Literatura Virtual - Relatos - Ensayo - Poetas  - Autor - Links

 

Una mirada ante el Tercer Milenio
Orígenes de la práctica religiosa moderna

Ensayo ganador del XII Certamen Literario Internacional Editorial Argenta, julio de 1999

 

Víctor Aquiles Jiménez

Obras del autor en Literatura Virtual


 

I.- EXPOSICIÓN ANALITICA

 

La Religión como una institución social

          Una de las primeras formas de institución social entre los hombres ha sido la religión, que como expresión cultural se origina en el estadio agrario.

          En este contexto es posible identificar a todas las grandes religiones de los pueblos con los paradigmas agrarios. Bien aclarado, es la Tierra la que representa el verdadero centro del universo tanto físico como espiritual y es a ella a la que hay que servir, ya que es esa misma tierra la que alimentará como a pájaros a los hombres que, a diferencia de las aves, piensan complejos rituales que solo una casta bien adiestrada podía manejar e interpretar, al servicio psicosocial y cosmogónico del alma social del pueblo que trabaja la tierra justificando su existencia en ella.

          De esta manera los símbolos se sacralizan haciéndose míticos a la vez. El pueblo sigue los consejos de la jerarquía religiosa y confía en las interpretaciones que éstos dan a los fenómenos naturales.

          Como los hechos no los han demostrado y como la historia nos lo ha contado, un sistema formado en ese sentido no podía dejar de crear un principio de autoritarismo por parte de la jerarquía religiosa, y de sumisión, por parte del pueblo, que necesita desvelar los misterios de la naturaleza y obtener respuestas frente a ella. hasta nuestros días las religiones actualmente existentes, que han logrado permanecer, hijas del estadio agrario, conservan sus tradiciones, sacralidad y paradigmas, en un mundo, que sin lugar a dudas, del estatismo agrario de una época superada, pasa a otra más dinámica, fuertemente motivado por un avance científico y tecnológico vertiginoso, en tiempos de la segunda revolución industrial.

          Ya Mariano Corbí nos dice con claridad (“Proyectar la Sociedad, reconvertir la Religión”. Edit. Herder, Barcelona, 1992):

          “En todas las grandes tradiciones encontraremos una u otra versión de los paradigmas propios de las sociedades autoritarias y los paradigmas dualistas. Según la tradición, preponderá uno de esos paradigmas sobre los otros tendrá una combinación u otra de esos paradigmas.”

 

Relaciones de la Religión con la Sociedad

          Por lo que hemos visto la relación de la religión con la sociedad ha sido hasta el presente fuerte y arraigada, bástenos mirar a todas las culturas y estudiar su historia y formas de vida para comprobarlo.

           La religión tal como se define conceptualmente es un conjunto de creencias acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacía ella, de normas morales de conducta y de prácticas para darle culto. Otras definiciones aclaran que la religión es una virtud que nos mueve a dar culto a Dios: profesión de la doctrina religiosa, obligación de conciencia, cumplimiento de un deber, orden, instituto religioso.

 

La Religión y su relación con la organización política y económica

           La religión como una institución social jerarquizada y organizada detenta además el poder político y económico de forma natural, ya que ella ha nacido desde que los hombres se hacen agrícolas y se asientan en lugares fértiles construyendo pueblos y ciudades.

          De esa forma aparecen los símbolos míticos, las supersticiones que responden a las preguntas sencillas de hombres dedicados a labores terrenales que no atinan a comprender los fenómenos del mundo que los rodea.

          En Occidente el Cristianismo plantea su visión judeo monoteísta de la Creación, del Creador y del Hombre, única criatura hecha a su imagen y semejanza. El Cristianismo recibe de la Biblia “la palabra de Dios”; los mandamientos y leyes que la humanidad deberá observar, respetar y obedecer para sobrevivir y crear una civilización de acuerdo a designios divinos. La Biblia expone: “Díjose entonces Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias de la Tierra y sobre cuántos animales se mueven sobre ella”.

           “Dijo también Dios: Ahí os doy cuantas hierbas de semilla hay sobre el haz de la Tierra toda, y cuantos árboles producen fruto de simiente, para que todos os sirvan de alimento”; (Génesis. 1, 26-30).

           El hombre que es la suprema creación de Dios, hecho a su imagen y semejanza es puesto como el señor de la Tierra y de todo lo que en ella vive y se mueve. Se le dice que lo domine y someta todo a su servicio, y que se multiplique en la Tierra para gobernarla y enseñorearse.

           De todas formas, lo que brota de la Tierra que es criatura hija de Dios también, el dominio encomendado, el hombre deberá ejercerlo con respeto.

           Mariano Corbi se plantea de forma muy interesante al respecto cuando reflexiona sobre la laicización de la actitud del mito creacionista, y de que todo lo que la Tierra otorga es un “recurso a explotar” por el hombre, amparado en ese poder sobrenatural. Corbi señala que es posible comprender el sentido que ha de tomar en sus inicios la religión como organización social en el control de toda la riqueza que la Tierra pueda ofrecer y al mismo tiempo ejerciendo el control político y cultural.

          Entonces es muy fácil comprender que en el seno de la religión que se estratiza de acuerdo a fenómenos espontáneos y a diversos intereses (como ya veremos) surjan clases y modelos que tendrán su influencia en la sociedad laica. Pero es atractivo de ver cómo se originan los fenómenos sociales y sus entramados para apreciar la interacción desde el modelo religioso, a continuación un ejemplo:

 

Cómo y por qué surgieron los monjes cristianos como organización

          Como ya hemos visto no siempre tenemos acceso a los archivos que la historia nos puede ofrecer para entender los hechos que han permitido un fenómeno o un cambio social importante. Sin embargo poseemos la suerte de recurrir a rasgos o pinceladas históricas que sí nos sirven para graficar siglos o milenios.

           La religión cristiana o católica pareciera reciente y moderna, y quizás sea ésa una facultad distinta a las otras religiones que aún persisten pero con sus viejos moldes y patrones agrarios y no se reciclan.

           La religión católica de hoy proveniente de los antiguos cristianos tomó de éstos sus principios y los cristianos primitivos adquirieron de otras religiones orientales ritos y dogmas.

           Karlheinz Deschner (“Historia Sexual del Cristianismo“: Ed. Yalde, 1992, Zaragoza, España) refresca su versión de cómo y por qué aparecieron los monjes cristianos. K.D. se refiere a que los cristianos primitivos vivían la fe peligrosamente adelantándose en siglos a Nietzsche a quien se debe la expresión de “vivir peligrosamente“ y que en esa posición frente a la vida, respaldada por la fe eclipsaron a todas las demás religiones.

