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Rosa Virgina Martínez
Viento Ebrio: Un llamado poético de conciencia hacia la pobreza

María Cristina Solaeche Galera

Carne de yugo, ha nacido

más humillado que bello

con el cuello perseguido

por el yugo para el cuello.

Empieza a sentir, y siente

la vida como una guerra

y a dar fatigosamente

en los huesos de la tierra.

Miguel Hernández

                                                                                                                

Rosa Virginia Martínez Araujo, educadora, trabajadora social, periodista, escritora (poetisa, dramaturga, cuentista, ensayista, articulista y narradora), nace en una zona rural cercana a las riberas del Lago de Maracaibo, en plena primavera, el 1 de mayo de 1915. Su padre, Don Martínez, un hombre de hacienda, del que quedó huérfana muy temprano, su madre Doña Alcira Araujo, una maestra de escuela rural, y tres hermanas, Olga, Rosario y Elvira Luisa, conforman su familia.

Transcurre su infancia entre haciendas, hatos y pueblos, fuentes de su trabajo y de la mayoría de sus poemas denunciantes de las miserables condiciones en que vive la gente en el medio rural. Así, desde muy temprana edad nace en ella el desasosiego por el desamparo en que sume la pobreza, tema que junto al amor, el desamor y la muerte son los que prevalecen en su obra.

Es evidente, que el contexto histórico-social en el que le toca vivir a la poetisa, bamboleado por bruscos cambios sociales y políticos, influyen en la poetisa, pues nace en la segunda década del siglo XX, en plena dictadura gomecista, y su niñez, adolescencia y primera juventud se deslizan en un régimen en el que la mujer en el proyecto “hacer patria” está reducida todavía, a conformar el hogar, educar los hijos y someterse al marido y a la usanza de las buenas costumbres acordes con el decimonónico Manual de urbanidad y buenas maneras (1854).

La primera gran huelga petrolera durante el gobierno de López Contreras que sucede a la muerte de Gómez, trae como consecuencia la represión de los nacientes partidos políticos, se persigue al partido comunista, se acosa a la Universidad Central de Venezuela; después un pequeño respiro en el mandato de Isaías Medina Angarita con la legalización de los partidos Acción Democrática (AD) y el Partido Comunista Venezolano (PCV), y el fifty-fifty de la Ley de Hidrocarburos, para luego retroceder con un golpe que instaura una Junta Revolucionaria de Gobierno; dos años después la efímera regencia de Don Rómulo Gallegos derrocado para asentar un gobierno militar dictatorial; luego, una nueva Junta Militar de Gobierno con Carlos Delgado Chalbaud y de nuevo un derrocamiento con su asesinato y la subida al poder del dictador Marcos Pérez Jiménez hasta 1958, y otra Junta Cívico-Militar con Wolfgang Larrazábal presidiéndola; será a partir de 1964 que se “ordenarán” los presidentes constitucionales, muriendo la poetisa a finales del período del Presidente Luis Herrera Campins.

Rosa Virginia, labora como educadora de primaria en el magisterio zuliano, es activista en el Ateneo Infantil “Tachoncito” que funciona en los para entonces barrios marginales de Sierra Maestra y del que su hermana Elvira es la directora.

Como periodista, dirige la página femenina del diario Panorama, trabaja en la redacción de los semanarios Ecos de Gloria, Prismas, Ideas, Horizonte, Patria, Diario de Occidente, Crítica, El Vespertino, Maracaibo, y varias publicaciones de Caracas, Colombia, Ecuador y otros países de habla hispana.

Es miembro de la seccional del Zulia de la Asociación Venezolana de Periodistas (AVP), del Ateneo de Maracaibo, de la Asociación Femenina, del Círculo Artístico del Zulia en su sección de literatura, de la Asociación de Escritores Venezolanos (AEV), del Centro Cultural de Maracaibo (1950-1968), del cual es una de quienes lo fundan, y de la agrupación teatral Sábado.

