Alessandro Baricco no se parece al común de los escritores, va
por la vida con un aura antiintelectual, un estar del otro lado
de las cosas, una simpleza ejemplar y dichosa. Bien pudo ser
actor o una estrella de rock. Decía en una conferencia
improvisada, con la misma soltura con la que los italianos
conversan en la sobremesa, quitándole gravedad a su oficio, que
su vocación literaria surgió de la necesidad de inventarse
cuentos a sí mismo: «Papá trabajaba siempre, mamá siempre estaba
triste; entonces tenía que contarme historias para no
aburrirme.»
De pronto, dice algo que casi cualquier otro escritor lo diría
con gravedad académica o trágica solemnidad: «El tiempo es algo
raro con lo que jugamos toda la vida. Jugamos una vida y casi
siempre perdemos.» Ulises tarda años en volver a su casa. Cuando
al fin está frente a Penélope, al final de la Odisea,
necesita tiempo para reencontrarse con su mujer. Necesitan
tiempo para reconocerse, para colmar su tiempo.
Todas las parejas tienen a fin de cuentas un problema de tiempo:
Julieta y Romeo no son la excepción. Su problema no son los
odios y pleitos entre sus familias, sin la falta de tiempo: una
noche es un poco tiempo, luego se acaba su tiempo, y mueren casi
al mismo tiempo. Les falto tiempo.
En la vida no se gana la partida contra el tiempo. A veces
estamos un poco antes, con frecuencia un poco después. Por poco
estamos a tiempo. La sincronía, pareciera, es la excepción, la
norma es el destiempo trágico. Es como ir siempre tarde, como
ser impuntuales, ir detrás en busca del momento justo que
permitiría el gran encuentro, la realización en nuestra vida,
nuestra historia; otra vez: en el tiempo.
Tenemos un lío con el tiempo, pareciera que quisiéramos jugar
con el tiempo o contra él, pero siempre, más tarde o más
temprano, nos quedaremos sin tiempo. Tenemos un problema grave
con el tiempo, y la belleza del ser humano, de la vida, nace de
ello. ¿No sería estupendo, por ejemplo, dice Baricco, poder
conocer a nuestra propia madre cuando era más joven, cuando aún
no habíamos nacido. Todas las historias tienen un problema de
tiempo.
Llegamos, conocemos, estamos a tiempo y a destiempo. Nos
ocupamos en tantas cosas, vamos de un lado a otro, y pocas veces
nos damos cuenta que nuestro gran problema es el tiempo. Tenemos
un problema con el tiempo.
Luego, habló de cómo se cuenta una historia, de sus libros. De
cómo funciona el tiempo en la ficción, de la velocidad del
lector que entra en el tiempo del autor. Yo me había quedado
atrás. Al salir de la conferencia, no quise, por mucho tiempo,
mirar el reloj.
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