 

           La vida de los cristianos hasta bien entrado el siglo II fue de hecho bastante retirada. ¡Casi todos esperaban el fin del mundo que creían inminente! Jesús, los apóstoles, toda la cristiandad primitiva creía en él con vehemencia, hasta que el fin del mundo se reveló como una falacia. La Iglesia sustituyó la espera del inminente final por otra a más largo plazo y el ansiado reino terrenal del Mesías por la “bienaventuranza eterna“. No obstante, los cristianos vivían ya rigurosamente retirados, esperando la vuelta del Señor. No iban al teatro, ni a los juegos, ni a las fiestas de dioses y emperadores. Por todas partes había ascetas pasando hambre y miserias. Cuando a finales del siglo II, los prosélitos se multiplicaron –especialmente en el catolicismo que estaba surgiendo por aquél entonces– los ascetas constituyeron el núcleo de la sociedad. Practicaban una completa abstinencia sexual, ayunaban y rezaban con frecuencia y formaron poco a poco un estamento propio.

          Finalmente abandonaron familia y sociedad y se organizó una especie de éxodo. Algunos permanecieron todavía en las proximidades de las ciudades y pueblos; otros pasaron al desierto, el “suelo materno del monacato“, de las hadas morganas... y de los camellos.

           La palabra “monje“ (de “monos“) sólo aparece por primera vez en el entorno cristiano hacia el año 180 –acuñada por un hereje, el ebionista Símaco–. Pero no hay un monacato cristiano hasta el umbral del siglo IV. A partir de ahí algunos cristianos empezaron a vivir solos o en grupos, pero sin leyes ni prescripciones firmes. Cerca del año 320 surgió en Tabennisi (Egipto) un monasterio dirigido por Pacomio, antiguo soldado romano. Fue él quien escribió la primera regla monacal, que imponía una disciplina militar y que, directa e indirectamente, influyó en las reglas de Basilio, Casiano y Benito. En el siglo V, el monacato cenobítico ya había crecido de tal modo que los ingresos fiscales del Estado se hundieron extendiéndose además por Siria, todo Oriente y, finalmente, por Occidente.

           La primera causa de escisión en la cristiandad, que la dividió en una doble moral, defendida desde hace mucho tiempo por sus partidarios como “doble vía hacía Dios“ fue el fuerte proceso de secularización (liberación de los sacerdotes de vivir en clausura), la total politización de los dirigentes de la jerarquía eclesiástica.

           Con frecuencia, se produjeron vehementes disputas entre monasterios y obispos.

          No obstante, en poco tiempo, la Iglesia consiguió poner el ascetismo y el monacato a su servicio y pudo reforzar así su poder mediante lo que había comenzado como protesta mística contra ella, como huida y renuncia al mundo.

          Creo que este ejemplo histórico es lo suficientemente claro para demostrar cómo la Religión, en este caso la Religión Católica ha ido asumiendo en el tiempo su identidad particular, su propia estratificación social su organización política y económica, basada en sus contradicciones y coincidencias.

 

No hay mal que por bien no venga

          La pervivencia de la Iglesia Católica apostólica Romana en el tiempo, luego de haber reconvertido como símbolo propio la propuesta de los sacerdotes cismáticos que crearon el monacato renunciando a todos los bienes del mundo, entre ellos a la vida sexual, es el paradigma y soporte sine cuan non en el que basa su dogma y liturgia por excelencia. De esta tremenda abstinencia voluntaria, antinatural, que es como morir en vida de los sacerdotes, a causa de la fe en un redentor de la humanidad, de nombre Cristo, es el estandarte que se alzará majestuoso, altivo de ahí en adelante por los siglos, imponiéndose como forma y sistema al resto de la comunidad de fieles que fuertemente impresionados ven en ese sacrificio un valor extraordinario no terrenal. Esta renuncia al máximo placer de la reproducción humana otorga firme y originales pilares a la Iglesia; por lo que en principio fue una intromisión de sus propios adeptos a su sistema de organización. Este cisma incómodo, que amenazaba su existencia, de pronto aporta la sustancia que la identificará e impondrá por sobre cualquier otro tipo de organización religiosa gracias al sacrificio de sus miembros afirmando que es la virtud que más agradada a Dios.

          Si bien es cierto que lo que hacen los sacerdotes de renunciar en el siglo II de nuestra era, tal como actuaban los primitivos cristianos que esperaban simplemente el final del mundo y la llegada del Mesías, en recogimiento, la Iglesia, al introducir esta renuncia a los placeres terrenales, acciona una válvula de escape, porque hace operar en su núcleo lo que no puede exigir a rajatabla a sus cientos de miles de adeptos en crecimiento, y por extensión a toda la sociedad. Esto fue muy inteligente, porque detenta el poder divino en una mano, por su contacto directo con Dios y por cierto, el político en la otra, porque todos los pecados del mundo caen sobre ella, que los espía sin importarle que los pecadores sean reyes, príncipes, políticos, vasallos o mendigos gracias al sacrificio constante ofrecido a Dios. Por lo tanto el natural disfrute de la carne pasa a llamarse y considerarse pecado y sólo es legítimo en el matrimonio como medio de reproducción.

          La Iglesia Católica puede renovarse todo lo que sea necesario doctrinalmente, cambiar e interpretar dogmas, cometer faltas y luego intentar repararlas, porque su dinamismo descansa asentado en algo impermutable: el celibato, que es el núcleo duro. Este factor la diferencia notablemente de otras formas de instituciones religiosas, en este caso orientales que hacen al revés, exigiendo a sus adeptos con férreas normas la abstinencia de bienes y la ilusión por la vida terrenal, sin otorgar a la actividad sexual el estigma de pecado, favoreciendo de paso más a los hombres que a sus mujeres que son dependientes de éstos y de los textos sagrados. Un poder totalitario de fe ejercido así, de cultura cerrada, que justifica las castas como voluntad divina, induce al estancamiento social y político de súbditos y gobernados de sacerdotes y fieles, afectando y dificultando el desarrollo y evolución espontánea, como lo entendemos en Occidente. La Iglesia Católica propicia el sistema de renuncia, castigo y aislamiento de las primitivas costumbres del cristianismo —lo más pesado— en su núcleo y se muestra dinámica y magnánima para afuera, delegando para sus fieles normas e imposiciones más soportables y flexibles que las de un convento. La misma Iglesia se va modificando de acuerdo al propio desarrollo de la sociedad de acuerdo al tiempo y los hechos, consiguiendo una adaptabilidad y permanencia que no encuentra símil.

