Las
dos comas o coma doble es un signo de puntuación de reciente
creación que está causando furor entre filólogos, lingüistas y
semiólogos, profesores de bachillerato e investigadores
universitarios. También llamado doble coma e incluso coma y
coma, terminará por trastocar la puntuación y el acto de la
escritura, aseguran, por la enorme riqueza que ofrece al
redactor.
Poetas de al menos seis lenguas y trece naciones de ambas
orillas del Atlántico han señalado su entusiasmo por el nuevo
signo al que le atribuyen la posibilidad de indicar pausas no
sólo más largas sino pronunciadas, profundas, abismales han
dicho, lo que modifica esencialmente el verso y la multiplicidad
de los significados del poema.
Un par de premios Nobel de Literatura han manifestado su
beneplácito (uno de ellos dijo que revisará la puntuación de sus
obras completas a la luz del nuevo signo) y un autor de novela
negra, un fabricante imparable de best-sellers ha anunciado que
se pondrá a trabajar en una novela en la que el nuevo signo
tendrá un lugar protagónico, como si fuera un personaje o el
detective que resuelve un caso, y es que la doble coma abre una
puerta al pensamiento oblicuo y polisémico.
La doble coma, confirman correctores de estilo, editores y
tipógrafos, es una revolución en la página semejante a la que
introdujo Aldo Manucio en Venecia en la segunda mitad del siglo
XV al establecer el uso del punto y coma, las letras itálicas o
cursivas y la apariencia actual de la coma tanto como su lugar
al pie de la línea.
En pocas palabras, ya no es escribirá igual. La doble coma no
acaba de llegar y ya ha modificado un sistema imperfecto que, a
fin de cuentas, ha funcionado durante varios siglos. Lo
sorprendente no es la incorporación del nuevo signo, sino que no
se hubiera instalado antes en nuestros escritos.
En estos tiempos incluyentes y democráticos, donde se reconoce
plenamente los derechos de la diversidad textual, ¿por qué no
habríamos de aceptar y gozar de los beneficios de la doble coma
sí aceptamos y usamos otros signos combinados (casi dígrafos)
como el punto y coma, los dos puntos y, el colmo de colmos, los
muy desprestigiados puntos suspensivos?
¿Cómo no celebrar un signo que separa elementos de la oración
con énfasis, señala pausas reveladoras (no necesariamente más
largas, aunque no excluye una duración mayor), más incisivas,
intuitivas y -por qué no- emocionales? No hay razón para que las
dos comas empoderadas no cohabiten, convivan y operen instaladas
en el mismo espacio tipográfico señalado para un solo signo.
Ha quedado por fin superada la fragilidad de una coma simple
(nunca una simple coma) sin necesidad de recurrir al fin abrupto
del sintagma ante el punto y coma o los dos puntos, que tantas
veces se erigen como un muro por su rudeza, por no hablar del
fin súbito que señala el punto y seguido pues con él muere la
oración.
Pero el nuevo signo presenta ya un problema. Un célebre
semiólogo y novelista italiano de fama mundial ha abierto una
brecha que podría no cerrarse nunca pues han surgido partidarios
irreconciliables en ambos bandos. La doble coma, ha dicho, puede
operar en el texto una detrás de la otra o una sobre otra. A
esta última posición sus detractores la han llamado revanchista
y frívola; sus incondicionales la llaman simplemente vertical o
en pie de lucha, pues celebran que la coma ya no se encuentre de
manera obligada sobre la línea, al pie de las letras, al nivel
del ordinario punto.
Así, tenemos la doble coma horizontal y la doble coma vertical.
Es obvio que una posición distinta le otorgará a las dos comas
distintas funciones textuales, que deberán operar al menos en
dos planos y acabarán por modificar tanto el significado como el
significante. Un renombrado lingüista polaco, profesor de la
Universidad de Cambridge, ya ha sugerido si no estamos, en
realidad, ante dos signos distintos (la doble coma horizontal y
la doble coma vertical), lo que complica mucho más el sentido de
las pausas, la cisura, el hiato, que se abre en la oración y sus
multiples sentidos.
Mientras los gramáticos y académicos discuten, los fabricantes
de ordenadores, tabletas y toda clase de dispositivos han
saludado al nuevo signo y le han dado la bienvenida con una
carrera contra reloj para incorporarlo a los teclados y hacerse
con una buena tajada del mercado, que muy pronto será del cien
por ciento de las máquinas y los usuarios pues nadie podrá
prescindir de él.
Se ha anunciado ya el Primer manual de uso de la doble coma y se
espera que pronto se ajusten los planes de estudio de las
escuelas primarias y secundarias. Todo el mundo está de acuerdo
en que la doble coma o las dos comas llegó para quedarse, y una
vez que nos acostumbremos, dicen, no podremos vivir sin ella,
aunque tal vez tendríamos que decir sin ellas. Y es que, en
verdad, llegaron para quedarse porque además de necesarias son
encantadoras, deliciosas e irresistibles.
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