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Carlos Rodríguez Ferrara

La lucidez de la eternidad como destino estético

 

 

María Cristina Solaeche Galera

 

         “En la tristeza húmeda

                                         el viento dijo:

                                -Yo soy todo de estrellas derretidas,

           sangre del infinito.”

                           

                                        Federico García Lorca

 

   Carlos Rodríguez Ferrara, desde su llegada al mundo el 24 de abril de 1962, en la Ciudad de los Caballeros, Mérida, Venezuela, hasta su lamentable muerte, la madrugada primaveral del 17 de marzo de 1983, en la misma población, nos deja una vida efímera y una voz poética, con apenas veinte años de recorrer su travesía. Vivió intensamente, sus viajes por Europa, Cuba, Colombia y su país natal Venezuela, la música clásica, la ópera y la literatura, y, estaba a punto de graduarse en la Universidad de los Andes, en Lenguas y Literatura Clásica.

    “Más allá de los espectros” (premio Primera Bienal de Poesía “Francisco Lazo Martí” del Ateneo de Calabozo; junio de 1983), es su primer y único poemario, dueño ya de su propia personalidad, desdeñando el desborde, sin regodeos, donde cada palabra es escama de un caparazón que gravita en derredor del poema, capaz de sostenerlo sólo mientras transa consigo mismo, con la insoportabilidad de la conciencia y la instantaneidad del fugaz relámpago de la existencia, dejando su consternación en cada verso.

    “Arde, de nuevo, su lámpara. Brilla, todavía el aire. Más allá de los espectros es árbol de primera floración, agotado por la redondez de sus frutos; es toque de agonía, voz en duermevela, elegía a sí mismo, rosa volcánica cortada al filo del crepúsculo”

(Carlos César Rodríguez, Calabozo, 28 de abril de 1984)

 

   Su poesía es indefensa y por indefensa expuesta.

   Escrita en verso libre, se trata de ochenta y cinco poemas, y desde los primeros versos, el poeta nos deja claro el tema central del poemario:

 Quiero regresar al silencio perfecto

en el que se unen los vacíos y los sonidos

donde el viento es sordo,1

   Urdimbre del poema, la muerte voluntaria, aparece como orbe, como esfera, donde el yo poético pone márgenes breves a su vida, se adentra y diluye sobre la que lo acecha; sintiendo el hostigo de sus pasos, decide expresar la quimera y darle sostén a su existencia, sabedor, de que la intensidad de su desasosiego es su impulso tenaz como razón de ser. No intenta esquivar el sentido del final, sino entender desde el verso, el mutismo, el vacío y la ausencia en la muerte. El tiempo de la muerte es también el tiempo del verso. El ser que se refugia en estos poemas es el que escucha la voz del silencio.

   Escritos en primera persona la casi totalidad de sus poemas, nos presagia este poemario una migración por su mundo íntimo asaltado por la tribulación.

   A nivel semántico destacan su simbolismo, las imágenes y la tonalidad melancólica,  y por sobre todo, su propia voz.

   Es una poesía que, si fuese árbol, el poeta, sería un sauce:

Había un sauce triste

que pensaba cosas terribles.

Cosas como bañarse en un río

o comer flores rojas

de una trinitaria 2

   Si fuese sonido, el silencio que palpita contra los chirridos del mundo:

 El silencio

retumba en los oídos

anhelantes

de colores ingenuos.

 

Nos iremos

a lugares remotos,

quizás entre

el río y las piedras,

para poder comprenderlo 3

   Su poesía, es la paradoja del reparto entre la vida y la muerte que se amarran e inmovilizan en un único instante, en la eterna lucha entre Biós y Thanatos, y, como un Ulises, el poeta,  se ata a sus poemas intentando resistir el canto de las sirenas que lo convocan a morir.

   Bajo su cálido verbo la sensibilidad insistente en su sorpresivo decir:

Ayer

vi un camino

descendente.

Se oscurecía,

goteaba

hojas

 

Todo en él

temblaba

incluso hablaba

lenguas muertas.4

   Intensa convocatoria, texto que despierta desazón, afección y terneza en cada una de sus huellas, indelebles de una gran sensibilidad estético-literaria. Angustiosa metáfora existencial en la que nos queda, metamorfosearnos en sus tristezas y escucharlo:

