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Dos escrituras paralelas

Cortázar y Paz

 

 

 

 

Enrique Alfaro Llarena

 

 

…anillo de Moebius de una figura del mundo

 donde la conciliación es posible,

 donde  anverso y reverso cesarán de desgarrarse,  

donde el hombre podrá ocupar su puesto

 en esa jubilosa danza que alguna vez

 llamaremos realidad.

 

Julio Cortázar

 

¿La realidad será el reverso del tejido,

 el reverso de la metáfora

 –aquello que está del otro lado del lenguaje?

(El lenguaje no tiene reverso ni cara ni lados.)

Quizá la realidad también es una metáfora.

 

Octavio Paz

 

 

Las diferencias entre ellos son un abismo, un bosque cerrado que oculta sus semejanzas. Veo una brecha, intuyo el dibujo de un sendero poco frecuentado; me aventuro y sé que no sería difícil perder el rumbo, pero la experiencia, desde el inicio, es estimulante. Octavio Paz (marzo) y Julio Cortázar (agosto) nacieron en 1914, como argentino y mexicano representan dos puntas del continente de nuestras letras, y sus obras son dos estaciones tan luminosas y gratificantes en la literatura de su siglo; las suyas son literaturas brillantes hacedoras de belleza y pensamiento. Sin ellos, habríamos gozado menos, la realidad se hubiera deslavado, sabríamos menos del mundo, de nosotros mismos.

Sin ellos, sería imposible entender la poesía y el cuento, el ensayo y la prosa profunda y ágil escrita en español; algunas de sus mejores páginas, quiero decir, las imprescindibles entre las muchas en verdad brillantes y notables que escribieron, forman parte de lo mejor de los géneros que cultivaron y tal vez no sólo de las escritas en nuestra lengua.

Algunos de sus libros los sobrevivirán por mucho, mucho tiempo. Sin ellos, no se explican sus vidas, no se entiende una parte de nuestro horizonte cultural. Sus obras son dos puntos fijos y dos caminos. Fueron muy distintos, sus escrituras apenas conversan, pero convergen en varios puntos que al unirlos trazan una ruta y muchas preguntas.

Fueron amigos. En los años sesenta, Cortázar visitó a Paz cuando éste era embajador en la India. (Existe un video casero en el que bailan con otras personas en el jardín de la embajada de México en Delhi.) Se estimaron y respetaron, y se sabe que existe una copiosa correspondencia entre ellos, cartas que nos revelarán cuando se publiquen la hondura de su conversación y el diálogo intenso que mantuvieron. La pasión política, otro rasgo común, acabó por distanciarlos. Tomaron dos caminos opuestos, divergentes al punto de no encontrar el acuerdo mínimo para el diálogo.

Pero hubo un momento en que dos textos, como dos cometas contemporáneos y paralelos, irrumpieron e iluminaron con su singularidad y su inteligencia. El mono gramático y Prosa del observatorio son dos paralelas, dos escrituras “hermanas” que cruzaron el cielo de la lengua y lo incendiaron. Su fulgor es tal que aún no salimos del asombro.

Esos textos, esas escrituras, relatos que son prosas que son poemas que son prosas poéticas, revelaciones e introspecciones «suceden» en la India. Paz hace el camino de Galta («un poblado de ruinas en las cercanías de Jaipur, en Rajastán») hacia 1968, y Cortázar visita en 1967 el observatorio de Jai Singh, en Jaipur, y el de Delhi. Tardarían dos o tres años en escribir sus libros. Paz escribió El mono gramático en Cambridge, Inglaterra, y está fechado en el verano de 1970. Cortázar firmó Prosa del observatorio en París y Saignon,Francia, en 1971. Americanos, fueron al otro lado del mundo, la India, para escribir su experiencia en Europa.

No es fácil encontrar dos libros con esa fuerza y esa maestría; dos escrituras tan ceñidas  que renovaran la lengua. Por raros y singulares (empezando por sus respectivas obras completas), por irrepetibles, son dos impecables trayectorias paralelas.

La correspondencia y equivalencia en la intención, en la intensidad de esas prosas poéticas, tan lejanas y en contrapunto, de El mono gramático y Prosa del observatorio son pasmosas. Brillan en lo más profundo de la sabiduría vital de Octavio Paz y en la vitalidad fantástica de Julio Cortázar. Paz, camina y descubre, se asombra, encuentra; Cortázar parte de la imaginación y lo fantástico para encontrar la realidad. Paz avanza y cuenta, canta; Cortázar imagina y crea mientras sueña.

¿Por qué un santuario en ruinas, plagado de monos y mendigos, y un observatorio en ruinas, ambos en la India, despertaron la voluntad de escrituras tan extrañas como maestras? Ambas tienen, además, ilustraciones y fotografías que no son accesorias sino esenciales de los libros.

¿Alguna vez se habrán propuesto, habrán comentado, la intención de hacer textos de escritura pura, libre, a partir de lo que los movía y entusiasmaba? ¿Cómo explicar las coincidencias, que apuntan al Norte de la escritura pura, desnuda, en su más alta intención e intensidad? Es difícil imaginar dos prosas más distintas y al vez más contenidas, plenas de intención, abismales y profundas.

El mono gramático y Prosa del observatorio son viajes, caminos, encuentros, hallazgos, promesas, palabras, imaginación, deseo, historia y trayecto personal, monumentos verbales majestuosos erigidos a partir de ruinas de sitios sagrados y centros astronómicos, donde se busca el camino espiritual y se trazan los mapas de las estrellas. En ambos hay animales (monos; anguilas), está el pasado y la naturaleza, el erotismo, el yo y el presente, los otros y una visión de futuro.

El de Cortázar es un texto político: cree en un futuro utópico. El de Paz, una revelación del yo en todos los hombres. En ambos, hay algo sagrado, algo aún o resuelto y descifrado. Textos hermanos en su espíritu, escrituras eléctricas conductoras de inteligencia. Sabiduría hecha palabra, revelación imaginada; prosas magníficas aladas de poesía.

Estos textos podrían decir mucho de las razones y sinrazones de la amistad entre Paz y Cortázar. Dos creadores impecables, diversos, profundamente afines y diferentes; dos contemporáneos que dialogaron.

Estos textos equivalentes en sus respectivas obras, son piezas raras, únicas, misteriosas. Dos estadios perfectos de la revelación del hombre por la escritura. Escritura en estado literal o químicamente puro. Algunos hombres iluminados, a veces, cuando escriben, lo hacen como lo dioses.

 

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Escritor mexicano



Enrique Alfaro Llarena. Nació en la Ciudad de México en 1961. Es narrador, pero se ha ganado la vida como editor, profesor, gestor cultural y consultor en comunicación. Ha publicado artículos sobre literatura, música y cine en diarios y revistas. Ha hecho un programa en la televisión cultural y ha comentado libros en la radio. También escribe con estilográfica y pocas cosas le gustan más que teclear en su máquina de escribir mecánica. Es director de Leer y Escribir S.C. y cultiva los talleres de lectura por celebrar la amistad y compartir la experiencia del goce de la literatura.


Enrique es colaborador distinguido de Literatura Virtual.

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