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Las chances de un sueño
Damián H. Cuesta |
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Publicado por Cuadernos para el Diálogo #30 El economista alemán Rudolf Rocker, desaparecido en 1958, escribió que “hay una tendencia clara en la historia de la humanidad que aspira a que todas las fuerzas, individuales y sociales, se desenvuelvan libremente en la vida. El reto de nuestra época es la liberación del hombre de la condena de la explotación económica y la esclavización política y social”1. Estas mismas palabras debieron alentar la imaginación y el valor de los estudiantes franceses, especialmente de los llamados “Ocho de Nanterre”2, cuando el lunes 6 de mayo de 1968, franqueados por un cordón policial, se presentaron ante el Consejo de Disciplina de la Universidad, cantando La Internacional. Ese mismo día, el ministro de cultura del gobierno de la V republica de Francia, André Malraux, conversaba con su amigo Max Torres en el Palais Royal, sede del ministerio:“Esto del 68 no es una revolución, las revoluciones no se hacen con imaginación sino con organización y con armas…”3. Aquel día, primer lunes sangriento, sólo en los hospitales de París, se registraron cerca de 200 heridos. Había comenzado un periodo de revueltas populares que empujaron a 11 millones de trabajadores a la huelga, que paralizaron las universidades, que convirtieron las avenidas en campos de batalla, y que llevaron a la sociedad francesa hasta el borde mismo de un extraordinario y mágico instante de tiempo infinito, en el que todo porvenir, parecía posible. Los estudiantes demandaban una reforma universitaria que incluía su autonomía institucional, la gratuidad en todos los niveles educativos y “una estrecha conjunción entre la investigación y la enseñanza”, punto este último que bien podemos adelantar ahora como no materializado, a pesar de los intentos que en este sentido se han realizado desde entonces hasta hoy, desalentadores en cualquier caso, de relegar al pasado una universidad cuya función principal es la de servir, en términos de Pierre Bourdieu, como uno de los “principales instrumentos de conservación o de transformación de la estructura de las relaciones de clase”4. Como ya entonces predijera el sociólogo francés Alain Touraine, aquellos acontecimientos abrirían un nuevo periodo en la historia social: “los nuevos movimientos sociales ya no se orientarán a la toma del poder, sino a la transformación de la sociedad”5. Efectivamente, el movimiento contracultural de los años 60 abrió una enorme brecha en la estructura institucional del momento. Muchos de los progresos alcanzados hoy en el ámbito de los derechos civiles, se deben sin duda al movimiento social originado en aquella década, sin embargo, otras utopías sociales perseguidas entonces, siguen pendientes de lograrse en la actualidad: la batalla contra la dominación masculina y el derecho de la mujer a decidir por sí misma sobre su propio cuerpo, dieron vida en aquel mayo del 68, a un movimiento feminista cuyos efectos imparables de transformación social todavía no han concluido, y cuya lucha, desgraciadamente, sigue cobrándose víctimas; un movimiento ecologista y antinuclear, fortalecido a partir de 1968, sigue siendo una fuerza fundamental de resistencia contra las consecuencias devastadoras que sobre el medio ambiente tiene un sistema productivo de “límite 0”; también es importante destacar los logros de una corriente pacifista internacional, que fue capaz de movilizar a millones de personas en el mundo, en solidaridad con la población civil Iraquí, y en contra de la guerra y posterior ocupación militar de Irak por los EEUU y otras potencias internacionales. Sin embargo, en lo que respecta al movimiento sindical en Europa, si bien podemos decir que a partir de los sucesos de mayo del 68 cobró un nuevo impulso, especialmente en Inglaterra y Alemania, hoy por hoy, fruto de la reacción neoconservadora de la Europa del Tratado de Maastricht, los sindicatos se comportan más como “partenaires” de la política social de la UE, convertida, como advierte Corinne Gobin, “en una herramienta de destrucción de las instituciones del Estado social y de los servicios públicos, que amenaza la idea misma de sociedad, que como valedores del carácter autogestionario promovido durante el mayo del 68, representado perfectamente en las palabras de Bertrand Russell: “no puede existir verdadera libertad y democracia, mientras que los hombres que hacen un trabajo en una empresa, no controlen también su gestión”7. Ejemplos en nuestros días de este retroceso en el marco de los derechos civiles y sociales, experimentado en Europa a partir de los 90, y contrarios al mayo francés, no faltan: a comienzos de junio del 1968, la asamblea general de los comités de acción obrero-estudiantes en París, aprobó una resolución a favor de "abolir la condición de extranjero en Francia". En octubre de 2005, jóvenes franceses, nietos de aquellos emigrantes del 68, incendiaban las noches de Europa, exigiendo “Respeto”. Sea como fuere, después de superar 40 años de banalización y despolitización, el mayo francés vuelve, reflejando en el espejo del presente aquellos principios e ideales que lo inspiraron. Principios e ideales que se inscriben en esa tendencia viva de nuestra historia que señalaba el prestigioso economista alemán, y cuya existencia, el mayo francés parece venir a confirmar. Notas al pie de página: 1 “Pioneers of American Freedom: Origin of Liberal and Radical Thought in America”. Rudolf Rocker, 1950.2 Estudiantes franceses, expedientados por su participación en las protestas contra el arresto de otros seis estudiantes días atrás.3 André Malraux, entonces ministro de cultura: “Esto del 68 no es una revolución, las revoluciones no se hacen con imaginación sino con organización y con armas; esto es una película o, más bien, el ensayo general para una película”. La Historia imposible del mayo francés. Sánchez-Prieto. Revista de Estudios Políticos (Madrid), nueva época, nº 112.4 “El momento crítico”, Pierre Bourdieu.5 “La Société post-industrielle”. Alain Touraine, París, 1969.6 “Los falsarios de la Europa social”. Corinne Gobin. Le Monde Diplomatique, 2005.7 “Problems of Knowledge and Freedon”, 1971. Noam Chomsky about Bertrand Russell. | Escritor español Damián H. Cuesta
1966, España
Sociología y Ciencias Políticas
Poeta y Periodista Conozca el sitio del autor
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