Soy,

desnudo

por primera vez ,

quien presiente

lo absurdo:

ese desapego

al horizonte de los ojos 5

   Argumenta Emile Cioran, que, entre poesía y esperanza la incompatibilidad es completa, conduciendo al poeta a no entender por entender demasiado, y los versos de Carlos Rodríguez Ferrara, plasman eso, la imposibilidad de vivir una existencia incompatible con su sensibilidad. El poeta, intenta aferrarse desesperadamente al vértigo y a la oquedad de esa sordina que crepita en la muerte con su voz fragmentada que se posesiona del poema, y expandirse, donde no haya límites espacio-temporales, en la levedad del tiempo grávido y enigmático. Aventurado a las más inclementes contradicciones, en la tesitura de un espíritu dispuesto a claudicar ante la vivencia de la muerte, en un aprender a ir perdiendo, cediendo, en dar un salto al vacío con sus únicas alas, los poemas, expulsarse a un territorio minado de incógnitas, asediado de fatalidad, al encuentro, no de certezas, ilusiones, esperanzas, lo contrario, al encuentro de un mundo opaco, con su asombro solitario, desgarrando su orfandad frente al albur del universo.

Su poesía extraña a fastos pseudometafóricos, a ripios léxicos, en un “hablar silencioso”, austero, que no da cabida a la hipérbole, irrumpiendo el ritmo de la frase con encabalgamientos suaves, los que apenas se apoderan de la unidad de la expresión que continuará en el próximo verso. Abrevia, como dejando constancia, de que en cualquier instante  puede romperse el hilo de la vida, a un ritmo que nos deja entrever como el hado le otorga inciertos sentidos a la existencia. Mesura en la disposición visual, con las líneas y espacios blancos bien diferenciados, con mayúsculas, minúsculas y signos de puntuación. Poemas con un protagonista, el poeta en camino a su inexorable destrucción.

    Hacia atrás, peregrina en la infancia la mirada del niño:

 Mi infancia huele a jazmines

En  patios blanquecinos

y  “Leticias” en los pasos

de  flores aplastadas

…..

Libros empolvados en esquinas

Como “sostenidos” de los pianos 6

 Un profundo lirismo embebido en resonancias íntimas. Una confesionalidad indefensa en la agudeza de sus percepciones e intuiciones, con la posibilidad de escuchar genuinamente su voz interior, su inspiración, sin dejar de afirmar a que tiempo pertenece su alma, el murmullo de lo propio, su phatos, la culpa del vivir y los culpables.

   Presentes siempre la ausencia de la vida en la muerte y la traza continua y antitética de la muerte en la vida. Sin lamentos, sin quejidos, sin imprecaciones, sin histrionismo alguno, los versos se convierten en eslabones de esa cadena interior que crudamente espirala su ser; no hay rebeldía, el yo poético, ser sintiente, es espacio que alberga tormentos:

 Más allá

de los espectros

se sienten

cosas:

pesadez en el alma

tristeza

por lo hermoso.

 

Las cosas no son.7

 El hálito de su voz en el poema, nos da su íntima imagen, prescindiendo de todo giro que no se inicie y concluya en sí mismo, en una agitación latente e inconteniblemente personal.

Y en los abismos de la duda y la culpa ¿Habrá que renunciar a la expectativa de lo absoluto? ¿Es permitida esta renuncia sin caer en el absurdo? ¿Es posible una sublimación no compulsiva? La apuesta del poema es darle la palabra a cada uno de los fragmentos de la subjetividad, a cada una de las voces que la constituyen, y en este poemario, el mar junto a la duda y la culpa, es una de las principales figuraciones de aquellos sus recuerdos agobiantes tras la puerta:

 El mar no es misterioso

.....

Como un espejo

refleja lo que él quiere

que veamos,

y si nos acercamos

¡nos perdemos para siempre!

condenados y errantes.

El mar no tiene Virgilio 8.

 

Ojalá dejes el recuerdo

de tus puertas

y cantes juegos en los patios

sin náusea en la garganta.9

 

Un mar que acecha, aguarda y surge al abrir la puerta:

 Algunas veces –es cuando temblamos-

se contentan al abrirnos

la Puerta infantil

llena de mar, sin soles de colores.10

 El mar no llegó sólo, hay un fuerte sabor salobre e incrustaciones de infelicidad, tribulación, desdicha, que emergen en las conversaciones con su yo,  la duda y la culpa, que lo acompañan como heridas de un sueño alucinado.

 Hay algo de desmesurado e inhumano en la culpa, y es, la duda:

  No hay nada más tremendo

que la duda

alguien abre la puerta

para decirnos que ya no somos;11

 Inminencias presentidas con aprensión, temor y hastío. Es la infelicidad que amenaza desde un horizonte muy cercano, una fuerza impersonal que se anuncia, y ese anuncio, es ya vestigios de una certeza  para el poeta.