Llega a ser estudiosa de las teorías teosóficas y del espiritismo, en las cuales la inicia un amigo de la familia, el Sr. Elio Soto. En sus actividades de orden espiritual, es precursora y presidenta de la Logia Teosófica del Zulia, del Centro de Estudios Psíquicos y del Centro Orión, y coopera con la agrupación Luz Masónica.

Intercambia con otros valores de su tiempo y entorno geográfico, no solamente de su terruño, también de otros países de Latinoamérica, impresiones, ideas, ensayos, poemas, artículos e inquietudes, lo que le facilita vivir más a plenitud sus dos grandes pasiones: la poesía y la preocupación por la condición social y espiritual de la pobreza en la sociedad.

Rosa Virginia, en su afán de asombro frente a la vida y al conocimiento, con una especial sensibilidad por el desposeído social, su entusiasmo por todo aquello que mejore la condición de la mujer venezolana y el acrecentado amor por la niñez, forja con esos temas su obra literaria.

Cabe señalar, que no tiene casi nunca apoyo oficial, y se ve obligada a editar de su propio y escaso pecunio sus obras, para después distribuirlos con excelsa generosidad, entre familiares y amistades.

Pertenece desde su fundación en 1945 hasta 1946, al grupo literario Tierra que desaparece en 1948, cuando varios de sus miembros son detenidos tras el derrocamiento del gobierno de Don Rómulo Gallegos, por un gobierno instaurado de facto. Suele reunirse el grupo Tierra, en la misma casa de la poetisa Rosa Virginia Martínez, en la calle El Jabón o Ayacucho, allí comulgan literariamente el poeta barloventeño Pedro Lhaya, Humberto Campos Brice director de las revistas estudiantiles Baralt (1931) y Pegaso (1934), Hercolino Adrianza Álvarez estudiante de derecho en esa época y fundador de Cuociente, José Ramón Pocaterra que venía de Seremos, el periodista José Antonio Ugas Morán, Mercedes Bermúdez de Belloso poetisa que se desliza del postmodernismo a la vanguardia, el poeta revolucionario Espartaco González, romántico y uno de los fundadores del partido comunista en el Zulia, el recitador Carlos Parra Bernal, el pintor José Fernández (FEZ), y nuestra poetisa Rosa Virginia Martínez, todos protegidos espiritualmente por José Antonio Butrón Olivares, consejero de este grupo y de Cauce, viejo poeta de Los Mechudos y Ariel. Un grupo diverso, con voces y tendencias diferentes, quienes con su refrescante poesía, son el vínculo con sus variados matices entre la poesía udonperiana y la modernidad vanguardista del surrealismo de Apocalipsis. Sus reuniones además de en la casa de la poetisa Martínez, suelen realizarse en el café Ritz frente a la plaza Bolívar; hacen recitales radiales, publicaciones en prensa, se interrelacionan con algunos ex -viernistas en El Bruno, y con Andrés Mariño Palacios de Contrapunto en Caracas.

En esos momentos, con la influencia de la llegada de los poetas León Felipe y Nicolás Guillén, a las actividades de la Peña Literaria del Club Comercio de Maracaibo, se gesta el intento de la creación del grupo Cuociente.

