Con referencia a Dante Alighieri, La
Divina Comedia, Infierno, Canto I
Dante percibe la existencia humana como
un viaje, pero con la singularidad de que
en cada etapa del camino el viajero se
constituye de un modo diferente, de
acuerdo a cada intervalo recorrido: ya
como condenado, ya penitente o salvo. A
final de cuentas Dante y todo lector de su
Comedia se torna un peregrino de sí.
Esta libre construcción del sujeto tal vez
anuncie el advenimiento del Renacimiento y
el germen del mundo moderno.
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"¡Ah! Cuán penoso me sería decir lo
salvaje, áspera y espesa que era esta
selva, cuyo recuerdo renueva mi temor,
temor tan triste que la muerte no lo es
tanto."
Qué enseñanza nos transmite Dante:
aprender a convivir con cada uno de
nuestros demonios particulares, nuestros
infiernos propios, nuestros terrores, pues
al familiarizarnos con estos temores
cotidianos aprendemos, y nos preparamos,
para sobrellevar el trance máximo: la
muerte personal. Nos adiestra a enfrentar
el pavor hacia algo que ni siquiera es
evocable a través de espíritus verdugos y
fosas de castigo. Ni siquiera eso por
aguardar.
Nada.
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A veces es preciso extraviarse, aún en
oscuras selvas rebosantes de tentaciones,
para reencontrarse uno mismo en un existir
dinámico y en evolución constante.
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"Vi su cima revestida ya de los rayos del
planeta (el Sol) que nos guía con
seguridad por todos los senderos."
Abandonar el territorio confiable y
previsible de lo iluminado, de lo juicioso
y del sentido común, para arrojarse
trémulos, al frío abrazo de la luna y su
tenuidad exploradora de incertidumbres,
justo al modo de los desengañados
insomnes, los poetas y los felices beodos.
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"Tan adormecido estaba cuando abandoné el
verdadero camino."
Dormir, soñar tal vez: umbral inestable,
conducto a extravíos, a insospechadas
libertades; Soñar, tal vez crear:
enemistarse contra las rectas vías para
adentrarse en falaces y deleitosas
sinuosidades ignotas, y siempre en
paciente espera, del titubeante sonido de
los pasos nuestros, la huella indeleble de
nuestros anhelos.
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Lujuria, Soberbia Y Avaricia.
Los vicios de Dante perecen tener como
fundamento único el exceso, un afán
desmedido.
Paradójicamente, el poeta florentino
hallará la redención superando sus propios
límites humanos, orientándose a lo
trascendente.
Transgrediendo de nueva cuenta, pero ahora
en un diferente sentido: no referido al
presente, al instante y sus placeres
vitales, sino encaminado hacia el
porvenir, hacia el cumplimiento de un
destino pendiente de realización, motivado
por inspiraciones y anhelos provenientes
de un pretérito memorable y demandante: lo
grande, la Italia Imperial; lo bello la
futura sonrisa de Beatriz alcanzada.
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¿Y si la pantera, el león y la loba que
atemorizaron a Dante al inicio de su
travesía, y la reorientaron por completo,
no hubieran sido sino diferentes disfraces
de la ambigua y sonriente Beatriz?
¿Para qué seguir la ruta larga, si hubiese
bastado con precipitarse a las garras de
la deliciosa fiera, para ser devorado
amorosamente por la agreste criatura de
saludos equívocos y miradas inolvidables?
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"Si quieres, en seguida subir hasta ellos,
te acompañará en este viaje un alma más
digna que yo, y te dejaré con ella cuando
yo parta; pues el Emperador que reina en
las alturas no quiere que por mi mediación
se entre en su ciudad, por que fui rebelde
a su Ley."
¿Que temía el Emperador del Cielo de la
sabiduría encarnada por el poeta Virgilio,
la razón, la inventiva humana?
Tal vez pensó que en donde los Gigantes
fracasaron, y en donde Prometeo se quedo
corto, en la herencia grecolatina de
Virgilio encontrase al fin una posibilidad
de realizarse, con el paso de los siglos
el gran derrocamiento.
Hoy que en las alturas el trono parece
vacío, Dante, alumno del mantuano, parece
haber sido el gran ejecutor- al
posibilitar el fin del Medioevo, el
Renacimiento y por consiguiente los
posteriores rompimientos históricos- de
esta inevitable soledad, de esta elocuente
ausencia que impera en el Olimpo que se
torna ya dilatada y evoca añoranzas sin
sosiego.
Con referencia a Dante Alighieri, La
Divina Comedia, Infierno, Canto II
"¡Oh Musas!, ¡oh alto ingenio! vengan en
mi ayuda; ¡Oh mente, que escribiste lo que
vi¡ ahora aparecerá tu nobleza."