          El fenómeno de la abstinencia sexual de los monjes el pueblo la interpreta como una autoflagelación, un martirio que aplacará la ira divina por los pecados del mundo, pero esa renuncia corporal les parece algo terrible, que sólo pueden resistir seres de naturaleza angélica, ya que no concibe la vida sin alguna satisfacción física sensual y sexual en algún momento de sus existencias y desde el punto de vista mitológico no es común encontrar seres asexuados y castos a no ser por Adán y Eva antes de ser expulsados del Paraíso por Dios. Las guerras, la explotación, el hambre, las enfermedades, la falta de medios y recursos, son cosas tan comunes, que se pueden tolerar gracias a la cercanía del disfrute sexual como premio a estas circunstancias. A la gente común les resulta increíble el sacrificio de los monjes que, abandonando todo placer y disfrute terrenal, puedan dedicarse de por vida a salvar almas en nombre de Dios. Por cierto el acto sexual desde esta óptica del celibato clerical comenzará a ser considerado como un pecado, algo sucio, conectado al mal. Independientemente a los estudios profundos de esta actitud que han hecho los especialistas, antropólogos y biólogos, entre otros, de si es natural o no el celibato de su práctica permanente, y de sus implicancias psicológicas, ante la potencia de la Naturaleza, la Iglesia da muestra de un poderío omnisciente basado en la castidad de sus ministros y sacerdotes, que hacen transparente toda la institución de pecado y tentación terrenal, adquiriendo una jerarquía inalcanzable para el laico y el vulgo, cuya fortaleza proviene directamente de su renuncia a los placeres terrenales incluyendo el acto sexual. Siendo así los hechos de ahí en adelante, la castidad, la pureza de sus miembros es la fuerza que le otorga autoridad moral sobre sus fieles: pecadores originales, en pecado mortal que necesitan purgar sus pecados a través de la Santa Iglesia. Al paso de los siglos, la gente tiene más acceso a la información y con ella se va enterando de lo difícil que ha resultado a la Iglesia mantener la castidad de los sacerdotes, porque la lucha constante contra la naturaleza humana no es fácil y escarbando en su historia es obvio que aparezcan las muestras de ese calvario. Para algunos altos miembros del clero el martirio del celibato les parece una aflicción desproporcionada y proponen una reforma creando con ello un nuevo cisma. Para los fieles acérrimos de la Iglesia Católica verla vinculada a hechos que cuestionan su santidad les parece terrible un hecho incalificable, inaceptable e incomprensible, y sienten remecerse los pilares de la institución que tienen por la casa de Dios. Los fieles que ven en el tapete el mal representado por el pecado, es decir el sexo, en toda su historia de conductas y hechos de abusos sexuales y de diversas prácticas reñidas con la moral de sacerdotes con niños y jóvenes de ambos sexos, etc., etc. un augurio de fin de mundo.

          No se necesita mucha sagacidad para comprender que la Iglesia Católica saldrá incólume de esta prueba a pesar de haber levantado su imperio religioso basado en la castidad. Pero tiene a su favor la experiencia de que sus cimientos son los pecados del mundo, tal como hiciera en su apostolado Jesús. El que peque dentro de ella no representa en verdad un peligro para su permanencia en la sociedad y el tiempo como suele suceder con otras instituciones, porque el pecado y los pecadores son su razón de ser. La Iglesia ha recibido como Cristo, los pecados y debilidades del mundo, haciendo de cordero expiatorio, para redimirlos a costa de su intervención ante Dios y que en su seno haya debilidad y pecado entre sus sacerdotes lo puede esgrimir como la lucha interna contra el demonio que hacer caer a sus mejores ministros y hombres de fe, demostrando que la lucha en su interior es legítima y que no está libre de tentación. A su favor la Iglesia cuenta con el factor de que no ha caído en contradicción con el sentido axiomático de su existencia.

          Para entenderlo mejor, en conclusión, el punto débil de la Iglesia no son sus pecados sino sus virtudes. Mientras esto sea así, aunque suene a ambiguo la Iglesia tiene asegurada su estabilidad y permanencia por largo rato en el mundo.

 

II– CONTEXTO CRÍTICO

 

Las creencias religiosas

           Si bien es cierto que podemos definir y conocer muy bien la Religión Cristiana de Occidente sea esta Católica, Protestante, Ortodoxa, etcétera, todas derivadas del antiguo cristianismo judeo-monoteista, y de reconocer a otras religiones recientes inspiradas en el cristianismo y cosmogónicas a la vez, como la Iglesia Mormona por ejemplo, y sectas muy bien organizadas, debiera ser necesario pensar qué es lo que hace que una organización religiosa sea una propuesta socialmente aceptada.

          Como en la antigüedad el mundo era África, Europa y Oriente, geográficamente emparentados, resulta fácil comprender que el patrón de “fondo”espiritual” fuera similar para todos los pueblos organizados socialmente en el primer estadio agrícola.

           Partiendo de la hipótesis de que la fecundidad de la Tierra fuera la primera versión inspiradora de míticas interpretaciones que hicieron posible las religiones y éstas a su vez detentaran de manera axiomática la organización social de todo el pueblo, es necesario indagar en el carácter psicológico de una creencia y de una respuesta antropológica, para conocer el resultado sociológico.

          El hombre necesita el misterio como dijera Pascal, el misterio origina temor, miedo, y el miedo es un factor aglutinante.

          En la larga historia de la evolución humana, desde la hominización hasta fechas relativamente recientes, los hombres vivieron de la caza y de la recolección.

          Durante toda esa época los hombres fueron “programados”–a decir de Mariano Corbi– por el paradigma mítico simbólico cazador. Ese sistema ha llegado hasta nuestros días en algunos pueblos marginales.

           Cuando por circunstancias principalmente climáticas ya no fue posible vivir de la caza y de la recolección y se inició la agricultura, la humanidad conoció una de las más grandes transformaciones de la historia: se construyó (aunque sin conciencia de hacerlo) un nuevo paradigma (misterio) mítico-simbólico, el agrario, que transmutó radicalmente el sistema de interpretar y valorar la realidad transformando la sociedad, la religión y la totalidad de la vida y la cultura.

          Y así, cada pueblo, de acuerdo a su clima y condiciones fueron construyendo además de sus formas de procurarse el sustento sus propios paradigmas. Por ejemplo, donde la agricultura no fuera posible, los pueblos aprendieron a vivir de la ganadería, eso exigió un modo radicalmente distinto al de la agricultura con otro paradigma mítico-simbólico: el ganadero. Al borde de los grandes ríos nació una nueva modalidad: la agricultura de riego, que para poderse practicar requirió cierta destreza y conocimientos para controlar las aguas de los grandes ríos y hacer posible el regadío.

          De nuevo tuvo que crearse un mito que, asumiendo la influencia agraria, lo hiciera lo suficiente complejo como para asegurar a la vez, una rígida estructura social jerarquizada, capaz de unificar el esfuerzo de grandes masas de hombres.

          Este complejo paradigma había de ser el agrario–autoritario; que ha sido aplicado de formas muy diversas hasta nuestros días, en sociedades básicamente agrícolas que, por una causa u otra, han requerido una organización autoritaria.

