Espacios memoriosos (ensayos y entrevistas) de Miguel Ángel Muñoz Palos

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Rius; ochenta años de vida

Miguel Ángel Muñoz Palos

 

 

A Jorge del Ángel, con todo mi cariño

Después de más de sesenta años en el mono, el escritor y dibujante Eduardo del Río Rius (Zamora de Hidalgo, 1934), acaba de recibir un homenaje en el Museo del Estanquillo y la reedición de muchos de sus libros, con motivo de sus ochenta años de vida. Uno de ellos es Rius para principiantes, en el cual nos aproxima a gran parte de sus aventuras en el periodismo mexicano, de su relación con sus maestros: Stinberg, Oski, Abel Quezada, entre otros. Además cuenta su infancia y adolescencia en el internado de un linario, su trabajo como vendedor ambulante y su debut en la revista Ja-já allá por 1955. Autor de más de ochenta libros, treinta mil dibujos y fundador de las revistas de humor político y blanco: La Gallina, Marca Diablo, La Garrapata, El Chahuistle, El Chamuco y Los hijos del averno, Los superaos y Los agachados. Sus dibujos han aparecido prácticamente en todos los medios impresos de México. Rius habla sobre sus ochenta bien vividos años, y de su necesidad de seguir en el rollo del cartón. Entre sus libros sobresalen: Economía para ignorantes, La deuda externa y cómo no pagarla, Manual del perfecto ateo, El pequeño Rius Ilustrado, La mamá del Quijote, Cristo de carne y hueso, El diablo se llama Trotsky, De aborto, sexo y otros pecados, Horóscopos, tarot y otras tomadas de pelo, Quetzalcóatl no era del PRI, entre muchos otros. En 1976 es galardonado en el Salón de Lucca con un trofeo de la UNICEF. En 1987 fue ganador del Premio Nacional de Periodismo de México en caricatura, en 2004 recibió La Catrina, premio que se otorga a personajes importantes del mundo de la caricatura y la historieta en el marco del Encuentro Internacional de Caricatura e Historieta, celebrado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, En 2010 volvió a ganar el Premio Nacional de Periodismo de México, pero esta vez por su trayectoria periodística representada en su trabajo como caricaturista.

—¿En qué momento abandonó prejuicios y tabúes para escribir Rius para principiantes, o prefirió incluir cosas privadas?

—En primer lugar todo lo que se refiere a mi privacidad es un verdadero desastre, por lo cual no lo incluí. Por ejemplo, no están mis experiencias con las mujeres, y mucho de mis pasiones con ellas; hay un libro sobre el tema e incluso que se llama Mi con las mujeres. En segundo lugar, si meto asuntos demasiado personales, el volumen sería de un grosor interminable. Si así tuve doscientas páginas, las cuales eran demasiadas. Tengo tres o cuatro cajas llenas de revistas y caricaturas que se han ido publicado en el extranjero y demás cosas… en fin, sentí que ya era demasiado para un solo libro.

—Hábleme sobre su vida católica y su relación con el seminario, ¿todavía conserva algunos principios éticos y morales de esa doctrina?

—Los principios cristianos, aunque la gente no los siga, creo que son válidos en todo momento. La cosa no es que se llegue a practicar el cristianismo como un acto de fidelidad. Algunos monjes se han recluido de los problemas del mundo, aunque esa no sea una buena forma de afrontarlos y mucho menos de predicar una moral cristiana. La religión debe de ser un contacto con el mundo, es decir, debe de demostrar su comportamiento con el prójimo. El ir a misa los domingos y darse de golpes de pecho es lo peor que hay dentro de la misma religión.

—¿En qué momento de su carrera se da cuenta que la ironía es importante en su trabajo.

—Tal vez se da en el intento ser algo parecido al trabajo de Quezada o de Renato Leduc… en ese momento me doy cuenta que quería seguir el camino del humor.

—¿En estos cincuenta años de caricaturista se puede ser juez y parte al mismo tiempo?

—Nunca he sido juez, sino señalado de las cosas. Opino en mis cartones: “La gente es corrupta por esto y esto otro”, para después pasar al criterio general, es decir, que en realidad hubiera un consenso, pero desgraciadamente eso es una utopía muy gastada en nuestro país. Aquí no hay una verdadera impartición de la justicia. Por ejemplo, el trabajo de un periodista es señalar lo que está mal hecho, aportando algunas evidencias, pero sin juzgar.

—¿Hubo momentos en su carrera para aceptar los famosos chayotes?

—Nunca, al aceptarlo hubiera perdido toda autoridad moral para criticar los errores. Siempre he pensado dejarles a mis hijos y a mis lectores un ejemplo de dignidad. He sobrevivido estos ochenta años gracias al trabajo, tengo la conciencia limpia. Jamás me he preocupado que alguien me tache de corrupto porque nunca lo he sido.

—¿Qué problemas encontró en sus primeros años y cuáles sigue enfrentando?