Pero las Musas, celosas de Beatriz, no
quisieron atender el llamado de Dante.
De tal suerte que su travesía prodigiosa,
épica, cuyos ecos a la postre
reorientarían los derroteros de la
civilización occidental, fueron obra,
única y exclusivamente, de su corazón
anhelante del amor de una joven.
Él nunca supo esto.
Ella tampoco.
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Dante cuestionó a Virgilio acerca del
porqué tenía, él precisamente, que emular
a Eneas, al adentrarse a los terrenos del
Inframundo para conocer el secreto
porvenir de una ciudad entera. Roma para
Eneas, Florencia para Dante.
Quizá en su fuero interno se percató
Alighieri, de lo poco juicioso que era
confiarse a los dudosos vaticinios de
fantasmas, sombras, mero olvido.
Y sin embargo el viaje del príncipe
troyano se efectuó: Roma luego cimentó
Occidente; Dante después culminó su obra
magna, e inspiró así a varios genios
artísticos de Florencia, próceres varios
del Renacimiento, que transformarían
nuestra visión de la realidad entera.
Pero entonces, de esta manera, el afirmar
que nuestro mundo todo, está en lo
profundo asentado sobre el vacío, es,
gracias a Dante, un secreto a voces,
murmullos de espectros irónicos que
fundamentan nuestros instantes, y luego se
pierden en un remolino que se lleva la
nada.
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Es posible adivinar el oculto deseo de
Dante: no retornar de la muerte, no seguir
los pasos de Ulises o Eneas y elegir
quedarse en las sombrías moradas para toda
la eternidad.
Renunciar a ver la gloria de Dios, acaso a
la posibilidad de volver a pisar
Florencia, a la hazaña de cambiar la
Historia o a una perenne celebridad de
poeta.
Dejarlo todo, todo atrás por seguir el
brillo de una esperanza, sonriente, etérea
y fugaz.
Luego, tras perder a esta definitivamente
en el Cielo, tal vez ahora sí, quizás por
primera vez, se extravió sin remedio él
mismo, y no pudo más que volver al mundo.
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"Mujer, por quien en gracia y esplendores
la especie humana excede a cuanto
existe..."
María Santísima, Lucía y Beatriz las tres,
mujeres, iniciaron todo el proceso de
salvación del alma del poeta.
Pero hubo otra Dama, gentil y señorial,
aunque orgullosa en extremo, que motivó en
secreto los afanes de Dante por virtud de
su elegancia y porte encantadores y
deseables, sin olvidar su majestuosa
hermosura adornada.
Porque para explicar el influjo
irresistible de su ser, basta decir que
Florencia, la Toscana, también tiene
nombre de mujer.
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La misión primaria de Virgilio, figura de
la razón humana, era la de ser portavoz de
lo divino, mensajero de venerables
misterios, interprete de los designios de
la trascendencia. Hoy se ha tergiversado
su encomienda básica, se le ha desoído ya.
Occidente se fascina con la lógica
poderosa y el vigor intelectual del
mensajero y se ha olvidado del celestial
mensaje:
"Vengo de un sitio al que volver ansío;
movióme Amor Y Amor mueve mis labios"
Así de simple.
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" Ve, pues; que una sola voluntad nos
dirija: tú eres mi Guía, mi Señor, mi
Maestro."
"Así le dije (a Virgilio) y en cuanto echó
él a andar, entré por el camino profundo y
salvaje."
Tamaña confianza depositada en su mentor
por Dante no era gratuita: sabio
humanista, depositario de las excelsas
virtudes de lo grecolatino, nadie como
Virgilio ameritaba llegar al premio de la
contemplación absoluta del Creador.
Y sin embargo haber nacido antes de la
Encarnación del Verbo condenaba al poeta
mantuano a permanecer entre "los que se
hallan en suspenso", entre los que se
quedan presos para siempre en el Limbo
anodino.
¿Y si Dante no hubiera sido solamente,
sino un consuelo del Virgilio resentido,
es decir, el modo como se imaginaría
escapando de su cautiverio forzoso, y la
manera en la que se soñaría escalando la
gran montaña del Purgatorio para luego por
fín vislumbrar la faz luminosa de Dios?
¿Y si acaso Borges hubiese tenido razón y
la autoría tenga más que ver con las ideas
y menos con el sujeto que las concibe?
¿Virgilio autor de Dante?
...mucho después, cuando Dante en su
triunfo alcanzaba el brillo final de las
estrellas, la luz de Su mirada
omnipotente,
Virgilio por su parte, permanecía oculto
en un rincón del Limbo, en suspenso,
silencioso y meditabundo.
