Si no fue enfermedad aquella extraña experiencia, tampoco un invento
mío ¿por qué me pasó a mí?, ¿por qué tuve que saber que éramos
muchas almas? Ahora sé... que el cuerpo no vale nada y las almas son
tan pequeñas que cuando muera no podré acordarme de todos aquellos
que amé ni quien he sido, puede ser, esa es mi esperanza y mi
perdición como ser.
Venezolanos, desvinculados seres humanos, de arriba abajo, este a oeste, diferentes entre sí, buenos y malos cristianos, desesperados, ardientes, valientes, inocentes, ricos y pobres, altos y bajos, serios y cómicos, en ocasiones subdesarrollados, en otras iguales a los seres de los países más avanzados, pero siempre alegres, positivos, con proyectos.
Ponen velas a los santos, rezan, lloran, creen, adecos y copeyanos, chavistas y antichavistas, que mueven el país al ritmo que les parece, en zigzag, de derecha a izquierda, sobre las rocas, atravesando las dunas del más hermoso desierto, con muerte, votos, fundamento, unión, batalla, peticiones, grupos, análisis, mirando al cielo, conservando sus instintos, sus creencias.
Unos trabajan y otros flojean, los hay que estudian y que se especializan, que pueden llegar a ser buenos profesionales entregados al mundo, pero que van con miedo en sus coches y para entrar a sus casas atraviesan siete puertas blindadas.
Caracas, donde vivir cada día es un acto de fe, los hay que roban, matan, violan los derechos humanos, que no valoran la existencia ajena ni la propia, aquellos con los que hay que tener cuidado, pero no todos utilizan la ira y la violencia, también hay seres buenos y civilizados.
Ellos, que usan gafas de sol. Las mujeres van con tacones altos y los labios pintados, con las manos llenas de pulseras e innovadores peinados, que estudian protocolo, maquillaje, teatro, porque hay mucho teatro en las calles caraqueñas, en las paradas del bus, en los centros de estudio, en los trabajos.
Lucha, progreso,
cambio, fracaso no. Allí trabajaría de cualquier cosa: peluquera,
jardinera, poetisa o actriz. Allí, quizás lograra ser feliz, la
felicidad del hoy por hoy. Te quiero porque me quieres, te busco
porque me llamas, si voy es un acto del alma del que me
arrepentiré... tal vez.
Él, que discute con su mujer, que compran juguetes a sus hijos, que se separan o viven eternamente junto a su pareja porque valoran el amor y la religión dentro de lo que cabe.
Sí, ellos, algunos con las caras llenas de granos, que comen chocolate, arepa, caraotas y maíz. También arroz blanco y los aliados. Algunos buenos, otros delincuentes consagrados, sin ritmo de vida, no se conoce, sin conocimientos ni cultura ni estudios, que van disfrazados de civiles siendo algunos de ellos muy villanos.
Allá vamos de nuevo, al pasado, denso y profundo que me ha hecho ser quien soy, la vida es una rueda y toca pasar de nuevo por aquel lugar. Año 2011.
Vuelve la enfermedad a visitarme y no sé si será cáncer o una simple inflamación, vuelve el dolor a posarse en mi interior y yo, sólo deseo alejarme de los que ya no pintan nada en mi contada existencia, días me quedan para morir y no deseo a mi lado a los que me hicieron tanto daño, a los que me pisaron y usaron como un trapo, mi defunción será feliz, quiero morir con una sonrisa aunque padezca dolor para que aún muriendo el color de mi tez sea el rosa claro. Es lo único que dejaría, nada quiero llevarme, ni los recuerdos ni un futuro en la memoria de nadie.
Santy (Chantyco) está mal y le hinchan las patitas, no fue una quemadura, no sabemos bien que fue, el veterinario piensa en la alergia, pero ¿a qué?, ahora duerme tapado con una manta unicolor, tiene la carita alegre porque le miman, le cuidan, le cantan todas las chachas, hermanas, todas nosotras, Mamie, Charmencita Varell y yo.