 —Lo difícil en los primeros años era lograr que te publicaran, y que por supuesto lo publicaran sin ningún tipo de censura. En esos años eran muy pocos los medios, pero ya en ellos había una gran censura. En todo momento había que manejar el humor de acuerdo al interés del periódico o revista para que los dueños del medio vieran inofensivo el trabajo para poder publicarlo. Hubo una época en que los españoles la practicaron mucho, en especial cuando Franco estaba en el poder. Conocí varios caricaturistas de esos años, los que me contaron, qué hacían para que sus editores no se dieran cuenta del verdadero contenido del trabajo.

—¿Hay algo de influencia del humor de las carpas en su trabajo formativo?

—Me sirvió para ir puliendo mis ideas sobre el humor. Me gustaba ese ambiente, frecuentaba el Tívoli, el Margo, entre otros que manejaban el sketch con tintes políticos. Por esos años conocí a Palillo, Clavillazo, además de cómicos y humoristas. Algunos los volví a encontrar cuando se filmó la cinta de Los Supermachos, donde se reunió a muchos de los cómicos que quedaban de las carpas. Entonces, uno se influye en todo momento, es como una retroalimentación constante.

—Hubo una época en donde su formación se da por las lecturas que le recomienda Polo Duarte, ¿cree usted que pudo llegar un momento para escribir una novela o algún trabajo creativo?

—Estuve aquí en Cuernavaca en un taller literario que dirigía Andrés González Pagés, pero fue una experiencia breve. He tenido ganas de hacer una novela, un día Quezada me dijo: “terminarás haciendo novelas”. Empecé con el cartón mudo, de ahí paso por la historieta, hasta llegar al empleo del lenguaje escrito más que el dibujo en algunos de mis libros.

—¿Cómo logró Rius tener un estilo propio?

—Con la práctica diaria y por supuesto con una autocrítica honesta. Hay que tomar una posición de ser mejor cada día, y además de buscar un lenguaje propio.

—¿Cuáles han sido sus peores broncas al criticar personajes públicos?

—La peor es el intento por desaparecerme de la tierra. También tuve dos secuestros, los cuales ordenó Echeverría. Fue entonces cuando dije: “a qué le tiro en este país”, y de plano me voy de México. Posteriormente me acerqué a Fausto Zapata, quien habló con algunas personas para negociar mi tranquilidad y pudiera seguir trabajando sin problemas. Otra vez me dediqué al cartón entre comillas, tranquilo, pero me vine para Cuernavaca. He recibido otras indirectamente por cuestión de los editores, hay trabajos que molestan al gobernador tal, pero por fortuna se han quedado en simples disgustos.

—¿En algún momento de su carrera, puso en venta sus caricaturas a los funcionarios?

—No. Alguna vez Reyes Heroles me pidió hacer un cartón en donde lo cacheteaba. Eso lo vi como prueba de cinismo. Nunca podría tener en mi casa una caricatura en donde se me pone en ridículo, y mucho menos pedir que lo dibujen. Esa es la única vez, pero mejor se lo regalé para no cargar con la culpa toda la vida.

—Después de sus dos secuestros y del encargo de Reyes Heroles, ¿cómo ha sido su relación con los hombres del poder?

—Nunca he estado cerca del poder. Mi trato con los presidentes, por ejemplo, ha sido para recibir premios. Siempre he de llevar una sana distancia de ellos, además qué diablos puedes aprender de un político, pura corrupción, ¿o no?

—¿Cómo fue la ruptura entre Rius, Cuba y Fidel?

—Uno cree que una persona y un sistema como el que lleva Fidel pueden funcionar. Hasta que te das cuenta que ese hombre va a morir así, comulgando con sus propias ideas, sin tomar en cuenta al resto de la humanidad. A partir de mi libro, Lástima de Cuba, algunas personas me han preguntado por qué cambié tanto. Yo no cambié nada, son Cuba y Fidel, esos países que se decían socialistas se fueron deteriorando en todo sentido hasta llegar a que se acabara todo un sistema que nos había dado muchas esperanzas en el pasado. Tengo los mismos pensamientos respecto al marxismo y al socialismo, pero los hechos que se han dado en Cuba desde hace dos décadas han venido a desesperanzarme por completo de ese sistema. Muchos esperábamos que se implantara un socialismo con libertad muy diferente al acostumbrado por los rusos. Esa ilusión jamás se dio, el socialismo en Cuba se convirtió en una copia de la URSS, con los mismos errores y todo su aparato de burocracia militar e incluso con el gran error de practicar una economía mal llevada que acabó por hundir al proceso social de ese país. Ahora tengo la esperanza de que acabarán con un capitalismo peor que aquel que tuvieron hace muchos años.

—¿Cree que los libros que publicó en favor de Cuba sean válidos en estos tiempos?