Con referencia a Dante Alighieri, La
Divina Comedia, Infierno, Canto III
"Por mí se va a la ciudad del llanto, por
mí se va al eterno dolor, por mi se va
hacia la raza condenada...antes de mí no
hubo nada creado, a excepción de lo
inmortal, y yo duro eternamente. ¡Oh
vosotros los que entráis, abandonad toda
esperanza!"
La leyenda en el umbral del infierno
dantesco podría tener la singularidad, de
particularizar su sentido, con referencia
al castigo ameritado, y con relación
directa al ser más valioso para el
ingresante.
De esta manera, para Virgilio acaso quien
le hablo allí fue el Salvador del mundo,
que presintió alguna vez, pero que ya no
conoció en vida (ni en la muerte).
Para Dante, tal advertencia no fue quizá,
sino la voz de la Poesía misma.
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"Allí, bajo un cielo sin estrellas,
resuenan suspiros, quejas y profundos
gemidos, de suerte que, apenas hube dado
un paso, me puse a llorar. (Escuché)
diversas lenguas, blasfemias horribles,
palabras de dolor..."
No fue esta pluralidad de dialectos de
variopinta procedencia un obstáculo para
que Dante se las entendiera con los
condenados del Averno. Pues es posible que
todo el múltiple sufrimiento del mundo, de
aquí o del más allá, pueda ser traducido
al sencillo y áspero lenguaje de las
lágrimas.
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"Aquellos desgraciados...estaban desnudos,
y eran molestados sin tregua por las
picaduras de las moscas y de las avispas
que allí había; las cuales hacían correr
por su rostro la sangre, que mezcladas con
sus lágrimas, era recogida a sus pies por
asquerosos gusanos".
No cabe duda, el infierno del hombre es el
paraíso del insecto, literal y no
literalmente.
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Dante y su maestro Virgilio se encuentran
frente a una ribera del infernal rio
Aqueronte, mismo que es como la vida:
brota por medio de llantos de dolor, y
desemboca en la quietud más siniestra;
imposible además, por su inestabilidad,
transitar plenamente a todo lo largo de su
fluir. Y así, sólo queda cruzarla,
apresurados y sin esperanza de retorno,
aferrados a la barca de la muerte.
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Carón, el barquero que conduce a las almas
condenadas cruzando el rio Aqueronte, es
un ser tan anciano que quizá sólo pueda
concebirse su edad, calculando el número
de pecadores que ha internado, navegando,
a la región del tormento; o tal vez mejor
solución sea, considerar que la leyenda
del umbral del Infierno tal vez haya sido
escrita por él, inspirándose
rencorosamente, en su propia barca.
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Es inevitable pensar que Dante y Miguel
Ángel tomaron rutas paralelas por el
Infierno, para llegar al Cielo:
plasticidad extrema transmutada en carne,
lacerada y palpitante.
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Después de Dante, de su minuciosidad
acuciosa, la realidad ha ganado
consistencia: ahora el mundo se asemeja
más al Infierno, y no viceversa.
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Aunque en un principio el propio Carón se
opuso a llevar en su embarcación al
viviente Dante, hacia regiones reservadas
únicamente a los difuntos, a la postre
Virgilio lo obliga a transportarlos
diciéndole:
"Carón, no te irrites. Así se ha dispuesto
allí donde se puede todo lo que se quiere;
y no preguntes más."
¿Sería que Carón recordó al ceder, a otro
peregrino llamado Eneas, al que sólo
permitió el paso, cuando éste le mostró la
rama dorada de un árbol mágico, propiedad
de Proserpina, consorte del gran Plutón,
rey del mundo de los muertos?
Es posible que el tormento particular de
Carón, fuese amar a una diosa nocturna,
ajena e inalcanzable por completo, ni aún
con todo el impulso de su barca ansiosa.
"Allí donde se puede todo lo que se
quiere..." musita aciagamente el barquero
infernal, cuando cruza el río llevando
interminablemente a las almas
transgresoras, pero no arrepentidas.
Mientras que él se queda sólo allí y allí
permanece, ida y vuelta musitando...
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"Por aquí no pasa nunca aun alma pura; por
lo cual si Carón se irrita contra ti, ya
conoces el motivo..." le explica Virgilio
a Dante. Pero entonces a continuación, se
suscita un terremoto pavoroso, y se
desatan vientos y relámpagos funestos.
Alighieri impresionado, pierde el sentido.
¿Qué ha sucedido aquí? ¿Qué nos quiere
confesar entre líneas el poeta florentino
con este singular pasaje?
Acaso que tal vez su alma no era
ciertamente pura, en lo profundo.
