La literatura convoca a
muchos escritores
potenciales; pero son
pocos los practicantes
que desarrollan un libro
prometedor en su primer
intento. Magaly
Monserrat lo consigue
con Las Voces; su
primera incursión en la
narrativa. El género
literario elegido desde
el 2011 cuando asistió a
un par de cursos y
talleres relacionados
con cuentos y relatos.
Refiero, como anécdota,
que yo coordinaba uno de
aquellos seminarios que
fue de la preceptiva
literaria a la práctica
de la narración.
Recuerdo a Magaly
sorprendida cuando
expuse que nuestro
trabajo se concentraría
en el cuento, Los
asistentes la vimos
titubear como no suele
hacerlo, pero en ese
entonces no sabíamos; no
la conocíamos tanto como
para saber que no suele
vacilar cuando el rumbo
es incierto. Ni siquiera
sabíamos que sus
expectativas eran
distintas hasta que
dijo, como si fuera
malo, que no escribía
cuentos y que ella
esperaba revisar un
poema. Habló con los
dientes apretados
mientras la mirada huía
por una ventana de la
biblioteca del Centro
Cultural Tamaulipas.
Al
terminar la sesión,
Magaly se fue
apresurada, tenía
trabajo como suele
tenerlo, o como si le
urgiera distanciarse de
la narrativa, incluso
pensé que no iba a
volver y seguro estoy de
que algunos comenzaron a
extrañarla en el taller
incipiente. No lo sé con
certeza, pero lo supongo
como si fuera cierto, a
fin de cuentas soy
escritor. La verdad es
que no hubo tiempo de
extrañarla, pues Magaly
regresó todos los
sábados, o casi todos,
siempre puntual o más
tarde, siempre con
textos para compartir,
dispuesta a concluir las
historias que comenzaron
a perfilar el volumen
que hoy se presenta.
Una
miscelánea de voces
femeninas. Resonancias
que narran realidades o
fantasías inmediatas.
Quizá proceden de alguna
oficina adentrada en la
burocracia o de mujeres
indigestas por amar y
aborrecer con amorosa
reiteración. Quizá
vienen del espacio
interior, insondable
como las nebulosas
extendidas más allá de
la Vía Láctea o
sentimientos igual de
distantes. Quizá
reflejan las anécdotas
ocurridas a la amiga de
una amiga, a su vez
prima de una persona que
no debería conocer.
Suposiciones, hipótesis,
el trabajo sin glamour
que constituye observar
hasta reproducir lo
visto en un texto
convertido en espejo de
enorme o escasa
fidelidad. No importa,
en el mundo de los
escritores las fuentes
de inspiración son
impredecibles, se nutren
de influencias
cotidianas casi siempre
desapercibidas en el
ámbito cotidiano; o de
influencias
extraordinarias que
tampoco se toman en
cuenta en ese espacio
desconocido por el
exceso de proximidad que
devora cuanto alcanza.
Quienes crean se
mantienen atentos y
perseveran, buscan las
fuentes de la
inspiración hasta crear
mundos recíprocos de
paralelismo siempre
frágil por estar
destinados a volverse
literatura.
Las voces
no se detienen de tan
irrepetibles que son, la
narradora cambia de
aspecto, de espacio,
envejece, toma distancia
de la voz anterior y
sorprende al lector que
la encuentra disímbola,
huidiza como la vida
empeñada en bifurcarse
ante posibilidades
infinitas. El lenguaje
es directo, contundente.
Predomina la acción
sobre lo descrito.
Cuenta y conecta con el
lector que frente al
libro atestigua la
unificación final de las
voces. Ahí no termina la
historia, apenas inicia.
Magaly ya se empeña en
descubrir otros ecos.
Sonoridades destinadas a
ser cuentos infantiles
en un volumen cercano.
Reverberaciones que al
parejo de su evolución
narrativa ya perfilan
otro libro de
tonalidades distintas.
Magaly experimenta y va
por las temáticas en
espera de encontrar su
propia voz. Yo los
invito a disfrutar los
textos próximos y a
celebrar la incursión de
Magaly en la narrativa.
Bien sé que no se
equivocó y yo tampoco,
por alentarla y porque
ahora valido su
escritura en este
escenario. Las voces
resuenan; eso es bueno.
Ya lo dijo Beckett,
las palabras son lo
único que tenemos.
Muchas gracias.