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Las dos comas

 

Enrique Alfaro Llarena

 

 Las dos comas o coma doble es un signo de puntuación de reciente creación que está causando furor entre filólogos, lingüistas y semiólogos, profesores de bachillerato e  investigadores universitarios. También llamado doble coma e incluso coma y coma, terminará por trastocar la puntuación y el acto de la escritura, aseguran, por la enorme riqueza que ofrece al redactor.

Poetas de al menos seis lenguas y trece naciones de ambas orillas del Atlántico han señalado su entusiasmo por el nuevo signo al que le atribuyen la  posibilidad de indicar pausas no sólo más largas sino pronunciadas, profundas, abismales han dicho, lo que modifica esencialmente el verso y la multiplicidad de los significados del poema.

Un par de premios Nobel de Literatura han manifestado su beneplácito (uno de ellos dijo que revisará la puntuación de sus obras completas a la luz del nuevo signo) y un autor de novela negra, un fabricante imparable de best-sellers ha anunciado que se pondrá a trabajar en una novela en la que el nuevo signo tendrá un lugar protagónico, como si fuera un personaje o el detective que resuelve un caso, y es que la doble coma abre una puerta al pensamiento oblicuo y polisémico.

La doble coma, confirman correctores de estilo, editores y tipógrafos, es una revolución en la página semejante a la que introdujo Aldo Manucio en Venecia en la segunda mitad del siglo XV al establecer el uso del punto y coma, las letras itálicas o cursivas y la apariencia actual de la coma tanto como su lugar al pie de la línea.

En pocas palabras, ya no es escribirá igual. La doble coma no acaba de llegar y ya ha modificado un sistema imperfecto que, a fin de cuentas, ha funcionado durante varios siglos. Lo sorprendente no es la incorporación del nuevo signo, sino que no se hubiera instalado antes en nuestros escritos.

En estos tiempos incluyentes y democráticos, donde se reconoce plenamente los derechos de la diversidad textual, ¿por qué no habríamos de aceptar y gozar de los beneficios de la doble coma sí aceptamos y usamos otros signos combinados (casi dígrafos) como el punto y coma, los dos puntos y, el colmo de colmos, los muy desprestigiados puntos suspensivos? 

¿Cómo no celebrar un signo que separa elementos de la oración con énfasis, señala pausas reveladoras (no necesariamente más largas, aunque no excluye una duración mayor), más incisivas, intuitivas y -por qué no- emocionales? No hay razón para que las dos comas empoderadas no cohabiten, convivan y operen instaladas en el mismo espacio tipográfico señalado para un solo signo.

Ha quedado por fin superada la fragilidad de una coma simple (nunca una simple coma) sin necesidad de recurrir al fin abrupto del sintagma ante el punto y coma o los dos puntos, que tantas veces se erigen como un muro por su rudeza, por no hablar del fin súbito que señala el punto y seguido pues con él muere la oración.

Pero el nuevo signo presenta ya un problema. Un célebre semiólogo y novelista italiano de fama mundial ha abierto una brecha que podría no cerrarse nunca pues han surgido partidarios irreconciliables en ambos bandos. La doble coma, ha dicho, puede operar en el texto una detrás de la otra o una sobre otra. A esta última posición sus detractores la han llamado revanchista y frívola; sus incondicionales la llaman simplemente vertical o en pie de lucha, pues celebran que la coma ya no se encuentre de manera obligada sobre la línea, al pie de las letras, al nivel del ordinario punto.

Así, tenemos la doble coma horizontal y la doble coma vertical. Es obvio que una posición distinta le otorgará a las dos comas distintas funciones textuales, que deberán operar al menos en dos planos y acabarán por modificar tanto el significado como el significante. Un renombrado lingüista polaco, profesor de la Universidad de Cambridge, ya ha sugerido si no estamos, en realidad, ante dos signos distintos (la doble coma horizontal y la doble coma vertical), lo que complica mucho más el sentido de las pausas, la cisura, el hiato, que se abre en la oración y sus multiples sentidos.

Mientras los gramáticos y académicos discuten, los fabricantes de ordenadores, tabletas y toda clase de dispositivos han saludado al nuevo signo y le han dado la bienvenida con una carrera contra reloj para incorporarlo a los teclados y hacerse con una buena tajada del mercado, que muy pronto será del cien por ciento de las máquinas y los usuarios pues nadie podrá prescindir de él.

Se ha anunciado ya el Primer manual de uso de la doble coma y se espera que pronto se ajusten los planes de estudio de las escuelas primarias y secundarias. Todo el mundo está de acuerdo en que la doble coma o las dos comas llegó para quedarse, y una vez que nos acostumbremos, dicen, no podremos vivir sin ella, aunque tal vez tendríamos que decir sin ellas. Y es que, en verdad, llegaron para quedarse porque además de necesarias son encantadoras, deliciosas e irresistibles.

 

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Escritor mexicano



Enrique Alfaro Llarena. Nació en la Ciudad de México en 1961. Es narrador, pero se ha ganado la vida como editor, profesor, gestor cultural y consultor en comunicación. Ha publicado artículos sobre literatura, música y cine en diarios y revistas. Ha hecho un programa en la televisión cultural y ha comentado libros en la radio. También escribe con estilográfica y pocas cosas le gustan más que teclear en su máquina de escribir mecánica. Es director de Leer y Escribir S.C. y cultiva los talleres de lectura por celebrar la amistad y compartir la experiencia del goce de la literatura.


Enrique es colaborador distinguido de Literatura Virtual.

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