Desde 1951 su inicio, hasta 1956 su final, Rosa Virginia Martínez pertenece al grupo literario Cauce, en un tiempo de crisis literaria en el Zulia. Cauce se crea el día de la conmemoración de los 25 años de la muerte del poeta Udón Pérez, el 24 de julio de 1951. En su quehacer literario publican en el diario Panorama, recuerdan en sus recitales al poeta Ismael Urdaneta y tratan de rescatar del olvido a los valores literarios del pasado de la región zuliana. Es un numeroso grupo, sus miembros: Marín Fonseca, Ida Dos Santos, Berthy Ríos, José Ramón Ortega, Evaristo Fernández Ocando, Martín Áñez, Marghot Díaz Urdaneta, Mercedes Bermúdez de Belloso, Ramiro Larreal Sánchez, Gloria Alba Molero, José Bravo Ríos, José Antonio Borjas Sánchez, Gastón Parra Luzardo, Gilberto Mora Muñoz, Aníbal Briceño, Ramón Ávila Girón, Elsa Silva Negrón, José Semprún, Ramiro Fuentes Castellano y nuestra poetisa Rosa Virginia Martínez. Pero se desintegra y desaparece con la persecución política de varios de sus miembros por el dictador Marcos Pérez Jiménez.

Rosa Virginia recibe una mención honorífica en el certamen de poesía promovido por el Ejecutivo del estado Zulia en 1955.

 

 

Este ensayo: Trata sobre una poetisa maracaibera, zuliana, venezolana, con cuyo poemario Viento Ebrio, segundo libro entre sus numerosas publicaciones, vigoriza decisivamente su condición como la escritora que pretende abrir los ojos a la realidad que viven los rincones pobres de su tierra y la de todos.

La mayor parte de su creación poética, es expresión del contexto social que marca las fibras de su sensibilidad, expresión de una individualidad pero en este caso, no concebida a la orilla de la comunidad; la poetisa no puede ser indiferente al entorno social y parte de su obra de una u otra manera, será, una protesta contra la realidad, comprometida con su época y su gente, consciente de sus raíces y de la realidad del país.

No debemos descuidar los sucesos y los cambios sociales en el que se desenvuelve nuestra poetisa, pues dentro de ese marco cultural del país y de la región, depende en gran parte su lenguaje poético que es el lenguaje de su pensamiento; por ello, cuando escribimos sobre su obra no debemos dejar de lado nunca esas claves del mundo histórico en que vive la creadora de esta palabra poética:

Mujer de pueblo

 (…)

¿Cómo vas a tener un sitio para el aroma,

aún no tienes

pan,

ni techo que recoja

el azulado viento de la loma?

 (…)

¿Cómo quieres

poblar de lumbre de la desierta vía,

si no has alcanzado todavía,

un mísero candil

para tu puerta?

 (…)

Mujer: es la hora precisa,

de rescatar tu pan y tu sonrisa.1

La poetisa se enfrenta según los grupos literarios Tierra y Cauce que le toca vivir, a una tendencia decidida a mantener cierta estructura clásica del verso y la ruptura, lo soluciona usando signos de puntuación, encabalgamientos, coordinando versos con conjunciones y subordinando las oraciones. Deshecha la rima y el metro clásicos y en algunas oportunidades hace uso de la poesía en prosa, muy utilizada en el romanticismo alemán. Un versolibrismo que apunta a la vanguardia, sin romper la coherencia ideológica y muchas veces, la idea central es señalada en el título del poema:

Ahora,

mientras hago la siembra:

hijo, ¡no vengas!

A tu virtud no ascenderá

ni un trino,

están llenos de limo

los caminos.

¡Si supieras del íntimo reclamo

la rosa y el viento,

de la aturdida mariposa leve,

de los peces sin lágrimas ni acento!2

El porqué no se atreve a romper definitivamente con los cánones de la poesía tradicional, parece deberse, a que en la búsqueda de un destinatario para su poesía, quizás la poetisa no siente la necesidad de manejar nuevas formas más extremas del lenguaje. Le interesa ser comprendida, su lucha es con el momento histórico y su palabra, que el lector de su verso sepa que aún a pesar de este esfuerzo poético, aún así, no es todavía suficiente para expresar toda su rica interioridad:

 

¡Amo todo lo ignoto!

Polvo de cien jornadas pido para mis plantas

De eterna peregrina.

Quiero viajar sin rumbo a través de la escarcha,

De la sombra,

Del viento, de la rosa y la espina.