          Ya que estamos en esto es bueno comparar la evolución de otros pueblos como fueron los antiguos escandinavos (evocados en la vieja literatura Edda) en que su dios Odín es el dios de la guerra, del saber, y de la poesía. Un dios agresivo, sabio y profundo a la vez, una característica propia de un dios. Los antiguos escandinavos (vikingos) que vivían expuestos a terribles condiciones climáticas debían movilizarse y practicar la guerra como un medio de subsistencia; invadiendo a pueblos asentados y agrarios. Al crearse sus propios paradigmas –creían los escandinavos– que morir en la guerra era conquistar la eternidad en su cielo (Valhall). Esto grafica un modo de vivir en un medio natural inhóspito, en que la vida terrenal poco ofrecía por su inseguridad y por las consecuencias de las interminables guerras de entonces.

          Creo interesante rescatar para este trabajo algo más sobre las creencias religiosas de los pueblos antiguos escandinavos. Debo aclarar que su mitología es bastante abundante, pero aparte de Odín (Oden) ellos tenían un dios al que yo me atrevo a clasificar de menor jerarquía que Odín, y que comparo con una especie de demonio: alegre, caprichoso, vengativo, y muy ingenuo que cualquiera podía engañar. Este es un dios muy querido por el pueblo escandinavo y se le recuerda en fiestas especiales en las que se venden unos collares con pequeños martillos.

          La historia de Tor dice que era un dios que andaba en un carro arrastrado por carneros, y que defendía a los campesinos con un martillito pequeño que colgaba de un collar. Tor tenía además un martillo grande llamado Midiner con el que defendía al cielo provocando tormentas y tempestades. Con ese martillo de poderoso poder podía acabar con cualquier enemigo.

           Si estamos hablando de la influencia del medio ambiente sobre la creación de mitos, veremos en Tor como en Zeus de los griegos, a la actividad reciente de la era del hierro entre los hombres, que eleva a la condición de dioses o sacraliza el trabajo del herrero que fabrica espadas, lanzas, escudos y yelmos entre las chispas asombrosas del fuego.

           Apreciamos la influencia ganadera en el carro de Tor arrastrado por carneros y el martillo que señala ya el advenimiento de la época industrial.

 

Los Grandes e Imbatibles Mitos

          Los grandes e imbatibles mitos de la religión son dos: La creación, la fecundidad sin estos paradigmas el triunfo de las religiones habría quedado relegado a un estado parecido al que cumplen hoy en día las bibliotecas, llenas de volúmenes.

          Creación y fecundidad han dado “espíritu” a las religiones más antiguas que hasta hoy perduran. Mientras los hombres no encuentren respuestas a estos dos misterios las religiones y el hombre religioso seguirán existiendo dinámicamente.

          La fecundidad la vemos representada por la Tierra (representación cosmogónica) y por la mujer (representación humana).

          Sin estudiar un poco más a fondo las fuerzas que llevan a la religiosidad a las personas y a la creación de instituciones religiosas cualquier trabajo puede resultar poco objetivo. Trataré de simplificar el extenso estudio realizado por Karlheinz Deschner todo lo que me sea posible. Se habla ya que en la época prehistórica, cuando la humanidad era pequeña y la duración de la vida corta, y la mortalidad infantil grande, la capacidad reproductora de la mujer fue la oportunidad de supervivencia para el clan. Se recelaba, no obstante, de la fertilidad femenina, no reconocida aún como una consecuencia del apareamiento, sino como la consecuencia de un poder numinoso, lo que le dio a la mujer una especial significación de carácter mágico. Ella era un misterio primordial. Por el contrario el padre, seguía siendo un desconocido. De acuerdo a las investigaciones no es casualidad que las más antiguas estatuillas del paleolítico legadas a nosotros en su mayor parte sean figuras femeninas, madres primordiales o ídolos de la fertilidad, y no obscenidades del período glacial. Casi sin excepción son mujeres mayores, figuras maternas. En todas ellas hay un avanzado estado de gestación.

          Esto demuestra que el matriarcado el culto a la Diosa Madre precede con toda probabilidad al del Dios padre.

          Esta adoración de la Gran Hembra se había visto favorecida por el desarrollo económico de la edad glacial tardía y por la sedentarización provisional de los cazadores de Eurasia Central. Desde Grecia hasta México –dice Deschner y yo agrego hasta el fin del continente americano– la madre sirve de nexo en la familia primitiva, porque da a luz. Así se convierte en representante de la Madre Tierra (presente en la tradición Inca, por ejemplo), de la Madre Luna, de la Gran madre. Ahora, cuando el sedentarismo acaba, desaparecen con él las culturas femeninas.

          Es en el Neolítico cuando paulatinamente comienzan a aparecer signos contrarios, imágenes fálicas y símbolos masculinos de la fertilidad (fertilidad y fecundidad, un axioma humano masculino-femenino).

          No obstante, si en el Neolítico hay un número cada vez mayor de demonios de la fertilidad que se suman a los ídolos de la fecundidad, antaño predominantes, también aparece el dios masculino junto a la diosa materna, lo que es un reflejo más de la nueva situación agraria: del creciente significado económico del hombre, consecuencia de la ganadería, de la agricultura. Entonces, como cuidador y cultivador del suelo, el hombre adquirió progresivamente los derechos de la mujer, hortelana y recolectora, y, sobre todo, se le consideró cada vez más procreador. Y justo esta estrecha colaboración en el trabajo, así como el reforzamiento del sentido agrario de la familia y la función de los padres, encuentran ahora su correspondencia en el mundo de los dioses. Todavía suelen estar subordinados –como hijos o amantes– a las mujeres, pero más tarde las igualarán en el rango, y, finalmente, en las culturas patriarcales serán dominantes.

          La Gran Diosa Madre es destronada y reducida a divinidad subalterna, después a diosa del mundo inferior: expresión del destierro de la religión maternal. La mujer se ve rebajada, su poder reproductor disminuido, mientras el prestigio del hombre, del padre, aumenta. Sólo al falo ahora se le reconoce potencia vital. Por eso Apolo proclama en las Euménides de Esquilo “La madre no da la vida al hijo, como dicen, ella nutre el embrión“.

          De todos modos, la divinidad masculina sale a la luz tardíamente en la historia de la religión y obtiene su dignidad como hijo de la diosa madre. El hijo de la diosa madre se convierte a menudo en su amante, y así surge el dualismo característico de las grandes culturas arcaicas, el pensamiento de las polaridades, el mito de la pareja divina que concibe el mundo: Padre Cielo, Madre Tierra, cuyo matrimonio sagrado el punto central del culto a la fe.