   Su voz poética testimonia la oscilación de la subjetividad entre el miedo y el desaliento; esta incertidumbre sin embargo, intenta alcanzar la tierra firme de alguna certeza; si se pudieran acoger la culpa y la duda, acaso sería posible conquistar “cierta transparencia digna” en vez del ocultamiento culposo. Pero, el desaliento reclama como una posibilidad más inmediata, como un modo de leer el propio ánimo que implica no sublevarse, no rebelarse, y la posibilidad de la lectura se ve cuestionada y difícil. Es, el origen en la historia de su verbo emotivo, en la frágil experiencia frente al mundo como un desierto, un medio hostil, recorrido por seres que se siguen unos a otros, pernoctando en endebles y provisionales moradas del  pneuma,  y, sin una alternativa distinta, el poeta sigue a esa caravana errante; lo hace, abrumado, gravitando con sus cavilaciones, vigilias y fantasías, con su desamparo frente al infinito.

 Esa luz

es la muerte

que nos busca.

Viene,

traspasa cristales

y

se queda

al lado nuestro.12

 

Tras los pasos

dejo –cayendo,

bailando-

mortalmente

las hojas

y en esa ausencia

de colores

pega en el alma

tanto que duele.7

    En los poemas “Italia”, “Venecia” y “Siena”; agobiado por testimonios antiguos de la historia del hombre, las tonalidades oscuras, las plazas desiertas, la muerte en los olores sepultados, los salones reteniendo los pasos de antiguas danzas, las terrazas y su hojarasca, los pasillos y sus sombras pasadas, una vez más se quebranta el alma del poeta:

 Tantas las agujas, las estatuas de Milán.

Tanto mármol de paredes

que se hundían.

Y un Leonardo en la Casa de las Voces.

Un cristo muerto de verdad

en un Brera escondido

con un cerdo de Florencia 13

  

Puedo volver a odiar

los salones y las luces

en silencio.

Como hicieron en Venecia

Terrazas de leones

cogidos de las alas,

…..

Manchan las piedras de los suelos;

de los puentes;

los pies sucios de grises y tocino

como recuerdos de los fuegos embrujados

en las plazas de los duques 14

  

Le regala

una plaza de campo,

desierta,

para perderse

entre sus ladrillos.

 

¿Qué hacer con

Tanta plaza?

  

Decide convertirse

en perro de bronce

para al menos sentir

algo fresco

en la garganta.15

 

    De repente, una escena goyesca, escrita con una maestría extraña, con olores y colores,  fuertes, acres, nauseabundos:

 Brazos hundidos en verduras

y fermentos.

Respiran todavía los tomates

y pescados apestosos

a vulgo de grama,

a espaldas cargadas

con tierras florecidas.

…..

Cada esquina con los ojos

angustiados de los campos,

-sudados a sucio-

…..

 

Calla,

para oír sus cantos

llenar los aires de cansancio.16

Ningún credo, ni culto o dogma, radicaliza o acalla al poeta, y pulsa sus audaces bordones graves:

 Los ángeles están desnudos

Algunos dicen haberlos visto

en minas de cobre

chupando miel de las paredes:.

…..

Lirios temblantes,

delirantes en torres videntes.

Los consume el olor

a Cristos caídos;

…..

Llegué a pensar que eran inmortales,

musicales como días de fiesta,17

    La unidad que forma el poema es el verso, y en este poemario, sus linderos asoman sin invadir el blanco de la página, enmarcado en una realidad, la suya, el verso se fracciona, es la desilusión del poeta que imagina y razona, es aceptación estoica de su realidad, es indefensión frente  al dejar de ser, que se apodera del texto, donde cada frase acoge con su vívida síntesis.

   Una sucesión de personajes reales, míticos o soñados, protagonizan los últimos poemas: Madame Butterfly, Suor Angélica, Penélope, Ariadna, Apolo y Dafne, Minos y el Minotauro; todos ellos enriqueciendo su código literario.

   Suor Angélica, poema inspirado en la ópera de Giacomo Puccini sobre un libreto de Giovacchino Forzano. La música de acentuada delicadeza y fina inspiración melódica; su acción se desarrolla en un convento italiano a fines del siglo XVII. Suor Angélica vive un exilio angustioso por órdenes de su familia, que desaprobó su relación extramatrimonial y trajo como consecuencia un hijo. Ella añora al hijo desconocido y aborrece a los causantes de su reclusión y el poeta, sabe ceñir la desesperación de la mujer por el hijo ausente, en un breve poema de solamente nueve versos:

 Suor Angélica

 Recoge hierbas mortales

 y canta

Desea ver su hijo,

reconocer su rostro

entre fantasmas.

 

(Hay quien dijo

haberla visto

caminar

acompañada).18

 

 El mito de Apolo y Dafne nutrirá alusiones al amor:

 Sentada

come flores

amarillas

sin presentir

su semejanza

con la hoja

…..