¿Quizá por el remordimiento de haber
alejado del centro de sus atenciones a
Gemma Donati, su auténtica y legítima
esposa, por la ciega obsesión de una
Beatriz quimérica?
¿O por el recuerdo de haber arrastrado a
sus hijos a una vida de destierro
permanente tal vez por unas meras y no
reconocidas ambiciones políticas?
No lo sabemos, lo cierto es que por algún
oscuro motivo, al volver en sí, no miró
hacia atrás en ningún momento, y decidió
seguir adentrándose, en la ruta de un sólo
sentido, de su propio infierno.
Con referencia a Dante Alighieri, La
Divina Comedia, Infierno, Canto IV
"Interrumpió mi profundo sueño un trueno
tan fuerte, que me estremecí, como hombre
a quien se despierta a la fuerza...me vi
entonces junto al borde de un triste
valle, abismo de dolor...en el que
resuenen infinitos ayes, confundidos como
truenos"
Dante no explica cómo pudo arribar,
habiendo quedado inconsciente en la barca
en el Aqueronte, hasta ese valle lúgubre.
Pero esto no demerita el noble trabajo de
Alighieri: muy por el contrario, tales
deslices tal vez expresen entre líneas,
que toda tentativa de alcanzar el Cielo,
sea un esfuerzo naturalmente humano.
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"El abismo era tan profundo, oscuro y
nebuloso que en vano fijaba mis ojos en su
fondo, pues no distinguía cosa alguna."
Lo más estremecedor de esta travesía
formidable es que se dirige en manera
simultánea hacia dos destinos opuestos y
sin embargo, paradójicamente confluyentes:
hacia el corazón mismo del mundo, su
núcleo particular, que entonces sería
maldad en esencia; y a la vez, rumbo al
centro del alma humana, un negro lugar
inexplorado aún para los propios
vivientes, y en donde Alighieri enciende
una luz que nos deja adivinar, contornos
apenas, de una realidad terrible y
esclarecedora.
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"-Ahora descendamos al tenebroso mundo me
dijo el Poeta (Virgilio) muy pálido: yo
iré el primero; tú el segundo.-Yo, que me
había percatado de su palidez, le
respondí: ¿Cómo he de ir yo, si tú, que
sueles desvanecer mis incertidumbres, te
atemorizas?-Y él repuso: -La angustia de
los desgraciados que están ahí abajo,
refleja en mi rostro una piedad que tú
tomas por terror."
¿Y si Virgilio mintiera aquí, y en el
fondo de su ser hubiera deseado que Dante
desistiera de su loco empeño?
¿Y si nunca le hubiera perdonado en
secreto por haberle hecho recorrer lugares
abominables que él no merecía pisar?
Acaso esa palidez de piedad fuera más bien
motivada por su propio espíritu colmado de
temor...
Tal vez por eso, en cierta etapa del
camino, le abandonó, sin despedirse.
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En el Limbo dantesco yacen las almas
ilustres y no pecadoras de los que carecen
de toda oportunidad de alcanzar la Gloria
de Dios, por haber nacido antes del
Cristianismo. Pero tales y tantas figuras
de la antigüedad clásica, los nombres más
preclaros de Grecia y Roma, habitan este
sitio, que Dante no relata algo que es
posible imaginar: los Cielos poco a poco
se van quedando vacíos, pues el atractivo
del Limbo como un lugar digno de padecer
eternidades llenas de deseos humanos,
demasiado humanos, y sin necesidad de
esperanzas fatuas, va haciéndose cada vez
más irresistible.
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Quizá alguna vez los habitantes del Limbo,
espíritus tan magníficos como Sócrates,
Platón o Aristóteles; Héctor, Eneas o
César, entre tantos otros, ensoberbecidos
por su celebridad, cerraron las puertas
del Limbo y decidieron fundar allí, su
propio Paraíso.
Dios entonces, furioso, decidió
combatirlos. La colosal contienda entre
adalides y arcángeles fue seguramente una
épica grandiosa, que sin embargo nadie se
atrevió a contar, ni Dante mismo.
Hoy los parajes del Limbo se hayan vacíos,
y sólo algunos ecos extraviados rememoran
un anunciado desenlace, de consecuencias
irreparables.
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Los poetas más importantes del mundo,
confinados todos en el Limbo, recibieron y
aceptaron a Dante en su alto grupo: Homero
a la cabeza, luego Horacio, Ovidio, Lucano
y el propio Virgilio. Alighieri bien pudo
en este punto, haber finalizado su
Comedia: para un artista como él, haberse
atrevido a igualar con tales venerables
tal vez haya sido suficiente; y sin
embargo hasta aquí, los condenados no han
hablado con el poeta florentino, y lo más
valioso de su poema, por lo tanto, no se
ha dado aún.
