Raúl Hernández Viveros

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La nostalgia de Marco Tulio Aguilera

Raúl Hernández Viveros

             Hans-George Gadamer1 definió que: “Leer es, pues, ya interpretar lo mentado. La lectura es, así, la estructura básica común  a toda realización de sentido”. Por lo tanto hay que armonizar la interpretación con el sentido que interviene durante la consideración del texto elegido. Desde esta perspectiva, la lectura de Maelström agujero negro2, de Marco Tulio Aguilera Garramuño, ofrece una magnifica posibilidad de interpretación  critica que permite la reconstrucción de los temas, anécdotas, personajes elegidos y la fuente de inspiración del autor.

            De esta manera, se pueden localizar las características y elementos en la interpretación  del montaje narrativo. Además de participar en el descubrimiento de las preferencias y obsesiones de un escritor que demuestra las piezas de su trabajo literario. Hasta la fecha, las recomendaciones de Aristóteles siguen vigentes. La distinción de los bienes merecedores del honor, como la inteligencia que abre el espacio de la prudencia. La suma de la virtud con el placer, multiplicado siempre en el sinónimo de la palabra fortuna.

            Para Carlos Fuentes “Escribir es combatir el tiempo a destiempo: a la intemperie cuando llueve, en un sótano cuando brilla el sol. Escribir es un contratiempo3”. Dentro de esta perspectiva, Marlström agujero negro, de Marco Tulio Aguilera, entrega páginas misceláneas de diversa índole. Hay textos breves como discretas fábulas, fragmentos de algún diario o novela, cuentos, y hasta una entrevista ficticia. Se lleva a acabo la rehabilitación de trozos narrativos que permanecieron escondidos o extraviados por el transcurrir de los años. Se percibe el sentido de rescatar episodios autobiográficos de autor, y con esto permitir darle sentido y preferencia a la escritura.

            En este enfrentamiento, la literatura resiste la destrucción del tiempo, e intenta aceptar la vulnerabilidad de nuestra existencia. La cuestión básica de extraer algunos restos de fortaleza, y permitir abrirse hasta el fondo del pensamiento. Desde la oscuridad de la memoria, exponer a la luz los demonios y fantasmas del pasado para comprender el presente inmerso en el reconocimiento de las debilidades concebidas ante la aplastante madurez.

            La ubicación y el estudio de los recuerdos que forman parte de cualquier fantasía de una historia demasiada personal. Cada texto consigue transportar las facetas evolutivas del autor. Con el rescate de narraciones iniciales, hasta la escritura de reflexiones trascendentales sobre “El sentido de la melancolía”, que dio a conocer antes el autor en la revista Cultura de VeracruZ. Hay para todos los gustos, sabores y miradas que se pierden en la vorágine del agujero negro de Marco Tulio Aguilera.

            Detrás de la batalla devastadora y constantemente imposible contra el tiempo,  resulta notable el reconocimiento al Maestro Álvaro Mutis, con la inserción de estupendos trozos de su prosa inolvidable. El homenaje a Sergio Pitol, quien con su presencia y obra, ilumina las calles y avenidas de la capital veracruzana: nuestro ilustre Premio Cervantes. El amigo y Maestro; quien hace más de cuatro décadas impartió en la Universidad Veracruzana, un curso sobre las obras de William Shakesperare. Lo cual   le sirvió como tema de su tesis de licenciatura en la UNAM.

             Recuerdo que Sergio Pitol, entonces me recomendó la lectura y el estudio de los ensayos de Jean Kott, incluidos en el libro Shakespeare nuestro contemporáneoPeter Brook, escribió en el prólogo a la edición inglesa que: “la poesía es una oscura magia que funde los extremos opuestos”. Marco Tulio Aguilera reconoce al final de su trabajo critico “El amor en Shakesperare” que: “No hubo no quizás habrá mayor profundidad literaria en el sondeo del alma humana como la que William Shakespeare ofreció a la humanidad”.

           Los lectores están frente a páginas autobiográficas, distinguidas ya por la madurez que otorga la vida. Con la prudencia y la virtud de contemplar el paso del tiempo, mediante  la decisión de celebrar cada instante por la experiencia existencial. La condición lógica de atreverse a contestar, sinceramente, las interrogantes, y aceptar el momento de reconocer el haber sido: “Un escritor que ha soñado con la gloria, sin verdaderamente conocerla”. La distancia entre la nostalgia de lo que pudo haber sido, y el valor de comprender los versos: “Casi he olvidado a qué saben los temores…”, o “¡Apágate de una vez llama fugaz!”, de Shakespeare.”

            A través de las imágenes de Marco Tulio Aguilera, en estas páginas se centra la intención de recuperar un tiempo que lo involucró con las circunstancias de su producción narrativa. Puede destacarse, por otra parte la disciplina y profesionalismo de su constante papel de lector, que se involucra con verdadera pasión y veneración a sus autores, como piezas indispensables del constante aprendizaje y conocimiento del arte de la escritura.

            Las resonancias de estas historias, viñetas narrativas y reflexiones literarias, explican la insertación de paradojas, juegos de aforismos e incluso meditaciones filosóficas. Durante la aproximación a lo paisajes de Amazonia, se abrieron las ventanas del pensamiento, por donde pueden advertirse varios aspectos que estaban ocultos, y permanecieron aferrados al proceso de la creación literaria.

            Por fortuna, a Marco Tulio Aguilera no se le apareció un ejemplar del mono parlante que habita en la selva costera de Minas Gerais, Brasil, ya que  se hubiera deslumbrado al comprobar que “viven en paz con un sencillo lenguaje y en la más armoniosa de las promiscuidades”4. Lejos de la civilización y perdidos en la selva amazónica. Con esto, no hay duda alguna, la realidad supera a la imaginación de América Latina. La trascendencia de los paisajes y escenarios naturales, en donde se inspiraron y brotaron las mejores novelas y cuentos de Jorge Issacs, José Eustasio Rivera, Álvaro Mutis, o Gabriel García Marques, nuestros maestros colombianos.


Notas al pie:

1 Verdad y método II, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2002.

2 Universidad Veracruzana, México, 2009.

3 Tiempo mexicano, Joaquín Mortiz, México, 1972.

4 Rafael Toriz,  "El fuego de los monos", revista Cultura de VeracruZ, Enero 2010, No. 51.

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Escritor mexicano


Raúl Hernández Viveros, nació en Ciudad Mendoza, Veracruz, el 9 de diciembre de 1944. Obras: La invasión de los chinos (1978); Los otros alquimistas (1980); Los tlaconetes (1982); El secuestro de una musa (1984); Una mujer canta amorosamente (1985); El talismán del olvido (1992); Días de otoño (1995); La conspiración de los gatos (1997); La generosidad divina (2007), la novela Entre la pena y la nada (1985) y los libros de ensayos: La nictalopía de Sor Juana Inés de la Cruz (2000), Memoria y pensamiento (2001), La Mitología de Roberto Williams García(2002), y Relato Español Actual (2003), libro que lleva varias reimpresiones en la Península ibérica, editado por el Fondo de Cultura Económica y la UNAM. Durante una década estuvo a cargo de la revista La Palabra y el Hombre, y del Departamento Editorial de la Universidad Veracruzana. Actualmente tiene a su cargo la dirección de ediciones y la revista Cultura de VeracruZ.


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