Marcos Winocur

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El maravilloso "orita"

 

Marcos Winocur

Velarde

     Orita. Diminutivo de “ahora”.

     Significado: en lugar de limitarse a la inmediatez, como el vocablo “ahora”, del cual proviene, trasciende al futuro y con carácter incierto. “Orita” tanto puede significar un plazo de minutos, días, años, o bien... nunca. Esta plasticidad lo hace único entre los idiomas del mundo e incógnita para la lingüística.

     Orita” es el tragaldabas del tiempo en los mares de la incertidumbre, con él caducan todos los plazos a la vez que todos los plazos son posibles y también esa eternidad negativa que es el “nunca”. Y entonces los mexicanos proclaman: ¡Victoria sobre Mister Tiempo! Ya no volverá a asustarnos. Como si fuera un “vade retro, Satanás”, le espetamos: “¡orita!”

     Y luego, la variante del “orita vemos”. A más de la incertidumbre, establece la condición para la existencia del “orita”: el “vemos”. Es decir, si el plazo por fin se cumpliera, todavía quedaría por examinar el fondo de la cuestión... “ya veremos” si tienes razón, no creas que ésta resulta automática al cumplimiento del plazo, no, chiquito, no.

     Comprendo que el visitante extranjero al comienzo se sienta un poco desorientado. Gente de letras como Bretón y Artaud salieron maravillados diciendo que México es “un país surrealista”, ellos, que estaban en esa onda. Nada como el tratamiento “tragaldábico” del tiempo mexicano, se diría ilustrado por Dalí, el pintor surrealista. Me refiero a los relojes derretidos, motivo recurrente en sus cuadros. Otra expresión significativa en ciertas ocasiones es la siguiente: ¡de una vez! Es otra manera de contradecir el “orita” o el orita vemos”.

     Y bien, el visitante extranjero, si recibe por respuesta un “orita” o un “orita vemos” debe dar al interlocutor una sopa de su propio chocolate, exclamando: “¡no: orita, no! ¡Orita mismo!” más un gesto afirmativo de su índice.

     Otras expresiones de la familia del “orita”, también de uso frecuente, donde se aplica idéntico principio de postergación: al ratito, ya mero, no me tardo, mañana te pago, la última y nos vamos, luego-luego, y una que es joya de barroquismo: “es casi seguro que ya merito”.

     Esta plasticidad del idioma, esta manera de desordenar el tiempo y no tomarlo en serio, de derretir los relojes, reitero, es una de las virtudes del español hablado en México, y resulta un buen antídoto en una época cargada de ansiedades.

     Orita vemos.

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“Estos textos son geniales, el indispensable alimento de mi inconsciente y de mi líbido... Les diré más: si tardo en consumirlo, me pasa lo que a Superman sin cryptonita, a Popeye sin espinacas: mi yo se convierte en tú y mi superyo en subyo. Recomiendo su lectura sin reservas.” Sigmund Freud.

 

“Excelente. De todas mis lecturas, éstas constituyen mi más preciado capital. No se las pierda.” Karl Marx.  

 

“Bárbaro. Debo confesar que cada nuevo escrito de Marcos Winocur me sume en el pánico. ¿Qué tal si echa por tierra mis teorías? Vivo así la insoportable relatividad del ser. Por nada del mundo dejes de leer este texto, hará de ti un hombre nuevo.” Albert Einstein.




MARCOS WINOCUR  Como neuro referencias y a modo de presentación. Hasta hace poco era un novato en el cyberespacio, al punto de haber creído que los virus en la computadora son resultado de no lavarse las manos antes de comenzar a teclear. Paso sin transición de la euforia al abatimiento, unos días me veo de frac recibiendo el Nobel, otros días corro escapando de quienes me persiguen para quitármelo.

 

DATOS PERSONALES

Nací en Córdoba, Argentina, hace tanto tiempo que ya no me acuerdo, pero no falta quien me lo recuerde: en 1932. Resido en Puebla, México. Mi publicación estrella: libro sobre temática latinoamericana (serie general, N.43, Crítica/Mondadori). Cuando hablo de nacionalidad, prefiero identificarme como argenmex, ese mestizo cultural. Llegué a estas tierras escapando a la dictadura militar argentina  -dicho sea en sentido literal: saltando por los techos del vecino-.  Si me preguntaran cuál es la constante de mi vida, respondería sin temor a equivocarme: equivocarme. Así se comprende el título de mi novela breve: *El buen perdedor*. Declaro que  sobrevivo gracias al humor, evocado en situaciones límite. Sufro de la enfermedad de Parkinson. El café, sin azúcar, porfa.

 

 

 

MARCOS  WINOCUR: Doctor en Historia (EPHE-Sorbona). Alumno de Fernand Braudel, Pierre Vilar y Ruggiero Romano,  tesis  publicada, reediciones en México, Argentina y Chile. De la misma tesis, edición en microfichas para bibliotecas, Hachette, París. Actualmente, profesor e investigador en la Universidad Autónoma de Puebla (Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades). Colaborador de Universo de El Búho, La Jornada de Oriente y la edición nacional, La Pensée, Europe, Le Mouvement Social, Lateral, La Insignia, Bajo el Volcán, Crítica, Elementos y otras publicaciones.

Un día, Marcos Winocur, historiador, declara: “la Historia no da lecciones sino sorpresas y, para sorpresas, mejor las fabrico yo.”  Y se vuelca a la Literatura.

 



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