           Cielo y tierra son la pareja primordial, tanto en el mito griego como en la lejana Nueva Zelanda, donde se llaman Rangi y Papa. En la mayoría de los casos se considera al Cielo masculino y desde los tiempos más remotos a la Tierra como un ser femenino, apareciendo una y otra vez como hembra yacente de cuya vagina sale el género humano. Esquilo representa así el matrimonio sagrado y el acto de la fecundidad:“ y el campo de labor está conmovido por el ansia de boda. La lluvia cae desde el Cielo, anhelante de amor, y preña a la Tierra. Y ella da a los mortales la hierba para el ganado y el grano para el hombre (...)

 

Nacen las religiones adoradoras del falo

          En la India, los pueblos anteriores a la llegada de los arios se llaman ya en la literatura sagrada “adoradores del falo“. Indra, dios principal de la religión védica acompañado del toro como representación genésica y del poder reproductor de los testículos.

          También en Egipto aparecen en los relieves de los templos los órganos sexuales de los dioses de la fertilidad. Las estatuas de Osiris como animal de tres penes eran llevadas en procesión, mientras que las mujeres excitadamente movían, mediante un mecanismo de cuerdas, la imagen del dios, que exhibía un enorme falo.

          En el sintoísmo japonés, rebosante de ideas de la fertilidad, se conoció hasta tiempos muy recientes un culto al pene de gran difusión, con grandes templos, fervorosas plegarias y falos votivos.

          En fin, Egipto, Grecia, Roma, India, Japón, Asia Menor, África, la adoración del falo como un símbolo de la fertilidad fue el origen del patriarquismo y del Dios masculino.

          En la actualidad los pueblos escandinavos celebran una fiesta anual de la fertilidad en donde se exhiben unos símbolos con los órganos masculinos y femeninos. En África algunos pueblos aún practican ritos de coito en ceremonia de fertilidad.

 

 El pueblo Aimara, una cultura religiosa en torno a la Tierra

          Cuando la crisis ecológica cuestiona los contenidos y formas actuales ese intercambio vital entre los hombres y la naturaleza, que los cambia a ambos, nos es posible aún conocer un mundo distinto, pero tan real como el nuestro, en que hombres reunidos en comunidad e integrados por una cultura sorprendente, trabajan con cariño, y respeto religioso la tierra, no para dominarla y transformarla mecánicamente, según proyectos empresariales sino para hacerla parir aquellos bienes necesarios que ya están contenidos en su seno maternal.

          Con la llegada de los españoles al continente americano fue posible conocer en Europa la papa y luego en todo el planeta prácticamente. La papa es un tubérculo sabroso y nutritivo que se puede preparar de muchas formas. La papa ha contribuido a combatir el hambre y ya es parte de la dieta y cultura tradicional de muchos pueblos en el mundo.

          La papa es originaria y típica de la región andina. Milenariamente se le conoce en el pueblo aimara, que se ha organizado en torno a la papa socialmente. El pueblo aimara de la papa elabora el chuño, un alimento muy preciado, que se emplea además para preparar bebidas alcohólicas y medicinales. El relato de la eboración del chuño se centra en el manejo ancestral de la papa y el clima. Sin embargo, el marco mitológico, las costumbres religiosas, los ritos de producción que la acompañan, son parte inseparable de esa tecnología.

          En contraposición, hace ya varios siglos la tecnología occidental perdió la dimensión religiosa, materializándose, empobreciéndose y quedando unidimensional. Por eso es sumamente importante que el hombre aimara crea que obtenga todavía su supervivencia gracia a sus dioses protectores. En la concepción andina de sus creencias religiosas no existió la idea abstracta de Dios. “A las divinidades se les conocía por sus nombres propios. De ahí, cuando el hombre aimara realiza esta actividad, está muy consciente de la presencia activa de la chuñäw mamata y del wayra tat, deidades meteoro-anímicas del andino con quienes se relaciona íntimamente“. (Rost-Worowki, 1986:9).

 

La importancia de la religión en la creación de Occidente

El factor decisivo en la Creación de Occidente no fue la extensión política y administrativa del dominio de Roma, sino sobre todo, la asombrosa empresa de la cristianización de los paganos. Arturo Uslar Pietri

 

          Sobre estas líneas que parecieran sobredimensionadas descansa la gran verdad de la civilización moderna en Occidente, al referirnos en concreto a la religión católica, que fue artífice y protagonista de la creación de un nuevo mundo, que ha dado por iniciada la época moderna. Si las religiones han sido importante en la evolución de sus pueblos, y los dioses, y sus paradigmas han servido social y culturalmente al género humano, ya sea para dirigirlo moralmente y dar respuestas a los fenómenos telúricos, cósmicos y terrenales e impulsar su desarrollo, hayan sido las religiones –en principio– formadas en distintas épocas, e influidas por las circunstancias referentes, fueran estos los estadios: glacial, paleolítico, neolítico, ganadero, o agrario, etc. que dieron inicio a sus paradigmas-míticos, muchas de ellas han podido permanecer hasta el presente por la oferta que representaron en su tiempo.

          Hemos desarrollado en el presente trabajo un informe bastante fidedigno para poder entender un poco la filosofía, el rol de la religión y su eficacia en el manejo del control social y económico, al mismo tiempo que ha sido capaz de ofrecer la sacralización de los dogmas de la fe frente a los misterios del mundo.

          Y también así como algunas religiones han desaparecido en el tiempo y otras han naufragado en las aguas de la historia; otras perduran por el fervor del fanatismo que ponen los pueblos en sus dogmas, de espaldas a la moderna oferta de la realidad. La religión cristiana fue capaz de hacer un camino al futuro, creando un mundo que ni los profetas de esta fe imaginaron, por más que sus apóstoles dirigieran sus sandalias por polvorientos caminos y desierto. Pero como Cristo, que caminó milagrosamente por las aguas, 1.500 años después, nuevos apóstoles harían el mayor milagro que religión alguna pueda haber conseguido nunca al internarse en frágiles embarcaciones en el mar.

          Arturo Uslar Pietri, ha descrito magistralmente al llamar grandioso proceso al acontecimiento que fue la Conquista de América, diciendo que no fue la obra inexplicable de un hombre, ni siquiera de un puñado de hombres; fue una de las mayores, si no la mayor, de las empresas colectivas que han llevado al hombre a sobrepasar su condición individual. Nos dice que todos tomaron parte en grado variable desde las señeras figuras de los reyes Católicos, Doña Isabel y Don Fernando, hasta los hidalgos pobres de “rocín flaco y galgo corredor” los letrados, los teólogos, el cambiante mundo de la picardía, los campesinos, los frailes, todos los hombres ávidos de acción y de aventura a quienes la increíble noticia fue alcanzando, como el eco de una campana de rebate.

