Inicio | Relatos | Poetas | Ensayo | Taller | Autor | Links

Atilio Storey Richardson
Vino para el festín: sobre el vino danzan

ángeles más afables que el amanecer

 

 


María Cristina Solaeche Galera
  

Las estrellas dejan caer sus pétalos
de oro. Me pregunto cómo es que
mi jardín no está tapizado de ellos.
Como el cielo esparce sus flores sobre
la tierra, yo escancio vino rosado en
mi copa negra.

Omar Khayyam

   Atilio Storey Richardson, educador, músico (violinista y pianista), escritor (poeta, ensayista y crítico), nace en Maracaibo, Estado Zulia, en agosto de 1937, y muere en la misma ciudad, el 8 de diciembre de 1991.
   Su padre Don Enrique Storey Lara, su madre Doña América Richardson Fernández.   Desde muy niño siente el llamado de las letras y la música; es motivado en sus inquietudes por su abuela materna Elvira, quien lo pone en conocimiento muy temprano de las maravillas de la literatura y el arte, haciéndole aprender de memoria con seis años apenas, un soneto de Dante.
   Estudia durante siete años violín con el célebre maestro Emil Friedman Kossuth, quien llega a nuestras tierras huyendo del fantasma de la segunda guerra mundial que asola a su Praga nativa; Atilio forma parte de la primera Orquesta Sinfónica que tuvo el Zulia y que dirige este destacado mentor musical.
   En la plaza Urdaneta conoce a Francisco Riquelme, recién llegado de Panamá, ellos junto con su gran amigo Néstor Leal, crean un grupo primigenio del Centro Cultural América, en las esquinas Milagro y Carabobo, allí los acompañan Rodolfo Romero de la Vega, Ricardo Hernández Ibarra y Ruy Rene Ruiz Reyes, para trabajar en la difusión de la cultura; más tarde, el poeta se incorpora al Centro de Apreciación Musical del liceo Rafael María Baralt, fundado por el educador Pedro José López, y Atilio se convierte en uno de sus más cercanos colaboradores; son también miembros de él, Lilia Linares, Ricardo Hernández Ibarra, Miyó Vestrini, César David Rincón, Sara Cecilia Araujo y Néstor Leal, los que después de un acto en homenaje al compositor francés Debussy conocen al periodista costarricense Ignacio de la Cruz y luego al poeta maracaibero Hesnor Rivera, recién llegado de Chile; eran los momentos en que se está gestando el grupo Apocalipsis.
   Hacia los años finales de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, época de violencias, en una Venezuela convulsa, Atilio Storey permanece en prisión varias veces por sus actividades políticas en el asfixiante ambiente inquisitorial, policial y monolítico del régimen castrista del dictador.
   En 1956 se le concede el premio estadal de poesía por Junto a la muerte siempre levantado y Algo que ella preside.
   Funge de articulista en Panorama desde 1956 hasta 1958 con la columna Ver, Oír y Callar bajo el seudónimo Pablo Morel y en otras ocasiones con la firma A.S.R., además de dirigir las páginas de Artes y Letras en este diario.
   En 1958, Storey le propone con gran empeño al rector de la Universidad del Zulia Antonio Borjas Romero, la creación de una Facultad de Humanidades, este gesto le vale una beca a Francia donde obtiene el Certificado de Estudios Literarios Generales, en la Universidad de La Sorbona de París, mientras allí estudia, se mantiene económicamente cantando música latinoamericana en una boite parisina, acompañado en el canto y la guitarra por el maestro venezolano del cinetismo Jesús Soto.
   De regreso a Venezuela, estudia y se gradúa de Licenciado “Suman Cum Laude” en Letras en la Universidad de Los Andes (ULA) en 1965.
   A finales de ese año, el partido Acción Democrática al que pertenece desde los tiempos de la tiranía perezjimenista y más aun desde la caída de Don Rómulo Gallegos, lo envía a los Estado Unidos, a la ciudad de New York, para que estudie el sistema político y universitario norteamericano. De regreso en el país, desempeña varios cargos educacionales, políticos e instruccionales. A inicios de 1968, de vuelta en su lar Maracaibo, escribe Viñeta de la Gran Ciudad, como un homenaje a la ciudad de Caracas en el cuatricentenario de su fundación.