¿Y si tal fantástico encuentro no hubiera
sido más que una prueba a la perseverancia
de Dante?
¿Y si Beatriz hubiera forjado toda esta
ilusión para catar una vez más la
templanza y la humildad de su alma?
Como quiera que sea Dante prosiguió,
esforzadamente, hasta el final.
_______________________________
"Así fuimos andando hasta donde estaba la
luz, hablando de cosas que es bueno
callar...bien pronto la compañía de seis
quedó reducida a dos."
Los cinco grandes Poetas tal vez podrían
haber acompañado a Dante hasta donde
estaba Beatriz, pero ellos, a excepción de
Virgilio, no se atrevieron a tanto y
prefirieron no cruzar las pavorosas
regiones infernales. Es posible que Dante
les guardara rencor por ello y por eso
mismo les haya negado palabra alguna en su
Comedia. Pero de igual manera pudo haber
sucedido que los sabios Poetas hayan
actuado con gran prudencia: Virgilio, tras
dejar a Dante con Beatriz, bien pudo
haberse extraviado en un difícil retorno
al Limbo- que en última instancia, nadie
relató- y finalmente verse difuminado por
completo en las sombras del olvido.
_______________________________
Cuando Dante y Virgilio dejaron el Limbo y
siguieron su ruta infernal, no se
percataron de que en secreto los siguió el
filósofo griego Diógenes- apodado "el
Perro" debido a su cáustico temperamento-,
con la intención de llegar hasta Dios para
burlarse de Él.
Cuando Dante por fin estuvo ante el
Creador, éste miraba por encima del hombro
del poeta florentino, aguardando el osado
arribo del pensador del tonel: en el fondo
lo halagaba su cometido irónico, pero
fervoroso. Sin embargo, cuando Diógenes el
cínico arribó finalmente, en último
momento no hubo mueca, ni bravata alguna:
el viejo "Perro" simplemente siguió de
largo sin mirar y se perdió en la lejanía.
Dios nunca olvido esto.
Dante tampoco lo hizo, aunque no lo quiso
registrar.
(Porque tal vez hasta su último aliento,
guardó una secreta y sincera admiración
por alguien que pudo llegar más lejos que
él).
Con referencia a Dante Alighieri, La
Divina Comedia, Infierno, Canto V
Justo a la entrada del segundo círculo del
Infierno se encuentra el pavoroso Minos.
Este demoníaco ser examina las culpas de
los que entran, y da a conocer sus
sentencias por medio del número de veces
que gira su cola y la ciñe sobre si mismo.
El número de segmentos de la extremidad
anillada, sobre el aborrecible cuerpo,
indica el número del círculo del Infierno
al que el pecador debe ser enviado a
penar.
Las matemáticas de Minos se corresponden
con las terrenales: así como aquí un sólo
sistema numérico puede ser dilatado sin
límite alguno, allá en el Averno la cola
de Minos, aún siendo infinita, no puede
superar el número de círculos de tormento
que constituyen la arquitectura infernal.
La única diferencia real entre ambos
sistemas, es el incalculable placer que
experimenta el despiadado juez, al sentir
sobre su espalda cada nuevo impacto
fustigante; cada acumulación dulcemente
dolorosa.
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"¡Oh tú, que vienes a la mansión del
dolor!...mira como entras y de quien te
fías, no te engañe lo ancho de la entrada
( al Infierno)!"
Sin duda para Dante ha sido sencillo hasta
cierto punto seguir tal recomendación. En
cambio para nosotros, para cada lector de
la Comedia, peregrino de su vida, de su
propia "mansión del dolor", es sumamente
más complejo acatar tal advertencia: sin
Virgilio, ni Beatriz algunos que
intercedan por uno, no nos queda más que
acercarnos con humilde confianza a
nuestras propias pasiones y vicios.
Entregados con mansedad a su reconfortante
e incondicional abrazo.
_______________________________
"Entrábamos a un lugar que carecía de
luz...la tromba infernal, que no se
detiene nunca, envuelve en su torbellino a
los espíritus; les hace dar vueltas
continuamente, les agita y les molesta:
cuando se encuentran ante la ruinosa valla
que los encierra, allí es cuando se dan
los gritos, los llantos y los lamentos, y
las blasfemias contra la virtud divina."
Aquí Dante quizá se desorientó por
completo: lo descrito antes no es más que
nuestro propio mundo visto por fuera.
(¿Y por quién?)
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Dante compara con estorninos y grullas en
vuelo, a los espíritus atormentados por
los vientos infernales. Pero, ¿ y si en
realidad lo que él vio sí eran aves?