 (…)

¿Quién me ata a este suelo?

Desnuda estoy de anhelos pequeños…3

En tiempos de una Venezuela donde un alto porcentaje es una niñez que carece de escuelas, que apenas cuenta con menos de un centenar de institutos de educación secundaria, Rosa Virginia, perteneciente a la clase media-pobre, con conciencia de clases, que no tiene acceso a ninguna fuente de poder, que encuentra su ser descolocado frente a la “filisteica” naciente burguesía petrolera y toda aquella amalgama que detenta el poder en esos momentos, formada por comerciantes importadores, empresarios transnacionales y poseedores de bienes raíces, intenta utilizar la poesía a manera de rebelión, dando testimonio de su época, angustiada y decepcionada ante el mundo que le toca vivir:

Brega

Para vivir la espera está mi sangre

como un brote de luz, fuerte y ligera.

De la aurora,

me quedó esta libre fragancia

que no implora ni se mengua.

La sembraré de nuevo

entre guijarros;

en la violencia azul de las espinas;

entre las grietas de los ranchos

oscuros,

donde duermen los niños

pegados a los muros

Campesino de mi tierra;

ebria de soles desnudos

y de vientos sin regreso,

en los caminos del tiempo

está creciendo una espiga

para los surcos futuros

 (…)

Segador de madrugadas:

sobre la cumbre empinada,

está madurando el alba

tu vigilia de luceros.

Una hoz trilla el silencio

de tus gavillas despiertas…

En desvelo de distancias

y de rutas sin regreso...4

Es mérito suyo el buscar la identificación americana con su poema América, herencia del modernismo, se solidariza con los hombres, mujeres y niños de “su América”, de su tiempo, y canta su desacuerdo y motivación interna, en una concientización de lo americano:

América:

qué nombre tan dulce quiebra tus cristales,

que esencia tan pura vierten tus rosales.

¡qué dicha!

tu raza de bronce dicen que es de locos,

porque paso a paso,

millar de pueblos

se irán confundiendo en un largo abrazo.

Mañana, -en tu día-

o cuando amanezca;

desde mis llanuras, montañas y ríos

hasta el Chimborazo do soñó el Vidente,

un viento de triunfo pasará sembrando

la nueva simiente…

la nueva simiente,

en todos los surcos de la tierra ardiente.

 (…)

Yo te amo en el grito

de tus mares salvajes;

en la curva empinada

de tus verdes montañas;

en los rojos celajes,

en el cardo,

en las flores…5

Sus poemas “nos cuentan”, sus versos “nos cuentan”, los vocablos “nos cuentan”, todos ellos sus propias significaciones en el misterioso camino entre la lectura y la conciencia del lector. La frase gramatical es respetuosa de las leyes de la sintaxis, sin alejarse del autor, él que nunca desaparece detrás del yo intemporal, nos habla de sí misma y de sus tiempos, dirigiéndose al “ser universal”:

 

A través de todo mi cuerpo menudo

Quisiera encontrarme.

Contemplo mi barro:

Es frágil y fuerte, es rudo y lozano…

Tiene sed y roca, tiene de sombra y de sol.

 (…)

Yo palpo mis ojos,

y aunque los apriete descubren paisajes;

y siguen mirando, mirando, mirando…

¿Será que hay un mundo de raudos celajes

en todos los ojos que viven soñando?6

Los poetas que escriben en las décadas del cuarenta y del cincuenta como es la época de esta escritora, expresan ciertos cambios en nuestra poética, se da un salto, se deja atrás definitivamente la estructura del lenguaje clásico, se entra en el versolibrismo, en el verso blanco de la ruptura deliberada con la rima y el metro. Son décadas difíciles para el poeta venezolano, si bien se inicia una apertura intelectual intensa, la situación del país incide inevitablemente en ellos:

Yo quisiera decir:

¡Soy libre!

Caminé sobre el mar,

he girado más que la tierra.

