Guillermo Samperio. El ayudante.

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El ayudante

 

 

 

Guillermo Samperio

Guillermo Samperio

El ayudante se guardó las cenizas en el bolsillo del saco. Aunque bajo las órdenes del prior realiza cualquier indicación con destreza, cuando tomaba alguna iniciativa, como ésta, le venía a la mente una niebla recóndita, cierto delirio incontrolable. Salió rápido de su oficina, tropezó con uno de los acólitos que lleva un violín e, intentando no volverse a tropezar con el estuche, terminó por pisarlo, haciéndolo trizas.

Al ver, en la penumbra, quien había aplastado su instrumento, el acólito supo en el acto que el destrozo del ayudante debía mantenerlo en secreto; le preocupó lo que tendría que decir en su casa, donde los fuetazos lo esperaban.

El ayudante intentó componer el violín. Sacó su cartera y le dio varios billetes al niño y salió de prisa. Al ver la cantidad que había recibido, calculó que le alcanzaba para un mejor violín y para comprar varias partituras de Hyden y Mozart. De pronto, escuchó una voz junto a la oreja: “Aquí no pasó nada, ¿entendiste?” Giró la cabeza y encontró la cara sudorosa del ayudante y unos ojos extraviados.

El olor del aliento del ayudante era de lavativa recién usada. La sombra del hombre cubrió el rostro del acólito, quien afirmó con un movimiento de cabeza, recogió los trozos de su instrumento —sonaron desacordes las cuerdas— y salió de la sacristía con apremio. El ayudante había desaparecido y no lo divisó, para su descanso, en esa tarde todavía luminosa y tibia, que lo deslumbró por un momento. Se encaminó a la tienda de música, tirando en el camino trozos de violín, lo cual le infundía una satisfacción que no acababa de entender.

Con el duplicado de la llave, el ayudante abrió el portón del convento deshabitado. Entró en un cuarto pequeño, encendió un cirio a medio consumir. Se quitó el saco, la camisa y la camiseta; tomo un fuete de siete hilos y empezó a azotarse la espalda para castigar la insumisión del jaguar, como decía él. Mientras silbaba el fuete y se estrellaba con firmeza en la carne del hombre, le venía de inmediato la efigie de un lancero de hermoso cuerpo en el instante en que se alista para arrojar su lanza, pero se queda inmóvil como escultura con el ahínco detenido. Tras él, helechos de hojas grandes, como orejas de elefante, y girasoles insumisos se mecen con un viento leve. En ese instante, un jaguar de músculos firmes cae sobre la escultura y le devora la mitad del cuerpo de la cintura a los pies.

Cuando el jaguar arrastra con el hocico la otra mitad de la efigie, el ayudante retoma su espíritu de servidumbre, sabiendo que lo aleja del fracaso y le devuelve sus creencias de pompas de jabón, como él las llama.

Se vistió pronto, apagó el cirio y salió del convento, directo a su casa. Sin saludar a Evelyn, su esposa, quien escribía algo a máquina frente a un vaso alto de güisqui y la botella a un lado, subió al primer piso y se metió a darse un duchazo. Allí se hincó bajo la regadera de agua muy caliente y se puso a orar, sollozando

Su mujer se sintió bien; no tuvo que enfrentar el carácter irascible de su esposo. Subió a la recámara para ver si no se le ofrecía algo. Escuchó el sonido de la ducha tras la puerta del baño y pensó que estaba en sus cosas. Acomodó la ropa del ayudante y, al colgar el saco en el perchero, vio que salía polvo. Metió la mano en el bolsillo y sintió topó con un cúmulo de ceniza y trozos de papel fotográfico semicarbonizados. Tomó un pedazo al azar y lo observó: se alcanzaba a ver el bigote de su esposo besando otra boca con bigote. 

Tomó las llaves del ropero, metió la llave larga en la cerradura de la puerta del baño y la cerró con doble vuelta. Del falso fondo de su buró, la mujer extrajo una cajetilla de cigarrillos mentolados, encendió uno y se sentó en el borde de la cama a fumar con furor, exhalando humo en diversas direcciones. Al prender el segundo cigarrillo, lanzó dos aros de humo, se dibujó una ligera sonrisa en su cara y recargó el mentón en la otra mano. Cuando cesó el ruido de la regadera, se escuchó el vuelo agitado de un moscardón. Ella levantó los ojos y lo vio volar en torno a una lamparita roja que alumbraba al cristo sufriente de su marido. Esbozó, al final, una sonrisa amplia, fumó y, en esta ocasión, lanzó una gruesa raya de humo mentolado. Se echó hacia atrás sobre la cama, levantó las piernas y las movió como si fuera en bicicleta a gran velocidad, mientras escuchaba que el ayudante intentaba abrir la puerta del baño y después como que la sacudía.

**Del libro de cuentos "Al fondo del océano", el cual publicará en muy breve el Fondo de Cultura Económica. Intenta ser un homenaje a Carver, aunque el libro mantiene su autonomía.

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Escritor mexicano


Nació en la ciudad de México el 22 de octubre de 1948.

Ha sido guionista y productor de los programas “La Literatura Hoy” de Radio Educación, y “Noticiero Cultural” del INBA; asesor y redactor literario de la Enciclopedia Infantil Colibrí de la SEP; editor en El Tucán de Virginia; subdirector de la Comisión de Publicaciones del Consejo del Sistema Nacional de Educación Tecnológica de la SEP; director de Literatura del INBA; vicepresidente de la Asociación de Escritores de México; miembro de la Comisión Consultiva del FONCA; director del Departamento de Difusión Cultural de la UDLA; redactor de Educación; asesor de Revista A; editor de Boletín Enlace.

Su obra ha sido traducida al francés, inglés, rumano y vietnamita; y antologada en múltiples ediciones nacionales e internacionales.

Colaborador de Alero, Bicephale, Boletín Enlace, El Financiero, El Gallo Ilustrado, El Heraldo Cultural, El Rehilete, Educación, Hispamérica, Juego de Palabras, La Jornada Cultural, La Semana de Bellas Artes, Novedades, Punto de Partida, Punto Rojo, Revista A, Revista Centroamericana de Literatura, Revista de Bellas Artes, Revista Universidad de México, Sábado, Sin Embargo, Textos, Tierra Adentro, y Vanguardia.

Becario del INBA, en narrativa, 1973. Miembro del SNCA desde 1994.

Miembro del Pen Club México desde 2005.

Premio de Cuento El Museo del Chopo 1976 por Bodegón.

Premio de Cuento de La Palabra y El Hombre 1977 por Desnuda. Premio Casa de las Américas 1977 por Miedo ambiente.

Premio Nacional de Periodismo Literario 1988 al mejor libro de cuentos por Cuaderno imaginario, Comitán de Domínguez, Chiapas.

Premio Instituto Cervantes 2000 otorgado por Radio Francia Internacional por Mentirme (La mujer de la gabardina roja).

La información del autor pertenece a la Coordinación Nacional de Literatura del INBA.
Instituto Nacional de Bellas Artes.

**El ayudante** aparecerá en el libro de cuentos "Al fondo del océano", el cual publicará en muy breve el Fondo de Cultura Económica. Intenta ser un homenaje a Carver, aunque el libro mantiene su autonomía.