¿Acaso el Infierno más que un lugar (más
que poseer una localización definida),
será más bien un estado de ser (un saturar
moralmente del ser propio al ser del
mundo)?
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" - Maestro, ¿qué almas son ésas a
quienes... castiga ese aire negro?
- (Semiramís), la primera de ellas...fue
emperatriz...y fue tan dada al vicio de la
lujuria, que permitió en sus leyes todo lo
que excita al placer, para ocultar de este
modo la abyección en que vivía."
Lo cual nos confirma que Michel Foucault
tenía razón, y que las leyes y las
reglamentaciones de un ámbito determinado,
construyen a la vez al sujeto transgresor
de las mismas.
(Y esto es posible verificarlo, aun cuando
Dante no se lo preguntó allí a Foucault,
de paso).
_______________________________
"Vi también ( en el Infierno) a Helena (
de Troya), que dio lugar a tan funestos
tiempos..."
Por el insoslayable pecado del ser
bella...a los ojos de los demás.
_______________________________
"...y vi también (condenado) al gran
Aquiles, que al fin tuvo que combatir por
el amor (de su amigo Patroclo)."
Por el definitivo pecado de ser Aquiles
mismo, o de no permitírselo
ser...expresándolo abiertamente.
_______________________________
"Así como dos palomas, excitadas por sus
deseos, se dirigen con las alas abiertas y
firmes hacia el dulce nido, llevadas en el
aire por una misma voluntad, así salieron
aquellas dos almas...dirigiéndose hacia
nosotros."
El sublime arte dantesco, tiene la
singularidad admirable de trastocar el
orden, la normalidad, de nuestra más
simple percepción y entendimiento: su
poesía parece hacer brotar los movimientos
de la vida, motivar su acontecer, y no
viceversa.
_______________________________
"¡Oh ser gracioso y benigno (Dante) que
vienes a visitar en medio de éste aire
negruzco a los que hemos teñido el mundo
de sangre!"
¿Será que todos los traductores de la
Comedia, y hasta Dante mismo, se hayan
rehusado sinceramente a transcribir
"sangre" por "color"?
_______________________________
"Amor nos condujo a la misma muerte."
Pero seguramente Amor después de hacerlo
escapó al Cielo.
¿O el amor de Amor será tan grande, que se
unió lealmente con los adúlteros Paolo y
Francesca en su condena eterna?
¿Y qué hay entonces de todos los que han
pecado por Amor posteriormente?
¿Acaso se irán al infierno, sin Amor que
lo justifique y sin ninguna razón,
(sólo/solos) simplemente?
_______________________________
Paolo y Francesca se hallan condenados en
el círculo de los lujuriosos por haber
cometido adulterio en contra del hermano
de Paolo, el cojo y deforme, Lanciotto.
¿Y si en realidad el pecado castigado aquí
fuese el incesto, y no el engaño marital?
¿Y si la lujuria, tan naturalmente
luciferina, no fuese pecado en un lugar de
pecadores?
¿Será entonces el auténtico tormento para
Paolo y Francesca, estar juntos para
siempre, sin merecerlo?
_______________________________
"No hay mayor dolor que acordarse del
tiempo feliz en la miseria"
Frase dantesca tan certera, como
infelizmente inolvidable.
_______________________________
Con referencia a Dante Alighieri, La
Divina Comedia, Infierno, Canto VI
“Me encuentro en el tercer círculo; en el
de la lluvia eterna, maldita, fría y
densa, que cae siempre igualmente copiosa
y con la misma fuerza. Espesos granizos,
agua negruzca y nieve descienden en
turbión a través de las tinieblas; la
tierra al recibirlos exhala un olor
pestífero.”
En última instancia, lo que se castiga en
éste ámbito infernal justamente, es el
hambre excesiva de ser. Los granizos de
agua infecta que se dan a la tierra para
saciar su infinito antojo y que son de
nuevo elevados al firmamento por el calor
de las llamas, tal vez no aludan sino a la
estéril tentativa de poder ser más aún, el
afán irredento de satisfacer a costa de lo
que sea, ese necio apetito de respiros y
exhalaciones, que al final se pierden sin
remedio, en el viento errabundo.
_______________________________
“Cerbero, fiera cruel y monstruosa, ladra
con sus tres fauces de perro contra los
condenados que están allí sumergidos.”
Y estos tristes seres, no obstante sufrir
el tormento practicado por el pavoroso
demonio, tienen el agridulce consuelo de
saber que, con tres bocas descomunales y
ansiosas, el hambre del Can infernal
siempre va a ser más insoportable, y
acuciante, que su propia ansiedad de ser
redimidos.