Vengo de la Atlántida sumergida,

de la Lemuria oculta entre los siglos;

la India fantástica y ungida

con la apacible lumbre

que vierte el Ramayana.

 (…)

¡Pero es mentira

la libertad del hombre!

Esta carne rosada me aprisiona,

infinitas murallas se interponen

entre la nube y yo,

y si pretendo

cruzar el mar con mi menudo paso,

me hundiré para siempre

en su regazo,

porque es mentira la libertad del hombre!7

Los poemas de Rosa Virginia Martínez son relativamente largos, es evidente el carácter subjetivo, a pesar de trabajar poco el lenguaje metafórico, éste se construye parcamente, trabaja fundamentalmente la imagen, omitiendo frecuentemente la metáfora, aún así, aparece ese expresarse más allá de la palabra marcado por el “hoy” que le toca vivir y fruto de ese temple de ánimo que la conmueve:

 ¿Qué ruta prosigue la gris caravana?

¡Caravana obscura, caravana parda…!

¡Cómo marchan todos: iguales y firmes,

muy hondo canciones de angustia

bajo los aleros de un yugo tan largo!

Van rudos e inquietos

de frente al destino,

sembrando de voces los anchos caminos;

de voces que acaso, bajo de las piedras

se irán enredando con fuerza tremenda.

De voces que acaso irán alcanzando,

las entrañas rojas

y las fibras vivas

de los otros hombres que pueblan la tierra.8

Y la poetisa Rosa Virginia Martínez Araujo, muere como nació, en plena primavera, el 25 de abril de 1983, en la ciudad de Maracaibo; deja inéditos tres libros Cantos en la Bahía, Aroma y Ziruma, que pasarán al legado familiar, hermanas y sobrinos, quienes deciden difundirlos para los que gustan de la poesía.

Cuando yo muera, madre:

no dejes que me recen otros labios extraños,

ni me vistan de blanco

manos torpes y hurañas.

Quiero manos que tallen mi cintura,

que sobre el pecho me coloquen rosas

 (…)

Manos leves y buenas que no tiemblen de espanto,

ante el barro ya inmóvil que aguarda el camposanto.

No quiero agua bendita ni palabras dolientes,

 (…)

No me cierres los párpados:

quiero ver el misterio

que me espera en el fondo

la noche más honda.9

                        


                                                                                        

Referencias Bibliográficas:

1. Canto a la mujer del pueblo

2. La estrella sumergida

3. Yo soy cosmopolita

4. Espiga

5. América

6. El poema del alma ignota

7. Yo quisiera decir

8. Caravana

9. Cuando yo muera

 

Extractos de poemas del poemario Viento Ebrio. Poemas. Rosa Virginia Martínez. Ediciones Arte. Barranquilla. Colombia. 1952; excepto el primero, tomado del poemario Aroma.

 


Escritora venezolana


María Cristina Solaeche Galera


Maracaibo, Estado Zulia, Venezuela



Recibimos con gusto las colaboraciones de María Cristina Solaeche Galera, profesora universitaria especializada en Educación Superior y en Matemática. Desde su natal Venezuela nos muestra personajes de la poesía del Siglo XX, para ampliar nuestra visión del fenómeno literario universal.



Aquí encontrará ensayos dedicados a Alberto Bermúdez de Belloso, Carlos Rodríguez Ferrara, Luis Enrique Mármol, Enriqueta Arvelo Larriba, Ismael Urdaneta, Lydda Franco Farías, Emiliano Hernández, Vinicio Nava Ulibarri, Ada Pérez Guevara, Elías David Curiel, Genoveva de Castro, Carlos Borges, Rosa Virginia Martínez, José Tadeo Arreaza Calatrava, Edna Medina Patrick, Atilio Storey Richardson, Lucila Velásquez, Elizabeth Shön, Marcial Hernández, Ida Gramcko.




 


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