en el recital internacional junto a poetas como Luis Muñoz de España; Alessandro Ceni de Italia, Tone Skrjanec de Eslovenia; Ramón Bolívar de México y Alejandro Chacón de Venezuela, entre otros tantos poetas que participaron en los recitales programados para el evento. Dedicó sus poemas a todos, ausentes y presentes y en particular, a su hija fallecida Mirna. A los sesenta y un años, la parca que no falta jamás a la cita, nos despoja de esta poetisa de las letras venezolanas; muere a las 8:00 de la mañana del lunes 2 de agosto de 2004, en Maracaibo, Estado Zulia. Fue sepultada en el cementerio Jardines del Edén, donde también se encuentra su hija. Y sostendremos con Goethe: “El sentido de la vida radica solamente en la vida misma”. Así parece entenderlo también, la poetisa venezolana Lydda Franco Farías: me encontrarán tendida a ras de luna o flotando lluvia abajo en la resaca del último cigarro en el silencio que vibra emparamado desde donde pronuncio mi postrer discurso (…) ya voy tierra ya voy cenizas ya voy olvido9 una vida se aplaza y se desplaza mínima sustancia cerrazón.7 ___________ Obra poética Poemas Circunstanciales. Policrom, Caracas, 1965. Las armas blancas 1969. Edad de los grandes ataúdes (coautor con Ricardo Ruiz Caldera y José Parra Finol). Ediciones Cal y Agua. Maracaibo, 1977. Summarius. Asamblea Legislativa del Estado Falcón, Coro, 1985. A / Leve 1991 Estar en el envés. s/e, 1993. Recordar a los dormidos. EDILUZ. Maracaibo, Vicerrectorado Académico, Facultad de Humanidades, Universidad del Zulia, 1994. Bolero a media luz. Ediciones Mucuglifo. Dirección Sectorial de Literatura CONAC, Mérida, 1994. Descalabros en obertura mientras ejercito mi coartada. Gobernación del Estado Zulia. Secretaria de Cultura/Universidad del Zulia, Dirección de Cultura, Maracaibo, 1994. Estante. s/e, 1994. Una. Ediciones de la Secretaría de Cultura del Estado Zulia y la Asociación Cultural del Caribe (ASOCARIBE), 1998. Aracné, s/e, 2000. Antología. Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, Dirección de Cultura, Fondo Editorial del Estado Falcón, Incudef, 2002. Antología poética. Monte Ávila Editores. Caracas, 2004.
| Escritora venezolana María Cristina Solaeche Galera Maracaibo, Estado Zulia, Venezuela Aquí encontrará ensayos dedicados a Alberto Bermúdez de Belloso, Carlos Rodríguez Ferrara, Luis Enrique Mármol, Enriqueta Arvelo Larriba, Ismael Urdaneta, Lydda Franco Farías, Emiliano Hernández, Vinicio Nava Ulibarri, Ada Pérez Guevara, Elías David Curiel, Genoveva de Castro, Carlos Borges, Rosa Virginia Martínez, José Tadeo Arreaza Calatrava, Edna Medina Patrick, Atilio Storey Richardson, Lucila Velásquez, Elizabeth Shön, Marcial Hernández, Ida Gramcko.
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