Después corre,

acosada

por el poseído

de terribles niños,

y bajo el puente

queda ella

-amada-

Deshojándose.19

    El Minotauro y su laberinto, este mito, el poeta lo ilustrará con expresivo ingenio en una visión que amalgama las miradas de Jorge Luis Borges en “La casa de Asterión”: “corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado (…) Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme (…) La casa es del tamaño del mundo (…) ¿Cómo será mi redentor?”, Asterión se atemoriza del mundo exterior, un mundo aparente que le produce un profundo sentimiento de orfandad; pero, a su vez,  le agobia la soledad, la exclusión de su casa. Y,  la obra  de Julio Cortázar en “Los Reyes”: un laberinto “poblado de desoladas agonías”, con un rey Minos que se pregunta “¿Llevamos el Minotauro en el corazón, en el recinto negro de la voluntad?”

 Escaleras, ventanas…

¿Bicorne? ¿Cuadrúpedo?

De noche contemplas el baño láctico real

entre muros duros y obscuros, entre recuerdos de ofrendas

que aún yacen a tus pies.

Se proyecta la cara de la noche

a través del techo abierto.

La angustia palpita en los insomnios,

…..

¿De qué sirven estas columnas sino para

 estrellar encéfalos?

Las escaleras infinitas, descendentes,

te alejan siempre más.

Entre delirios seguirás jugando en tu bella casa redonda.20

 

   El hombre, tan joven, cuya voluntad ardorosa e impaciente lanza retos a los entresijos del sobrevivir; y, el poeta, tan joven, de facultades sobreagudizadas, cuya mirada se hunde con zozobra en figuras negras, en esmeraldas, en los espectros, el mar, las flores, las piedras, las hojas,… objetos que se expanden espiritualmente y son él a medida que los mira y con voz poética les habla, y por su saber, por su melancolía, participan mucho de la naturaleza de sí mismo .

   Recogido en sus poesías, el sentir de su existencia, al que el temperamento del autor se sincera totalmente expuesto en su sensibilidad, él, que vive más delicadamente acaso que muchos otros ese agotamiento de tanta conciencia de la muerte. Es Carlos Rodríguez Ferrara, un ser creado para respirar en un desasosiego elevado por sobre la crueldad del mundo, en un esfuerzo espiritual perpetuo para huir de todo aquello que impreca.

   Ese es el lugar y la posición de este poeta que sabe, como todo es incierto, confuso y velado en la eternidad.

 Evolucionamos

y

dejamos atrás

todo,

incluso la piedad

necesaria.

 

Dejamos ideas,

formas,

para mezclarlas

una y otra vez

y así poder

oír gotas

pesadas;

después, de la existencia. 21

  



Referencias bibliográficas:

 Extractos de poemas del poemario “Más allá de los espectros” de Carlos Rodríguez Ferrara. Segunda Edición, Centro Editorial Litorama C.A. Mérida, Venezuela, 2003.

  1.  “Quiero regresar al silencio

  2.  “Había un sauce triste”

  3.  “El silencio”

  4.  “Ayer vi un camino”

  5.  “Soy”

  6.  “Infancia”

  7.  “Más allá de los espectros”

  8.  “El mar no es misterioso”

  9.  “Regreso”

  10.  “Misere nobis”

  11.  “No hay nada más tremendo”

  12.  “Esa luz”

  13.   “Italia”

  14.  “Venecia”

  15.  “Siena”

  16.  “Mercado”

  17.  “Los ángeles están desnudos”

  18.  “Suor Angélica”

  19.  “Apolo y Dafne”

  20.  “Minotauro”

  21.  “Evolucionamos”.

  

  • Nota:

 En el año 1988, se otorgó el I Premio Mucuglifo de Literatura “Carlos Rodríguez Ferrara”, en su mención poesía, en homenaje a su memoria.

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Escritora venezolana


María Cristina Solaeche Galera


Maracaibo, Estado Zulia, Venezuela




Aquí encontrará ensayos dedicados a Alberto Bermúdez de Belloso, Carlos Rodríguez Ferrara, Luis Enrique Mármol, Enriqueta Arvelo Larriba, Ismael Urdaneta, Lydda Franco Farías, Emiliano Hernández, Vinicio Nava Ulibarri, Ada Pérez Guevara, Elías David Curiel, Genoveva de Castro, Carlos Borges, Rosa Virginia Martínez, José Tadeo Arreaza Calatrava, Edna Medina Patrick, Atilio Storey Richardson, Lucila Velásquez, Elizabeth Shön, Marcial Hernández, Ida Gramcko.


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