—En algún momento fueron válidos porque reflejaron lo que estaba pasando ahí. El gran error fue en no reconocer sus mismos errores.

miguelamunozpalos@prodigy.net.mx

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Miguel Ángel Muñoz Palos es un autor de amplia trayectoria en el ámbito cultural, sobre todo el mexicano y el español. Fundador de Tinta Seca en 1991; revista con la que obtuvo en cinco ocasiones el Premio Nacional Edmundo Valadés para Revistas Independientes, en aquellos días donde los maestros Sergio Mondragón, Alí Chumacero, Saúl Ibargoyen, Federico Campbell, Jorge Ruiz Dueñas, Edmundo Valadés, Óscar Oliva, entre otros, fungieron como jurados para propiciar el auge de las publicaciones producto del trabajo y pasión de jóvenes escritores mexicanos. Desde entonces Miguel Ángel ya practicaba la poesía, la entrevista y el ensayo, mientras se adentraba en estudios formales de Historia y Arte hasta culminarlos con un doctorado otorgado por la UNAM. Es integrante del Seminario de Cultura Mexicana, es curador de arte y colabora de manera puntual con diversos medios de comunicación.

Hace unos días tuve el gusto de recibir un ejemplar de Espacios memoriosos (ensayos y entrevistas), publicado en 2019 por el Fondo Editorial de Cultura de Morelos. La obra se suma a la docena de libros publicados por Miguel Ángel que va de Cuernavaca a la Ciudad de México y a Madrid en viajes impulsados por el anhelo constante de la exploración. Los textos seleccionados proceden de revistas, conferencias, periódicos y libros. Reúnen análisis, criterios diversos y exponen conceptualizaciones relacionadas con el dibujo, la pintura, el habla, el oficio de escribir y la vida de quienes la practican.

Espacios memoriosos de Miguel Ángel Muñoz Palos suma los descubrimientos inscritos en los ensayos con las voces de los creadores, mientras analiza, poeta al fin, las metáforas implícitas en cada manifestación artística. En la contraportada se destaca que todos los presentes en el libro radicaron en Cuernavaca o en el estado de Morelos. Argumentos plásticos, la primera sección del libro, plantea que la pintura es un signo poético. En los signos se encuentran los significados de nuestras percepciones.

Percibir es llevarnos al sitio del interlocutor para buscar el entendimiento de las distintas formas de traducir la experiencia artística. El autor examina las obras y los planteamientos de Roger von Gunten, Vicente Gandia, Enrique Cattaneo y Feliciano Mejía. Nos aproxima a las voces de Leonel Maciel y Vlady. A todos los escuchamos próximos, porque entrevistar no es un simple intercambio de preguntas y respuestas, sino el entramado que nos permite saber más del otro y los símbolos que lo componen. Es un instrumento que despierta el interés por la obra y las definiciones particulares del artista. Va de la amenidad de un comentario hasta los hallazgos que contribuyen a precisar con palabras qué significa pintar. Esa síntesis compleja de sensaciones y educación visual donde participan el autor y los artistas nacidos o arraigados en México, para externar planteamientos donde se manifiestan los misterios que aguardan ser descubiertos por el espectador.

La segunda parte de Espacios memoriosos se titula Tramas literarias. Ahí atestiguamos cavilaciones adentradas en la poesía, la narrativa, la lengua, la filosofía, el género epistolar y los instantes mágicos de la inventiva y el oficio artístico. Llegan desde los apuntes y las grabaciones recopiladas por Miguel Ángel en esta propuesta donde los diálogos con vivos y muertos revelan nuestra permanente fragilidad. En el entendido de que las imágenes y los mensajes producidos durante nuestra existencia nos volverán eternos. Para ello es fundamental contar con un intérprete, un traductor como Miguel Ángel que aproxime la obra al destinatario del producto creativo.

Sergio Mondragón aborda los senderos de la producción poética y leerlo es recordar las conversaciones que sostuvimos en las instalaciones del Museo de Arte Moderno hace muchos años. Se presenta el testimonio de Elena Garro dedicado al recuento de una obra y una vida donde hubo mucha tristeza. Los malos augurios conducen al encuentro con Ricardo Garibay quien confirma que la literatura no es bien pagada en México. En este mundo fantasmal aparece la figura de Luis Zapata recordado por Hasta en las mejores familias y El vampiro de la colonia Roma. Y si Zapata se declaraba un narrador coloquial, el lector encuentra un diálogo celebrado entre lingüistas cuando Gutierre Tibón, Arrigo Coen y Juan M. Lope Blanch, se adentran en los secretos del lenguaje, ese conjunto de signos que constituyen símbolos que delimitan lo que somos. Lenguaje, colores y trazos. El sentido profundo del ser del que habla Ricardo Guerra, ese mismo hombre enamorado de Rosario Castellanos en una reseña de amor epistolar.

Espacios memoriosos (ensayos y entrevistas) termina y uno va de las imágenes a las palabras que las despertaron, pero la experiencia del lector no concluye aún, porque Miguel Ángel Muñoz Palos ha cumplido con su propósito como investigador y ensayista al revelar secretos donde se ocultan otras posibilidades. Búsquedas que aguardan las intervenciones de los testigos puestos en contacto con este cúmulo de artistas de tan profundas y variadas personalidades.

Retrato: Fernanda Deschamps

Información sobre el autor:
https://telar.cultura.gob.mx/perfil/f1VNbBVwEPTM83OuWLYk8A==

https://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_%C3%81ngel_Mu%C3%B1oz_Palos

miguelamunozpalos@prodigy.net.mx

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