   Se desempeña en varios cargos, como asesor de prensa del gobierno del Zulia y Secretario de Gobierno del Estado Falcón; corrector de redacción y publicaciones de la Universidad del Zulia, Secretario de Cultura por este estado y profesor de aula en diversos planteles públicos y privados en las asignaturas de Castellano, Literatura, Inglés, Francés, Latín y Filosofía.
   Detenta el cargo de director después de la dirección de Néstor Leal, de la Casa de la Cultura Andrés Eloy Blanco, creada en 1965, para conmemorar la muerte del gran poeta venezolano.
   A mediados de la década de los setenta, se afilia a un grupo de estudios de las ideas del filósofo ruso George Gurdjieff.
   Lo apasionan las lecturas de: El libro de los Mil y un Sonetos de Héctor Friad Miri; el soliloquio existencial del Antiguo Testamento, El Eclesiastés; Los Rubáiyát de Omar Kahyyam; las Máximas del filósofo estoico Epicteto; los Cuatro libros clásicos de Confucio; los tratados morales del español del siglo XVII Baltasar Gracián; el clásico del hinduismo el Bhagavad Gita; los trabajos científicos y místicos del moscovita Piotr Ouspensky y el escocés Maurice Nicoll; además de sus muchas selectivas lecturas literarias.
   Y, de aquel grupo que empieza a gestarse en Maracaibo a inicios de 1955, nace definitivamente la generación literaria conocida con el nombre de Apocalipsis, y la irrupción de la vanguardia en la literatura zuliana del siglo XX, a través del surrealismo en Maracaibo.
   El hombre contemporáneo renace en la poesía de Apocalipsis y con él se impone su inmortal juego. Se temporaliza la imagen como <<horizonte trascendental>>, como dice Heidegger (…) El presente se hace memoria en la palabra. El estaba desalojado. Se llega a mirarse frente a frente en el brillo de las aguas.Iliana Morales Gollarza   Ese año se discute en el Zulia sobre el supuesto retroceso y estancamiento de las letras zulianas, discusión publicitada en una amplia campaña difundida en el diario Panorama. Se plantea, que desde la muerte de Udón Pérez, Elías Sánchez Rubio e Ismael Urdaneta a finales de la década de los veinte, solamente seis nombres mantienen la tradición y abundaban las “vacas sagradas” que llenan los anaqueles con muchas publicaciones, pero de poca calidad.
   Apenas la librería Orbe, tiene a la venta obras de Neruda, Pastori, Gerbasi y otros interesantes autores para el pensamiento literario de la juventud.
   En septiembre de 1955, después de un recital del poeta Hesnor Rivera, cuya poesía la mayoría de las veces aún no era entendida por los tradicionalistas, se dirigen al bar Piel Roja y allí fundan el grupo Apocalipsis, están presentes en ese momento: Hesnor Rivera, César David Rincón, Ignacio de la Cruz, Néstor Leal, Miyó Vestrini, Laurencio Sánchez Palomares, Régulo Villegas y nuestro poeta Atilio Storey Richardson, casi todos ellos acompañando sus vidas de poetas con el periodismo, la docencia y la gerencia editorial, además, los acompañan los artistas plásticos Francisco Hung, Homero Montes y Rafael Ulacio Sandoval, y otros jóvenes inclinados a las letras y las artes en general. Es el comenzar de las simas simbólicas en la escritura.
   Intentan desenvolverse con una sensibilidad mágica acerca de la realidad, concederse atravesar los límites, trastocar los términos, brindar un universo distinto, desconocido y maravilloso, inventarse para poder como dice el poeta español Miguel Hernández, <<perdonarse la vida>>. Desde la capital, Caracas, los apoya Ramón Palomares, Adriano González León, Félix Guzmán, Mariano Picón Salas y otros escritores decididos a acabar con la retórica excesiva y continuar el proceso de transformación de las letras zulianas iniciado por Ariel (1901-1904) y Seremos (1925-1928).
   En 1958 se dispersa el grupo, desapareciendo Apocalipsis.
   Un único poemario publica en su vida el poeta, y es el motivo de este ensayo:

ATILIO STOREY RICHARDSON: Vino para el festín: sobre el vino danzan ángeles más afables que el amanecer.
 