Todos somos iguales en el fondo universal de los sentimientos, todos sabemos darnos un tiempo para la reflexión, comprendo que queramos a los que nos ofrezcan facilidades para vivir, buena vida, es una buena conquista la de “ofrecer”, pero Santy nos quiere desde el fondo real de las cosas, por eso es doble su fortuna y por eso es un gato que sonríe, lo tiene todo igual que sentimos tener nosotras por estar con él, hay almas que se encuentran y se llegan a sentir plenas, que pueden realizar sus sueños de “felicidad”.
Minia Gregoria tiene once años y en mayo cumple los doce, le falla el hígado y un riñón no le funciona, pero la virgen de Fátima y el doctor José Gregorio Hernández Cisneros le darán una mano o un brazo, se salvará, vaciará su riñón y celebraremos un año más su cumpleaños con ella. No es la primera vez que le ayudan a seguir viviendo. Eso está hecho.
Minia reza a los santos con su mirada azul turquesa enfocándola en sus cuadros, sus sentimientos sinceros, su saber decir "te quiero", con sus estampitas y su fe, vivirá. Minia, Minia, vivirá. Caminará por la casa, orinará y mejorará, se comerá sus croquetas gastrointestinales y su hígado recuperará sus valores normales. Los milagros, existen a pesar de que las épocas sean difíciles y la crisis quiera apoderarse de nosotros.
Pido también algo para mí: curar mis males y seguir adelante con los venezolanos de a pie, valor, coraje, osadía, memoria que no me falte, gafas de sol graduadas, retención, bandera de mi partido político, pistola aunque sea de juguete, guardaespaldas si me diera el sueldo, un potente llavero, amigos de confianza... zapatos rojos de tacones altos, volver a andar sin miedo por las calles caraqueñas aunque la muerte esté a la orden de mis días, ir en metro, aquel que hicieron los franceses en su día y ha dado tanto que hablar. Iré a La Hoyada y regresar para contarlo será mi meta. Pasearé por Ño Pastor a Misericordia, por La Candelaria, Quinta Crespo, Las Mercedes, El Junquito, San Antonio de los Altos.
Si muero que me entierren, si vivo será leyenda, si gano que sea "la Gloria", si pierdo que no sea el "ser franca", si creen que yo soy "nadie", no me importa, jamás me conocerán del todo.
Yo soy de varios países y por ello "mujer universal", soy de Egipto, Venezuela, México y más, que no contaré.
Soy una mujer alegre, acorde a sus tiempos, que conoce los defectos de los países en que ha vivido, que se mueve al son del tambor y de la gaita, que aprendió a tocar el cuatro y la guitarra, a cantar en corales, a nadar y andar en bicicleta.
No soy importante, pero sobretodo soy yo, aquello que alcancé a ser, mucho o poco, y por eso tiene su valor incalculable para mí.
Sea yo o no inteligente, sea culta o no, valiente o cobarde, indecente o santa, es mi problema y sólo a mí atañe, a nadie más le importa mi vida, mi pasado o mi futuro, sea en Caracas o en Lourdes, sea feliz o no.
Mi vida es mía y me pertenece, no es de nadie más, sólo Dios puede disponer de ella, no un fantasma, un desgraciado que vaya deseando mi funesto desenlace... Yo soy del ojo por ojo, yo soy del diente por diente y siempre me verás sonriente, me llamarás hipócrita, pero es mi táctica, mi norma y mi representación terrenal. Creo en la justicia divina, pues está claro que no puedo creer en la de los hombres. Ni en la tuya ni en la de nadie.
A Caracas voy, con mi Minia y con Santy, las manos atadas, no puedo hacer nada para cambiar aquel espectáculo que se ofrece solo. Lo conozco, sé como es la vida allí, como moverme, con quienes codearme y a quienes dar disimuladamente la espalda. Debo llevar la mentira, las clases de teatro aprendidas, pero también debo ser sincera con aquellos que me tiendan su mano negra y amiga, sabiendo yo, que no me engañan. Entre compatriotas eso se deduce, se aprecia, se huele. Es así, no lo he inventado yo, allí me parece saber las formas de todos, las reacciones. Por eso podré regresar en el año 2012, no antes, no está previsto.
Sí o no, para siempre amor eterno, el que aprendí a comprender y a querer, Caracas mía por siempre, allá sin más, sin más allá.
C´est tout, bonne nuit mes amis, au revoir mes enfants.
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