 

El factor decisivo de la religión

          La historia de la Conquista de América es por todos conocida, más aún después de de Magna Celebración de los 500 años. Todos sabemos que Bartolomé de las Casas contribuyó decisivamente en beneficio de los mal llamados indios a que fueran considerados personas, reconocida además su condición humana y súbditos de la Corona de España y su posterior reivindicación social. Todos hemos estudiados a los héroes, las epopeyas y todos quisiéramos olvidar la cuota de sangre y del horror que hay detrás, pero lo que nos interesa hoy es hablar con precisión de la religión.

          Apenas asegurada la dominación militar en América llega la otra expedición, la más ambiciosa y temeraria, la de los doce frailes franciscanos que van acometer la impensable empresa de hacer cristianos el imperio de Moctezuma. Los atónitos aztecas vieron a Cortés, en medio de todo su aparato de conquistador victorioso, ponerse de rodillas para recibir a los doce pobrecitos de Cristo. Ninguno de los dos mundos sobrevivirá plenamente a esa confrontación total. Unos y otros van a cambiar no sólo dentro de los límites físicos del nuevo escenario, sino mucho más allá. Lo que comienza a surgir no va ser una Nueva España, como pudieran desearlo los conquistadores, ni tampoco va a mantenerse el México antiguo. No va a ser ni lo uno de lo otro, sino el vasto surgimiento de una confluencia que refleja el legado de sus forjadores, con sus conflictos y sus no resueltas contradicciones en el múltiple e inagotable proceso del mestizaje cultural americano.

          Debido a ese mestizaje de la identidad americana resulta tan desgarrador y vivo el problema de su identidad, y en consecuencia el desarrollo. Veremos esto en el siguiente tema.

 

La Religión del Trabajo

          Uno de los temas más debatido es la contradicción que hay entre las dos Américas. Estados Unidos representa la primera potencia industrial y tecnológica del mundo, mientras que los países latinoamericanos apenas emergen del subdesarrollo, siendo que ambos fueron descubiertos y colonizados al mismo tiempo.

          Se dirá que se debe a que América del Norte fue “civilizada” por anglosajones mientras que los latinoamericanos por españoles y portugueses, paradigmas del más acendrado espíritu latino. Jorge Laplace, en su artículo La Religión del Trabajo (Las Ultimas Noticias: julio de 1985), destaca esta diferencia diciendo que los puritanos anglosajones llegaron al nuevo continente trayendo a sus mujeres e hijos, lo que les obligó a conseguirse un pedazo de tierra y trabajar muy duro para mantenerlos. El conquistador ibérico, al contrario, arribó solo a esas tierras, y su mayor anhelo fue descubrir las riquezas del Dorado en medio de miles de aventuras.

          Como un aporte al excelente trabajo de Laplace habría sido interesante agregar el detalle de las fechas: los aventureros españoles llegaron a América en 1492 y los 20.000 hombres y mujeres provenientes de Inglaterra, descontentos, que cruzaron el Atlántico asentándose en la esquina noreste de los Estados Unidos, en la región que conocemos como Nueva Inglaterra, lo hicieron entre 1620 y 1640, vale decir 148 años más tarde. Entonces había pasado un tiempo más que respetable hasta su aparición. Los “descontentos ingleses, con la propia vida que llevaban en su país, posesionados intelectualmente de un mal llamado puritanismo” a decir de Edmundo S. Morgan, profesor emérito de la Universidad de Yale, en la Influencia del Puritanismo (Suplemento del País, La Historia Revisada, Capítulo 6: Octubre de 1992) no tuvieron ni remotamente los peligros ni dificultades de los conquistadores.

          Ahora, retornando las palabras del investigador chileno y periodista Jorge Laplace en su muy bien informado artículo de que Max Weber, en su “Ética del Protestante” resalta el culto al trabajo y al esfuerzo que inculcaron Calvino y Lutero a sus compatriotas, lo que explica el éxito que han tenido en el mundo capitalista y productivo (que difundieron por todo el planeta). Ambos reformadores basaron su doctrina en un concepto individual: cada uno es responsable de su salvación eterna, no vale el perdón de los pecados al estilo católico, ya que ante Dios estamos irremediablemente solos, sin ayudas ni sostenes. Mientras esté en la Tierra, cada ser humano debe asegurarse la gracia divina realizando las tareas para las cuales ha sido enviado. Sólo la actividad, no la vagancia ni el placer, sirve a la voluntad de Dios; cada hora perdida representa una hora menos al servicio del Señor. Todos deben trabajar, incluso los ricos, aunque no lo necesiten, porque se trata de una cuestión ética y no económica. Si el trabajo da ganancias y utilidades, no hay que despreciarlas, sino aumentarlas, ya que resultan consecuencias del designio divino.

          Lo que sí es pecaminoso, para los protestantes, es la vida floja y placentera, el lujo que conduce a la molicie. Este ideal perduró y funcionó bien mientras existió el espíritu religioso. Los países nórdicos y anglosajones marchan a la cabeza de la humanidad en riquezas, y poderío, imponen ciencias y tecnología. Pero cuando se pierde el criterio ascético, comienza la tentación de gozar de los recursos disponibles, la fiebre del consumo y el hedonismo reemplaza a la mística del trabajo. El conquistador hispano buscaba más la gloria que el dinero. Al contrario de los anglosajones, formó aquí escuelas y universidades. La moral católica de los religiosos, especialmente franciscanos y jesuitas, impidió el exterminio total de los indios y bregó por darles condiciones dignas de existencia. Imposible fue evitar los abusos. Lo fundamental es que las diferencias entre la América morena y anglosajona son originadas por la religión. La visión de Max Weber resulta hoy en día exótica con los cambios y transformaciones que ha vivido el mundo, porque si las conductas motoras del mundo han sido ejercidas por los principios religiosos, especialmente de una religión que rinde culto a un Dios-agrario, que obliga al trabajo como una forma de culto, esta forma de culto estaría sobreviviendo aún en pueblos que son de origen andino y católicos, y no precisamente en los pueblos anglosajones que hace mucho tiempo perdieron el sentido religioso del trabajo. Sin lugar a dudas que la religiosidad mestiza entre el hombre andino y el catolicismo ha permitido dar identidad a una raza nueva, con mitos y creencias peculiares que responden a la realidad de sus pueblos que en el presente trabajan y viven del trabajo amoroso y sagrado que sienten por la tierra que les sustenta. Esta creencia y el ritual de sus trabajos que realizan, es de origen milenario y se sobrepone al ideal que un tiempo tuvo la sociedad protestante anglosajona.