   Después de hacer un brevísimo repaso de las circunstancias en que se desenvuelve su vida, tratemos el poemario Vino para el festín, editado por la Asociación de Escritores de Venezuela, Seccional Zulia, y el Consejo Nacional de Cultura (CONAN), en Maracaibo en 1988. Con una hermosa portada del artista plástico Mario Labarca, una extensa dedicatoria del poeta a familiares y amistades, y cuatro citas, del Eclesiastés, del Rubáiyát, del poeta inglés W.Wordswor y la letra de una vieja canción francesa, y con veintitrés poemas.

    
Hay desde la denuncia de la impostura y el fariseísmo ideológicos, hasta la expresión de un declarado, afán místico, donde se busca la conciliación y el equilibrio de los opuestos, enana suerte como de recogimiento y ansia religiosa, que muestra su inclinación hacia una música sosegada, calma, escrita en tono menor. El tema de lo erótico y la sublimación o idealización de la amada – tan cara al surrealismo y a Apocalipsis, de donde procede la poética de Storey Richardson- está presente en Vino para el festín, libro en el cual es evidente una actitud de entusiasmo vital y de celebración del mundo.
Jorge Luis Mena.

    Desde su Corpus Literario de escritor, resultado en gran parte de una cultura generada en claustros universitarios y los paisajes de la soledad, o formando filas en Apocalipsis, sus poemas relatan emociones que se entrelazan una en otra, al ritmo de sus estados de ánimo, eso sí, tan libre como el pensamiento y sin perseguir fin concreto alguno; es una poesía lírica, vanguardista y en muchas ocasiones surrealista. Y la metáfora es la protagonista, la garante de todo el ámbito constructivo.
   En los cuatro primeros poemas que pertenecen a su permanencia en el grupo Apocalipsis, se conjuga la grandilocuencia bíblica con la voz grave e íntima de Storey. Con su extensa intelectualidad, su vasta formación humanística, su gran preparación literaria y una vida que recorría constantemente las letras, la música, la política y el periodismo, sus poemas nacen del desgarrón existencial, a sabiendas que “el mundo se lleva dentro”.
   En el delicioso poema Sobre la madre, dedicado a su progenitora, e influido por sus lecturas de los textos sagrados del Eclesiastés que avivan la esperanza, recoge el tono bíblico en un tempero donde la magia retoza con el azar en cada verso, en un quedo melancólico que se palpa, en una memoria y un olvido que confluyen a través del recuerdo. Por el señero corredor de la vida, cruzan las palabras de la madre al hijo, con sus pasos de ángel y su mirada devota:

La madre dijo:
“Sacude los árboles, bésales la raíz
y sé generoso como la soledad
(…)
“En el rincón más húmedo del corral
guardo tres álamos de plata
-dulce como el sonido de los ríos-
ve a medianoche, apacigua los animales tristes
y pregunta a los pájaros
por el duende que fabrica flautas con la arena
y corría por el mar
con una diadema de girasoles entre las manos”.
(…)
“Calla hijo, calma tu sed
y usa el vino que derraman los caracoles en las playas
1

   En Los sonetos de Chenda, es la luz iridiscente de la juventud y el amor ausente con su íntimo ritmo del misterio amoroso, de una ternura impetuosa ilimitada, creado en soledad, donde el título protege la identidad de la mujer amada; constituyen sonetos basados en una vivencia amorosa de la primera juventud del poeta, cuando apenas cursaba los estudios de bachillerato. El recuerdo le permite evocar la memoria que el prodigio amoroso ha protegido del olvido, en un ensueño creado en aquella mujer que entrevé acordes colmados de lirismo.
Es un poema neorromántico, que se desenvuelve en una apacible niebla surrealista, con magistral economía del lenguaje y en nada parecido a la tradicional poesía de hasta entonces, uno de los sonetos más hermosos en la poesía del siglo XX del Zulia. Tiene la musicalidad de alguna de sus tesituras violinísticas, pues no olvidemos que para esos momentos ya era estudiante de violín:

Si encontraran sus labios la glorieta
que palpa mi esperar desorbitado
si sus ojos cantaran el pausado
Canto del Buen Amor, si su silueta
rompiera así el retiro del asceta,
todo tendría el rumor azucarado
de una aurora naciendo en el arado
de un falso girasol. Y en la meseta
donde su frente doble mis campanas
despertaran ansiosas las mañanas
a su tacto de rosa. Chenda: leve
fruto de paz, idioma de miel mansa,
Chenda tenue, revive sin tardanza
El mural de una fe que el tiempo bebe.
2

   En Muchachas de diciembre, descorre el velo de su intimidad hacia el amor y el erotismo entre el hombre, la mujer y el mundo que les rodea, aspirando atrapar y domeñar esos misterios insondables en los que se esconde el amor:

 ¿Conocisteis su piel de mariposa
aquella tarde
cuando la calle
era una dentadura de mendigo furioso?
No traspongáis los flancos de esta muchacha jubilosa
o vería en vuestros rostros
el estúpido idioma de las ranas heridas.
Vedle los párpados
y no tendríais ese colmillo inútil
colgado de la noche
Podrían saber por qué preside
con una plenitud de fuego ileso
mis rutas cotidianas
Es la hora mojada
y sus costados turban mi soledad
3

   Una hermosura delicada y sublime, los tres poemas amorosos que escribe desde la Ciudad de los Caballero, Mérida:

Y el ángel más hermoso
se detiene y le dice:
“Mírame a los ojos, besa mi boca
y recógeme sobre los ríos
o sobre los largos caminos.
Llámame siempre junto al fuego
Porque yo soy la sombra de tu amada.
Comunícale tu mensaje 4
Ayer cuando tu sombra cruzó hacia el horizonte
tocando con los dedos la voz de la memoria
se nos tornó de pronto campanadas el alba
y un aire de ceniza rodó sobre los muros.
Nadie sabe decirnos adónde huyó la risa
Que por aquí corría entre los ángeles. 5

   Uno de los poemas más finos y colmo de ternura es El festín en la hierba, está dedicado a la reconocida pianista francesa Monique Duphil:

Bajemos hasta el río.
Es hora del festín
para los dos
sobre la hierba.
Puede esperar el piano
que enciendes al crepúsculo.
(…)
¡Qué rueden pues los besos como el río!
¡Suelta tus potros trémulos!
(…)
Azuza tus lebreles
que la noche es veloz.
6

   Vino para el festín
es el poema que da el título al poemario, fue escrito en la ciudad de Mérida, en 1961, y entre sus versos indagando la intimidad entre la imaginación, el amor, la música y lo maravilloso dice:

Encenderemos la jubilosa lumbre.
Tú eres un piano
en el que hago brotar
salvajes alegrías.
Estoy en cada árbol que ves crecer.
Estoy en la brisa
que mueve los árboles.
Tu eres un piano a la orilla del río.
7

   Es un poeta que siente la inquietud del más allá, del origen y fines de la vida y el destino, de las explicaciones filosóficas sobre la tristeza y la muerte. A través de sus versos un sutil hedonismo los ensalza, es el vino, es el festín, es el fuego y la hierba… la existencia. Tiene viva conciencia de la transitoriedad de la vida en una muy alejada actitud del materialismo.
   Podemos decir de Atilio Storey Richardson, como Alí No- Ruze, dijo de Omar Kahyyam:

   Un desesperado que se oculta tras una sonrisa en cuanto siente que le ahoga un sollozo.   Poeta y músico por vocación, penetra en el misterio de las cosas para captar la vanidad de las apariencias, aprende la difícil tarea que permite al hombre intelectual y bueno, sopesar el fruto de su trabajo con la humildad. Ante el abismo del vivir, siente vértigos e intenta vencerlos con los medios del intelectualismo, la bebida y el amor ideal, desde el ensueño del surrealismo en un universo análogo al real:

He recorrido en vano los vericuetos
De mi memoria
Pero nada me salvó del naufragio
(…)
Nada queda ya en pie.
El bosque avanza incontenible
Sobre mi corazón.
8

Una ciudad persigue
desde entonces mis pasos.
Asedia mi memoria,
fulmina su fulgor
mis tristes oquedades.
Día turbios:
un río que obsesiona
un piano que ya no suena más
la desazón de estas estrellas que se derrumban.
La noche se alarga como el río
y en vano toco las puertas
que el crepúsculo azota.
Un piano me persigue
algún acorde roto
deambula por el centro del bosque.
Una ciudad sigue desde entonces mis pasos.
9

   A dos décadas de su muerte, el anonimato promueve e incita al olvido, a la indiferencia, a la desidia, y las letras están colmadas de estos casos, son solamente las obras traídas del recuerdo y sus renovadas lecturas las que hacen aflorar las memorias, rompiendo los recónditos desvanes en que las mantienen sometidas la indiferencia; y el poeta Atilio Storey es uno de esos inmerecidos olvidos por el que clamamos su rescate del recuerdo del tiempo, para nuestro terruño maracaibero, nuestro Estado Zulia, nuestra Patria literaria venezolana y el mundo:

Ahora le caigo a la vida
a puntapiés
y nada.
Paso como sonámbulo
por entre galerías de rostros circunspectos. 10


   En la revista Puerta de Agua, su amigo de la niñez Alfredo Áñez Medina, al referirse a la presentación del poemario Vino para el festín, nos dice:
   El poeta Atilio Storey Richardson, quien se ha decidido, no sé cómo o por cual arte de su propia magia poética, a ofrecernos, por fin, a través de la iluminación de la letra impresa, el formidable vino para el festín que contiene cada página de su libro, desde este momento en las manos de todos como un iluminado pez de oro que devoró su sombra que se nos escapa.
   Dejemos a Atilio despedirse de nosotros con este hermoso poema escrito en la ciudad de Coro en 1972:
1
¿Cuándo seré otra vez
campana de David,
metal que sube al cielo,
arpa que llueve,
violín
donde no cabe el desamor?


2
¡Dame otra vez las bridas,
lámpara que canta en mayo! 


Referencias Bibliográficas:
Extractos de poemas del poemario Vino para el festín. Atilio
Storey Richardson. Asociación de Escritores de Venezuela, Seccional Zulia. Consejo Nacional de la Cultura (CONAC). Maracaibo. Venezuela. 1988.
Sobre la madre.
Los sonetos de Chenda.
Muchachas de diciembre.
Canto del Paraíso.
Retorno de la amada.
El festín de la hierba.
Vino para el festín.
Memoria de un naufragio.
Letra para un preludio de Debussy.
La nostalgia de un piano.
Muerte del alma.


Escritora venezolana


María Cristina Solaeche Galera


Maracaibo, Estado Zulia, Venezuela


 

Recibimos con gusto las colaboraciones de María Cristina Solaeche Galera, profesora universitaria especializada en Educación Superior y en Matemática. Desde su natal Venezuela nos muestra personajes de la poesía del Siglo XX, para ampliar nuestra visión del fenómeno literario universal.




Aquí encontrará ensayos dedicados a Alberto Bermúdez de Belloso, Carlos Rodríguez Ferrara, Luis Enrique Mármol, Enriqueta Arvelo Larriba, Ismael Urdaneta, Lydda Franco Farías, Emiliano Hernández, Vinicio Nava Ulibarri, Ada Pérez Guevara, Elías David Curiel, Genoveva de Castro, Carlos Borges, Rosa Virginia Martínez, José Tadeo Arreaza Calatrava, Edna Medina Patrick, Atilio Storey Richardson, Lucila Velásquez, Elizabeth Shön, Marcial Hernández, Ida Gramcko.



Contador de visitas para blog

*

 


 Inicio | Relatos | Poetas | Ensayo | Taller | Autor | Links