Conozco a Juan Goytisolo desde hace
más de ocho años, y casi siempre me cita en el hotel
Oriente donde se hospeda cuando está de paso en Barcelona.
Hemos conversado y caminado por Madrid, París, Marruecos,
por la rambla y el barrio del Raval, pues le encanta, lo
recuerda y lo repasa con nostalgia,
“En el Raval —me dice Goytisolo— ;
hago un viaje de mil vueltas alrededor del mundo sin
moverme de mi sitio”.
Autor de una obra narrativa
absolutamente singular dentro del ámbito de la literatura,
a la que contribuyó a sacudir con su trilogía, formada por
Señas de identidad, Don Julián y Juan sin
tierra, la cual es una visión crítica de la España
franquista; con otras atípicas que se han vuelto
fundamentales: Paisajes después de la batalla,
Las virtudes del pájaro solitario, Telón de boca
o con su díptico autobiográfico formado por Coto
vedado y En los reinos de taifa.
Goytisolo ha sido galardonado con el
Premio Cervantes 2014 “por su capacidad indagatoria en el
lenguaje, sus propuestas estilísticas complejas
desarrolladas en diversos géneros literarios, por su
voluntad de integrar las dos orillas a la tradición
heterodoxa española y por su apuesta permanente por el
diálogo intercultural” según el fallo hecho público este
lunes.
El autor de Juegos de manos es el
tercer barcelonés que recibe este reconocimiento dotado
con 125.000 euros (más de dos millones de pesos),
sumándose a Juan Marsé (2008) y Ana María Matute (2010).
“Uno de los privilegios —dice
Goytisolo— del novelista curtido por largos años de oficio
es disponer de esa distancia que le concede el atalaya de
la edad respecto a cuanto ha escrito”. Desde entonces, su
obra literaria no ha dejado de explorar los terrenos menos
trillados de la creación y nos ha ofrecido novelas tan
importantes como Paisajes después de la batalla,
Las virtudes del pájaro solitario, El sitio de los
sitios o Telón de boca.
En paralelo a su obra literaria, en
los años ochenta publicó sus dos libros autobiográficos,
Coto vedado y En los reinos de taifa,
que constituyeron un verdadero hito en la literatura de
este género en castellano. En el ámbito ensayístico su
obra ha representado un vuelco en la interpretación y
lectura de la tradición española. Desde El furgón de
cola o su lectura constante de la obra de Blanco
White, son muchos los libros de ensayo con los que ha
ido configurando una visión crítica y coherente de la
literatura española. No menos importante es su libro
Contra las sagradas formas, en la que ha releído,
recuperado o descubierto a numerosos autores a la luz de
una crítica tan radical como objetiva. Por otro lado, su
libro Genet en el Raval se mueve entre el ensayo y
el libro memorialístico sobre la vida y obra del escritor
francés Jean Genet. Una reflexión sobre el Genet más
radical acompaña la lectura de uno de sus manuscritos más
importantes, El cautivo enamorado, un texto que tendrá en
la gestación de la obra y formación de la personalidad de
Goytisolo.
La obra del español siempre muestra
paisajes inspirados en la obra de Cervantes, su admiración
por el autor de El Quijote de la Mancha le hacen no
creer que hoy haya ganado este Premio.
La idea de publicar sus obras
completas es de la editorial Galaxia Gutenberg, que la ha
comenzado con los primeros cuatro tomos de su trabajo
narrativo, y uno de ensayos políticos y literarios, en que
se recupera su excelente libro Paisajes de guerra.
Sarajevo, Argelia, Palestina,
Chechenia. En ese afán siempre polémico, Goytisolo
visita y revisa temas que le son afines desde sus obras
primeras: la reivindicación de la tradición cervantina, la
apuesta por el mestizaje de las culturas, la oralidad de
la escritura y la recuperación de las formas heterodoxas
de abordar el conocimiento literario: “A mis más de 80
años, sigo aprendiendo palabras y más palabras como un
estante, aun a sabiendas de que desaparecerán
inexorablemente conmigo. No sé si ello es un síntoma de
inquietante inmadurez o el resultado de la divisa
socrática grabada en el frontón de Delfos y que traducida
dice simplemente: “conócete a ti mismo”. Sin duda,
Juan Goytisolo, es un escritor solitario y fronterizo,
lúcido testigo moral de nuestro tiempo.
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