          Aunque los pueblos americanos “conquistados“ mantienen su religiosidad nata es bueno conocer un poco su filosofía para entender su perdurabilidad. Perdura esta religiosidad porque aunque la mezcla de religiones, ambas del estadio agrario, la del hombre andino es femenina: La Diosa-madre y no el autoritario Dios-padre, que aún obliga a sus pueblos “elegidos” a matar por la Tierra Prometida. Es muy reciente una noticia sobre este tópico que ha dado la vuelta al mundo sobre el asesinato cometido por unos colonos judíos en contra de personas que no eran de su misma etnia. Esto se puede entender cuando se lee en la prensa lo siguiente “Una reciente conferencia de rabinos llegadas de todo el mundo a Israel condenó la política de paz de Rabin, basada en compromisos territoriales. Porque, según la resolución final de la conferencia, el código religioso judío, la Halaskha, prohibe ceder a los no judíos cualquier porción de la tierra que Dios les prometió a su pueblo” (El País: 27 de febrero de 1994).

          ¡Qué diferencia con la Pachamama del hombre andino! según aprecio en el libro Criar la Vida del Dr. Juan van Kessel, sociólogo y de Dionisio Condori Cruz, antropólogo. (Vivarium, junio de 1992:27) “ Pachamama, es la divinidad principal de los Aimaras. Junto con los achachilas es la protectora y cuidadora por excelencia de los campesinos. Es una madre anciana que ampara a sus hijos y les da los alimentos que necesitan para vivir. Al mismo tiempo la consideran joven, como una virgen que se renueva constantemente. Muy a menudo la identifican con la virgen María, hablando de la 'Santa tierra', de la wirjina o de la wirjin mama. El campesino tiene un respeto profundo por la tierra y manifiesta su reverencia hacia ella continuamente, la invoca en casi todo los ritos le “paga“ con sus ofrendas por los bienes que recibe. Cuando va a tomar alcohol, siempre derrama primero algunas gotas en el suelo, en honor de la Pachamama- (...)

          “es la diosa de la naturaleza, es la divinidad más querida de los hombres, no sólo porque es nuestra madre que en vida nos asiste, sino que también nos da la paz eterna cuando morimos acogiéndonos en su regazo. Pachamama se encuentra en todas partes, esto es, en toda la superficie de la tierra, así como en el subsuelo, los minerales, los cerros, los lagos, los ríos, los montes, las flores, todos forman parte de su existencia”. (Oblitas, 1978:54).

          En la interpretación freudiana del cristianismo está implícita la idea de que la religión es un “reflejo“ de situaciones reales (no un reflejo perfectamente fiel, es cierto, pero de todas maneras se trata de un sistema de imágenes elaborado a partir de situaciones vividas). Karl Marx consideraba la religión profesada dentro de las sociedades divididas en clases, como una forma de ideología (una “falsa conciencia de las relaciones existentes entre los hombres”), usada por las clases dominantes para mantener bajo control a los pobres y desprotegidos.

Un ejemplo de este mecanismo sería el papel que desempeña la religión en el sistema de castas de la India, sociedad en la que la posición se halla determinada desde su nacimiento. La religión justifica este orden social a través de la doctrina de la reencarnación. El status de cada individuo sería el resultado de su valor moral en las vidas anteriores. En consecuencia, si bien el hombre no puede alterar su suerte en esta vida, puede asegurarse un destino mejor en sus vidas futuras, a través de un comportamiento virtuoso (que incluye, entre otras cosas, la aceptación de las desigualdades impuestas por el sistema de castas.

          Otro ejemplo de uso ideológico de la religión puede ser hallado en la Inglaterra del siglo XIX. Después de una semana entera de duro trabajo, los obreros y los trabajadores agrícolas aprendían en la iglesia himnos con letras de este tipo: "El rico en su castillo y el pobre en su portal; Dios creó hombres grandes y pequeños y determinó cuál es su lugar". No se podría encontrar afirmación más rotunda de que la estructura social está fundamentada en una orden divina, lo que la hace inmune a las críticas o a los intentos de introducir modificaciones hechas por los hombres. Según Marx, el cristianismo reconcilia a los individuos con sus respectivas posiciones sociales.

          Las consecuencias peligrosas del mito religioso creacionista –nos dice Mariano Corbí– a la larga y después de varios milenios de aplicación, no se deben al lado religioso del mito sino al paradigma de dominio de lo que se expresa Reconvertir la Religión. Edit. Herder, Barcelona, 1992).

 

 III.- CONCLUSIÓN INTEGRADORA

 

La práctica religiosa moderna

          En este trabajo se presenta a la religión como una de las primeras instituciones sociales de expresión cultural originada en el estadio primario de la sociedad humana y luego en el estadio agrario. Se hizo una relación de la religión con la sociedad con las organizaciones políticas y económicas. Para poder entender a los misioneros cristianos de la Conquista de América, en un capítulo anterior se habla de cómo surgieron los monjes cristianos y su posterior organización. Después se realiza un estudio somero de las creencias religiosas y se presentan los grandes e imbatibles mitos que han sustentado las creencias desde etapas inmemorables. Se presentan las religiones orientales adoradoras del falo en contraposición a las antiguas diosas de la fertilidad que gobernaron espiritualmente a los pueblos mucho antes, mostramos además a culturas religiosas tan antiguas como las de los aimaras descendientes de la Civilización Inca. Luego nos ocupamos de la religión Católica y su participación en la creación de Occidente y reseñamos sus causas y tratamos el tema hasta donde podemos llegar. Explicamos el sentido teológico de la religión que en su esencia es un mandato de Dios que pesa sobre los hombres. Tratamos de responder a las causas de las diferencias de una América anglosajona rica y poderosa industrialmente y de una América morena, en vías de desarrollo, disociando las culturas y principios religiosos de ambas. Tocamos el cruce de sangres, el mestizaje cultural y sus respuestas.

          A partir del tema la “Religión del Trabajo“ se habla de las diferencias entre los conquistadores ibéricos y la mentalidad puritana de los ingleses que llegaron al nuevo continente, con el pensamiento de los fundadores del protestantismo: Calvino y Lutero, y el dogma que impusieron hasta el presente sobre la religiosidad del trabajo que trajo como respuesta el desarrollo industrial en todo el planeta. Analizamos que este sistema funcionó mientras existió la religiosidad en el trabajo y que a consecuencia del exceso de riquezas, los pueblos ricos perdieron el criterio ascético gozando de los recursos disponibles, lanzados en una pendiente consumista imparable, en contra de los principio de austeridad divina.