_______________________________
“Tiene rojizos los ojos, los pelos negros
y cerdosos, el vientre ancho y las patas
guarnecidas de uñas que clava en los
espíritus, les desgarra la piel y los
descuartiza. La lluvia les hace aullar
como perros.”
Por lo tanto, la tortura impuesta para los
glotones podría ser, el contemplar sus más
secretos anhelos, diabólicamente
encarnados en la Bestia: en una criatura
que goza lascivamente en su voracidad
transgresora de todo respeto, de toda
dignidad. De nada sirve pues aullar como
perro de caza, siendo a la vez la presa
misma: como la liebre que disfruta, en su
agonía dolorosa, soñándose lebrel.
_______________________________
“Cuando nos descubrió Cerbero, el gran
gusano, abrió las bocas, enseñándonos los
colmillos; todos sus miembros estaban
agitados. Entonces mi guía extendió las
manos, cogió tierra, y la arrojó a puñados
en las fauces ávidas de la fiera. Y del
mismo modo que un perro se deshace
ladrando, y se apacigua cuando muerde su
presa, ocupado tan sólo en devorarla, así
también el demonio Cerbero cerró sus
impuras bocas…”
Por qué no pensar que Dante en este
pasaje, quiso expresar su visión personal
acerca de la muerte misma, presentándola
como un ansia infinita, ciega y voraz;
simbolizada también en esa bestia mortal,
ese trasunto del gran gusano de las
tumbas, que se consume a sí obstinadamente
y sin remedio, al engullir la propia
tierra que lo propicia.
________________________
“-¿Quién eres tú, que a tan triste lugar
has sido conducido, y condenado a un
suplicio, que si hay otro mayor, no será
por cierto tan desagradable?
-Tu ciudad (Florencia)…me vio en su seno…
ustedes los habitantes de esa ciudad me
llamaron Ciacco. Por el reprensible pecado
de la gula, me veo como ves, sufriendo
esta lluvia. Yo no soy aquí la única alma
triste; todas las demás están condenadas a
igual pena por la misma causa.”
Ciacco -que quiere decir “cerdo”- fue un
bufón que se esmeraba siempre en ganarse
la risa del prójimo con su ocurrente
conversación, pero era a la vez sumamente
dado a la gula. ¡Desventurado Ciacco!
sirviendo de comidilla para la feroz
sociedad de Florencia, mientras vivo, y
luego muerto, alimentando el frenesí de
castigo de los demonios en el Averno.
...cuando la esencia personal supera a la
existencia misma…
_______________________________
Dante le manifiesta al pobre Ciacco que su
martirio lo conmueve grandemente, pero a
continuación le inquiere acerca del futuro
político de Florencia. Posiblemente
hayamos descubierto por fin, donde
sobrelleva el alma de Dante su
inmortalidad merecida: puesto que las
amplias fauces de Cerbero tienen siempre
cabida para los voraces incontenibles de
presagios, y la mordida es más filosa,
cuanto más se cumplen los (deseados y no
confesos) vaticinios funestos.
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“Pero cuando vuelvas al dulce mundo, te
ruego que hagas porque en él se renueve mi
recuerdo.”
Porque entonces quizá, tal dulce mundo
evocado, sea el único accesible y
verdaderamente auténtico: el mundo de los
recuerdos, de las nostalgias efímeras, que
al tiempo mismo de pensarlas, ya
sucedieron, y en donde sólo es posible
percibir fugazmente- como bien ha dicho ya
Giorgio Colli- la inmediatez de las
representaciones, de las cosas que nos
tocan, la esencia de la vida, capturada
imperfectamente en tal miríada de
añoranzas.
Mundo de sombras anhelantes de un
pretérito más pleno, el de los vivos;
misma sed la que padecen los habitantes
del Infierno dantesco. Hambrientos de una
satisfacción de arraigo que nunca se
realiza, ni aún acaso, en el silencio que
colma la ausencia misma de ser.
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“…cada cual encontrará entonces su triste
tumba; recobrará sus carnes y su figura; y
oirá el juicio que debe resonar por toda
una eternidad.”
…volver a paladear ese alimento que
sabemos dañino, pero que se hace
irresistible, tanto más nos acerca al
instante en que es demasiado tarde para
dejarlo…
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“Cuanto más perfecta es una cosa, tanto
mayor bien o dolor experimenta. Aunque
esta raza maldita no debe jamás llegar a
la verdadera perfección, espera ser
después del juicio más perfecta que
ahora.”
Pues bien, es posible que el juicio ya se
haya efectuado sin siquiera habernos
percatado de ello, pues la perfección
lograda por nuestro dolor y amargura,
aciago digestivo para el momento de reposo
sin vuelta, que ya se avecina, nos satura
por entero los sentidos del alma saciada y
adormecida… ¡Aleluya!
