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Links Alguien que pueda escucharme José Manuel Durán Martínez “Rain” |
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Si me he decidido a hacerte partícipe de todo esto, es porque he tomado conciencia de que mis últimos días están próximos. Esta misma mañana, he recibido la visita de un agente del FBI, una mujer, para ser más exactos. No, de momento no sospechan de mí, pero sólo es cuestión de tiempo para que comiencen a atar cabos. Quizá es el momento para que yo… confiese. Que me he divertido con mis actos es algo que no puedo obviar, es más, trataré de reflejar con mi pluma las sensaciones de placer y orgullo que he ido experimentado con todas y cada una de las muertes que he causado. No me considero nadie especial y tampoco soy muy diferente a ti. Mi vida está manchada de sangre y esa sangre puede salpicar la pantalla que tienes frente a tus ojos. Si tú disfrutas conmigo, me llenará de satisfacción. Por eso te tiendo la mano, para que la cojas y aceptes un viaje hacia mi propio interior, donde los gritos de mis aterrorizadas víctimas son ahogados por el horror de mis abominables actos. Ni me conoces ni te diré quién soy, al menos de momento, pero me alegra saber que has aceptado mi invitación. Recordar todo lo que he hecho me obligará a escuchar de nuevo esas quejas inútiles de las vidas que he cortado. Volveré a ver sus rostros angustiosos, asfixiados por el terror. Admito que todo habría permanecido en el más absoluto secreto si esta mujer no hubiera llamado a mi puerta, pero lo ha hecho y, de algún modo, es a ella, solo a ella, a quien hay que agradecérselo. Al abrir la puerta descubrí a una mujer alta, quizá más que yo, con una amplia melena castaña adornando su espalda. Debería tener treinta o treinta y cinco años, buen cuerpo, atractiva, pero con el rostro curtido por una expresión dura. Supe enseguida que era una policía. Instantes después de mi deducción me colocó la placa frente a los ojos. —FBI.—dije entre dientes. Mencionó mi nombre y asentí con la cabeza. Quiso pasar y no se lo impedí, no era la primera vez que dejaba entrar en mi casa a una atractiva mujer, pero raramente acostumbraban a salir… con vida. No me puse nervioso. Esperaba este momento. Era cuestión de tiempo y ese tiempo ya ha llegado. Siempre he sabido que debo asumir las consecuencias de mis depravaciones, pero, todo hay que decirlo, de momento los hilos los sigo manejando yo. Tras una pequeña conversación con la agente del FBI, descubrí que aunque en realidad me estaban buscando a mí, no tenían ni idea de quién era yo. Los federales daban palos de ciego, y si habían llamado a mi puerta fue por un acto desesperado por encontrar pistas para atrapar al asesino que, durante varios meses, había sembrado la ciudad de cadáveres mutilados. Y ese asesino soy yo. Miré a la agente del FBI. Alta como el diablo, metida en unos pantalones vaqueros de color gris. Largas piernas. Bonitas, sin duda. Sonreí levemente al ofrecerle algo de beber, pero ella rechazó mi invitación con un gesto de su cabeza. Acepto su negativa. Está de servicio. Contesto a sus preguntas. Simplemente me ha preguntado si soy dueño de un determinado coche, que ha sido visto en un paraje donde se ha encontrado el cuerpo de una de las víctimas, mejor dicho, lo que quedaba del cuerpo de una de mis víctimas. Le hago entender que hay un error. Yo no tengo coche. Puede comprobarlo. Nada va a descubrir. Quiere despedirse de mí, pero yo no puedo dejarla marchar. Ha captado el brillo de mis ojos, tal vez ha reconocido en mi mirada la de un hombre peligroso. Se lleva la mano a la cintura, pretende sacar su arma. No le da tiempo. Me he abalanzado sobre ella y la he golpeado en la mandíbula. Cae redonda al suelo. Está indefensa, como las otras. La observo. Es hermosa. Como las otras. Tiene los ojos cerrados, como las otras. La agarro por los brazos y la bajo al sótano. Hoy está vacío. —Perdona que huela mal. Es normal. Apesta a mierda y pis. Pero eso ya lo descubrirás por ti misma. No me oye, pero pronto descubrirá lo que quiero decir. Solo tiene que despertar. Y gritará, como las otras, hasta que su garganta se rompa por el esfuerzo. Y nadie acudirá en su ayuda. La contemplaré, viendo como trata desesperadamente de arrancarse las cadenas que la aprisionan, pero las cadenas tirarán de su cuello, las cadenas tirarán de sus tobillos, las cadenas tirarán de sus muñecas. Nadie se merece sufrir tanto y poco le haré sufrir, su cuerpo podría acabar hecho pedazos, como las otras, pero para ella tengo otro plan. No la mataré. Me lo he planteado, pero desecho la idea. En un primer momento había pensado en otorgarle el mismo destino que a las anteriores, convertirla en un rostro apagado más, en un ser humano sin valor alguno. Vaciar sus ojos, cortar sus pechos, arrancarle los dientes y la lengua son cosas que quizá no se merece. Sé que nadie se lo merece, ni siquiera las otras, pero ella es un agente del FBI, una persona que quizá pueda escucharme, que tal vez pueda entenderme. No, definitivamente no la mataré. La usaré en mi propio beneficio. Sí. Ella será la persona que conozca todos mis secretos, todo el horror que he creado, lo monstruoso que puedo llegar a ser. Sí. A ella le contaré todo, todo. Necesito hablar con alguien, liberar el monstruo que llevo en mi interior, sincerarme. Y ella quiere saber. Esta dispuesta a escucharme. Y tú serás testigo de ello. Y aquí me ves, escribiendo estas líneas en un pequeño portátil que apenas ilumina el sótano donde la tengo encerrada. Estoy junto a ella, esperando que despierte y cuando lo haga podré mantener largas conversaciones, en las que le enseñaré mi demonio interior. Escuchará, tiene que escucharme, lo hará porque no tiene otra opción. Simplemente estoy esperando que despierte… |
José Manuel Durán Martínez “Rain” trabajó durante más de 20 años en el mundo de lo paranormal, escribiendo varios artículos y colaborando en diferentes medios de comunicación.
Es autor del libro Ouija, editado por la revista AÑO/CERO en Septiembre de 2007. Ese mismo año, decide “abandonar” el misterio ante la oportunidad que se le brinda en el mundo literario por parte de unas personas que apuestan por su trabajo. Desde ese momento se mete de lleno en el mundo literario, escribiendo relatos cortos de Terror. Es ganador, con su relato “Para La Eternidad” del I Certamen de Relatos Cortos de Terror “El niño del cuadro”, organizado por Dehon Producciones. Conozca el blog de José Manuel Durán Martínez "Rain".Guerrero de Acero. Para Tom Carella el mundo se volvió rematadamente loco cuando los muertos abandonaron sus tumbas para caminar por las ciudades, en busca de cerebros humanos de los que alimentarse. Tom se ocultó y huyó del horror para convertirse en uno de los pocos supervivientes de los que se tengan noticia. Hemos conseguido su manuscrito y acabamos de colgar la primera entrega de sus inquietantes experiencias y que hemos titulado “El Mordisco”.
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