          Recurrimos a Max Weber y comparamos sus planteamientos con la época actual y presentamos un ejemplo, basado en la concepción andina del trabajo con una alegoría disociando las culturas y principios religiosos de ambos. Tocamos el cruce de sangres, el mestizaje cultural y sus respuestas. Vimos que mientras el conquistador ibérico se cruzó con los pueblos conquistados, formando una nueva raza y otorgándole su propia cultura, educación y fe, por el contrario los puritanos ingleses propiciaron la producción, la industrialización y por ende el desprecio cruento por los mal llamados indios, consecuencia que hasta hoy perdura. Damos una interpretación freudiana de la religión y otra marxista, ya que estos dos hombres: Freud y Marx han hecho parte de la historia moderna con sus teorías, influyendo mucho en los grandes acontecimientos de los últimos tiempos. Pero este trabajo debiera terminar aquí, buscando una interpretación al futuro de la creencia religiosa frente a la nueva sociedad industrial. Tendríamos que ver si la religión es capaz de asumir un nuevo papel sin sus viejos moldes. Sin su jerarquía agraria. Hay que ver qué hará la religión cristiana en una sociedad programada para la innovación, en la época del ecologismo y la globalidad. Tendremos que hacer un diagnóstico basado en la experiencia de milenios de fe. Tendremos que preguntarnos si la religión será un motor en la próxima cultura o un freno, y su posible viabilidad.

 

¿Qué se entiende por reconversión?

          Reconvertir una tradición cultural o religiosa significa aprender a leerla manteniéndose libre de las formas en qué se concretó.

          Significa aprender a vivir sin estar sometido en nada a las formas en las que esa tradición se vivió en el pasado. Reconvertir una tradición a la nueva situación significa estar dispuesto a adoptar modos de existencia, de expresión y de concreción que jamás antes existieron; estar dispuestos a adoptar formas, de todo tipo y en todos los ámbitos, que comparten una novedad radical. Esta actitud innovadora se ha de poder vivir en paz, sin sentimientos de infidelidad al pasado, todo lo contrario, como única manera real viva de ser fiel al pasado, como la única manera posible de no dejarlo morir, de rescatar y transmitir su realidad, su mensaje, su sabiduría.

          Mariano Corbi ha dado una respuesta casi poética sobre el asunto, en donde no se echa de menos cierta vocación a los estudios y disciplinas orientales, pero yo quisiera cerrar este trabajo recurriendo al planteamiento de un “desconcertado“ como el escritor y político francés Régis Debray, que dice: “Estamos todos de acuerdo: el laicismo es la gran apuesta de mañana, nuestra preocupación más actual. El problema reside en saber por qué el tiempo y el espacio cada vez obedecen menos a nuestros mayores más avisados. El número de regímenes seculares retrocede, y las constituciones que no mencionan al Creador también. Basta con ser humanista para estar a favor de la separación del poder temporal y espiritual de la Iglesia y del Estado (...) ¿Acaso no situaban nuestros sociólogos al religioso junto al terruño y a las tradiciones? ¿No nos habían anunciado nuestros filósofos, desde hace un siglo, que el progreso técnico y científico, la industrialización y las comunidaciones iban inevitablemente a hacer que se batiera en retirada la superación nacionalista y religiosa? ¿No vemos funcionar a diario en nuestros editoriales como pruebas irrefutables antonomias heredadas del siglo XIX como las siguientes: sagrado contra profano, irracional contra racional, arcaísmo contra modernidad, nacionalismo contra universalismo? (...) En el siglo XX se ha producido una invasión religiosa de lo político sin precedentes, por medio de las grandes mitologías seculares a caballo de la lucha de clases y de las luchas nacionales. Nuestras utopías y milenarismos de sustitución habían fracasado, y asistimos al regreso en ofensiva de los antiguos milenarismos, más consistentes y menos falsificables. La huida del campo de lo político por todos aquellos que se sienten desilusionados abre hoy la vía a la invasión de lo político por las religiones reveladas“.

          ¿Con qué otra reflexión mejor podría cerrar el presente ensayo? Regís Debray lo deja todo en el aire; razón por la que he tratado de ordenar este asunto poniendo algunas cosas en su sitio, por cierto de acuerdo a la información que manejo, de mi personal interés sobre las religiones, con la modesta capacidad de análisis que poseo, esperando sinceramente haber hecho entretenido y comprensible el tema.

 

Partille, 6 de octubre de 1998, Suecia.

 


REFERENCIAS

BIBLIA (Gén.1,26-30).

CONDORI CRUZ, Dionisio. CRIAR LA VIDA: trabajo y tecnología en el mundo andino. Santiago de Chile: Vivarium , junio 1992.

CORBI, Mariano. PROYECTAR LA SOCIEDAD: reconvertir la religión. Ed. Herder, España: 1992. DEBRAY REGIS. OSCURANTISMO Y ECONOMISMO. El País, España: 20 de febrero de 1994: DESCHNER KARL HEINZ. HISTORIA SEXUAL DEL CRISTIANISMO. ED. Yalde, Zaragoza, España. EJEMAN, Góran. VIKINGARNAS: Estocolmo, Suecia.

FREUD, S. CIVILIZATION AND IST DISCONTENTS Londres: Liveverigth,1930.

KESSEL, van Juan CRIAR LA VIDA: trabajo y tecnología en el mundo andíno. Santiago de Chile: Vivarium, junio 1992.

LAPLACE, Jorge. LA RELIGIÓN DEL TRABAJO. Ultimas Noticias, Santiago de Chile: julio de 1985. MARX, Karl. MANUSCRITOS ECONÓMICOS Y FILOSÓFICOS DE 1844, Ed. Austral, Santiago de Chile.

ROST-TWOROWSKI DE DIEZ CANSECO, María. ESTRUCTURAS ANDINAS DEL PODER. IEP, Lima.

S. MORGAN, Edmundo. LA HISTORIA REVISADA. El País. España. 1992.

USLAR PIETRI, Arturo. HERNÁN CORTÉS Y LA CREACIÓN DEL NUEVO MUNDO. El Mercurio, Santiago de Chile: 16 de febrero de 1986.

WEBER, Max. LA ÉTICA PROTESTANTE DEL CAPITALISMO. Ed. Tiempos Nuevos, Lima, Perú: 1990.

 

 


Literatura Virtual - Relatos - Ensayo - Poetas  - Autor - Links



 Contador de visitas para blog

*

 


Obras del autor en Literatura Virtual
Literatura Virtual es un sitio dedicado a los autores contemporáneos desde mayo de 2001Si usted desea presentar sus trabajos en Literatura Virtual, mande un texto de acuerdo a las siguientes recomendaciones: No incorpore su trabajo al cuerpo del mail, es preferible enviarlo como archivo adjunto en cualquier formato de Word. No añada elementos de diseño (sangrías, tabulaciones, columnas, subrayados, diversos tipos de letras, numeración o notas de pie de página, etcétera). Basta con que el texto venga justificado a la izquierda con interlineado de un espacio. align=center> Cumplir con estos requisitos no garantiza la publicación.

Mande sus textos a:

literaturavirtual@hotmail.es

Literatura Virtual - Relatos - Ensayo - Poetas  - Autor - Links