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Con referencia a Dante Alighieri, La
Divina Comedia, Infierno, Canto VII
Al presenciar como ingresaban Dante y
Virgilio a su ámbito reservado, Plutón les
amenazó con una jerigonza de oscuras
interjecciones griegas, latinas, y
hebreas. Sin embargo, Virgilio fue capaz
de comprender el sentido de las bravatas,
y además de sofocar el peligro, conminando
al demonio a someterse en nombre de la
potestad divina.
Es posible en esto advertir, que entonces
el bien y el mal son capaces de entenderse
recíprocamente, ya sea porque ambos
proceden de una misma fuente, en donde
eran indisociables y por lo tanto el mundo
era completamente distinto en su dimensión
valorativa; o porque en el fondo siguen
estando unidos, y conforman una secreta
unidad que da fundamento, a una realidad a
la que sólo por pragmática costumbre
tendemos a bifurcar, por obra de un
irreflexivo maniqueísmo.
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“Allí vi más condenados que en ninguna
otra parte, los cuales, formados en dos
filas, se lanzaban de la una a la otra
enormes pesos con todo el esfuerzo de su
pecho, gritando fuertemente: dábanse
grandes golpes, y después se volvía cada
cual hacia atrás exclamando:-¿Por qué
guardas? ¿Por qué derrochas?”
Como estos tristes seres evidencian, está
ya condenado quien acapara mucho, puesto
que se pierde del Todo. El que aspira a la
Totalidad denota una ambición excesiva, un
poco juicioso cálculo de los propios
alcances; porque de inicio puede
expresarse que la simple concepción de
toda totalidad es un acto delimitante, que
sólo se comprende por lo que deja fuera,
por lo que no logra aferrar. No hay
riqueza alguna que pueda cobrar sentido si
no es con relación a lo que no se posee.
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Los pródigos actúan de la misma manera,
sólo que más astutos, intentan disimular
su avaricia en términos negativos,
tratando de acaparar la nada. Cuando se
percatan de lo insatisfactorio de su
proceder, es demasiado tarde: ellos mismos
se han arrojado, atados a su roca de
tormento.
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“Ahí podrás ver, hijo mío, cuan
rápidamente pasa el soplo de los bienes de
la Fortuna, por los que la raza humana se
enorgullece y querella. Todo el oro que
existe bajo la Luna, y todo el que ha
existido, no puede dar un momento de
reposo a una sola de esas almas
fatigadas.”
De tal modo que sea coherente expresar,
que todas las riquezas acumuladas por los
hombres, no valen lo que una sola lágrima
motivada por el dolor, puesto que a fin de
cuentas ambas brillan con la luz, pero
sólo una de las dos, se evapora presta con
el tiempo, y por lo tanto, acrecienta su
valía.
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“-Maestro, enséñame cuál es esa Fortuna
de que me hablas, y que así tiene entre
sus manos los bienes del mundo.
Y él me respondió:
-¡Oh, locas criaturas! ¡Cuán grande es la
ignorancia que les extravía!”
Habría que notar que sólo extraviándose
entre tinieblas, fue como Dante, a la
larga, logró ascender hasta el Cielo. De
tal suerte que si la ignorancia es la que
posibilita la desorientación total,
inesperadamente, se constituya en nuestra
mayor y más abundante fuente de riqueza.
“Bienaventurados los pobres de Espíritu
porque de ellos será el Reino de los
Cielos”.
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“He aquí por qué mientras una nación
impera, otra languidece, según el juicio
de Aquel que está oculto, como la
serpiente en la hierba.”
Entonces el responsable de nuestro hoy,
agobiante e inmerso en la desigualdad, ya
no se dedica a ofrecer frutos prohibidos,
ahora especula con ellos…
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“Sus
transformaciones no tienen tregua; la
necesidad la obliga a ser rápida; por eso
cambia todo en el mundo con tanta
frecuencia. Tal es esa, a quien tan a
menudo vituperan los mismos que deberían
ensalzarla, y de quien blasfeman y
maldicen sin razón. Pero ella es feliz, y
no oye esas maldiciones: contenta entre
las primeras criaturas, prosigue su obra y
goza en su beatitud.”
Sin duda Dante no se contiene en
manifestarnos una vez más, en este pasaje,
que su gran Fortuna es Beatriz, es decir,
mujer.
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“Hijo, contempla las almas de los que han
sido dominados por la ira…”
Y es que si el área infernal de los avaros
y pródigos, conecta con la de los
iracundos, acaso sea porque entregarse a
la ira extrema no sea sino acapararse uno
mismo hasta la consumición. Y luego darse
generosamente, de cabeza, contra el vacío.
Así, sin más, ni menos.
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